Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 18 de diciembre de 2016

The twelve days of christmas

Hablar con Marius es hablar con una pared... 

Lestat de Lioncourt 




—¿Podemos hablar?—pregunté desde la puerta.

Había abandonado la biblioteca, mi lugar de esparcimiento y crecimiento personal, donde ejercitaba mi mente con libros de matemáticas, ciencias, literatura o historia. Aprendía de cada autor, rebatía sus ideas, dejaba atrás la religión que me impusieron mis padres y todo lo que la sociedad había creado a mi alrededor. Tenía mis bolsillos vacíos de piedras baratas y empezaba a tener joyas. Llené mi alma de vivencias intensas únicamente por amor.

—Siempre hay tiempo para una conversación—respondió bajando el pincel. Se encontraba pintando un pequeño lienzo, quizá para ofrecérselo a Armand. Era un niño Jesús recostado en un pesebre muy simple, pero extremadamente hermoso por los detalles.

Me aproximé a él observando con minuciosidad la obra, pero de inmediato hablé. Me había concedido su atención y cedido su palabra. Tenía que aprovechar el momento.

—De acuerdo, entonces hablemos de mi regalo—dije abrazando con fuerza el libro que aún no había soltado. Llevaba conmigo un borrador simple de las memorias de Armand. David Talbot me regaló el libro, como si de un caramelo se tratase, sólo porque insistí que quería ver cómo me reflejaban en las líneas de aquella historia que también era parte de la mía.

—¿Quieres hablar de algo tan banal?—dijo tras una ligera risotada.

—Deseo hacerlo porque mi petición no lo es—expliqué mirándole a los ojos. Él enserió su rostro, dejó sus bártulos de pintor sobre una mesita aledaña y se giró por completo hacia mí. Parecía una enorme estatua de un bárbaro, como él llamaba a los celtas, con algunos rasgos romanos y una túnica borgoña que cubría hasta sus pies, los cuales estaban cubiertos como los de Jesús de Nazaret. Tenía unas sandalias simples de cuero y sus dedos blancos, algo robustos, tenían un aspecto amenazador. Cualquiera podía sentirse David contra Goliat.

—Oh, ¿y qué deseas?—preguntó ensimismado con mi belleza infantil, la cual Armand había calificado de celestial o querubín de iglesia barroca.

—Deseo que dejes de hacer daño a Dybbuk—dije tras arrugar suavemente la nariz. Estaba molesto, pero a la vez esperanzado.

—¿Cómo?—murmuró atónito.

—No puedo permitir que siga lamentándose y sintiéndose tan vacío. Dice que no sabe amar, que jamás comprendió el amor, pero es porque ama demasiado y se deja influir por estos sentimientos.

Rápidamente alzó las manos hacia el frente, con los brazos ligeramente retraídos hacia él, ofreciéndome una imagen de “alto el fuego” bastante cómica. Yo sólo era un recién nacido en las sombras, un niño que había sido arrancado del frío del invierno. Contemplé en sus ojos sorpresa y dolor, también algo de indignación.

—He aprendido a amar gracias a él, se lo dije—dijo con cierta vehemencia, aunque su tono seguía siendo suave. No era el tono, sino la forma en la cual lo dijo.

—No has aprendido—dije negando con mi pequeña cabeza cargada de rizos oscuros—. No lo has hecho. Él sigue sufriendo. No te has disculpado.

—Lo hice a mi manera—confesó.

—Tus maneras no son las justas ni adecuadas.

Mi tono mostró en ese momento indignación. No podía soportar aquello. Era una burla a lo que Dybbuk era.

—A mí me lo parecen—explicó girándose de nuevo para tomar sus útiles y seguir con su labor.

—Amo, no lo son—me acerqué más y lo tomé de la túnica, jalando de él con mi mano derecha. Parecía un niño aferrado a la falda de su madre—. Armand sufre—mis ojos estaban llenos de lágrimas que no pude contener. Empecé a llorar—. Deseo como regalo navideño que se reconcilien como es debido. Necesito ver en su rostro la alegría que jamás ha convivido con sus labios y mirada. Necesito...

—Faltan doce días para la celebración de la navidad, algo que no me simpatiza ni me mueve deseos algunos, pero lo haré si así lo deseas.


Aquella Navidad él ofreció ese cuadro junto a unas disculpas más sinceras, pero poco útiles. Armand ya estaba tan dañado que jamás pudo perdonar tanto sufrimiento. Y es que cuando rompes algo, cuando dañas algo, cuando haces que estas personas se sumerjan en dolor, no puedes solucionarlo con unas simples y miserables palabras de un discurso bien aprendido de antemano.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt