Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 5 de diciembre de 2016

Historia de mis días y noches.

Veo respuesta de Pandora o Mael... Veo nuevo golpe a su ego.

Lestat de Lioncourt 


Aprendí que era vivir de forma independiente a las ideas de mi padre desde temprana edad. Él deseaba que fuese un hombre aguerrido, dispuesto a llevar en su cinto una espada y una mirada parecida a la de un animal herido. El coloso que tuvo con una mujer celta, ese cuyos genes eran un prodigio, se negaba a sacrificar su vida en la milicia. No quería vivir en campamentos poco higiénicos, ni afilar espadas o cabalgar a la batalla. Deseaba una vida tranquila, juiciosa y llena de privilegios arrancados del saber y la autosuficiencia.

Me hice historiador, pintor y pensador. La pintura no era en sí un oficio, pero sí redactar las nuevas y viejas costumbres que pertenecían a nuestra vida diaria. Los hombres más poderosos se sentaban a debatir con mi padre, narraban lo visto en otras tierras y me miraban como si fuera un monstruo con buenos modales. Era un chiquillo y ya rebasaba en altura a muchos de sus soldados. Muchos decían que Apolo se sentaba en la mesa ocultando sus dramáticas flechas.

Mi hermano mayor era distinto. Él era tosco, algo más bajo y muy ancho de hombros. En cuanto cumplió la edad mínima para entrar a la milicia comenzó su adiestramiento. Era sólo un niño. No dejaba de repetir las consignas militares y de beber, comer y practicar el sexo con los esclavos hasta el hartazgo. Sin duda él era el hijo favorito, yo era el hijo extraño que tuvo a cuenta de un desliz. Sin embargo mi padre no hacía diferencias y terminó apoyándome inculcando que debía ser el mejor historiador. Él no podía tener un hijo cualquiera, sino el mejor.

La rabia y la desesperación paterna vino cuando no tomaba la decisión de engendrar hijos, asentar la cabeza con una buena mujer y ofrecerle al mundo mis frutos. Me negaba. No quería dejar los placeres banales, las fiestas nocturnas y el disfrutar de mis viajes en soledad por las prósperas ciudades colindantes. Roma era un imperio, un coloso, y yo la amaba demasiado. A veces le decía que sólo con Roma me desposaría.

No obstante terminé fijándome en una muchacha. Era demasiado joven para ser mi mujer, así que pedí su mano para futuras nupcias. Su padre comprendió mi estrategia. Quería seguir viviendo ciertas juergas y aventuras, cosa que le parecía indigno en un hombre de mi edad y alcurnia. Su hija era su tesoro y me juró que no sería mi amante. Aunque admito que conté otra historia en mi libro, pues no quería parecer un auténtico perdedor. No pude tener su bendición y no debía tener su corazón.


Pasaron los años, volví a ver a esa hermosa niña convertida en una dulce mujer llamada Lydia, pero el destino me deparaba estar alejado de ella no sólo por la distancia, la edad y el odio visceral de su padre. Estaríamos distanciados por la noche y el día, pues me convertí en un monstruo por culpa de un celta.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt