Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de enero de 2017

Gigante

Gigante era, pero en todos los sentidos.

Lestat de Lioncourt 

Veía como dormía, allí acostado en aquel enorme sofá, y algo en mí me reconcomía. Jamás había permitido que se sintiese tan angustiado y desdichado. Frotaba mis toscas y deformes manos entretanto clavaba mis horripilantes ojos, de pobladas y cortas pestañas, en su bondadoso rostro de gigante. Era como Gulliver recostado en la playa, pero esta era color negro perla. Me acerqué un poco más suspirando, agarrando la chaqueta abandonado en el respaldo de una de las sillas, para taparlo.

—Ah...—dije mis pobladas y disparejas cejas. Animé mi rostro con una mueca aún más horrible que la habitual y luego me senté. Estaba cerca de la hoguera que palpitaba sobre gruesos troncos de leña—. Mírate, Ashlar—comenté tomando la mano del brazo que colgaba del gran sofá—. Tan hermoso, tan perfecto, tan seductor, bondadoso y estúpido. ¿Acaso creías que iban a aceptar a monstruos junto a ellos?—me encogí de hombros y suspiré con pesar.

Los brujos se habían ido hacía algunas horas dejándolo sumido en tristeza. Habíamos ido a tomar algo a un bar. Como de costumbre él pidió leche caliente, yo whisky solo con dos cubitos de hielo naufragando en la inmensidad de la bebida. Él permaneció de pie largo rato, frente a la barra, sin saber si pedir otro vaso de su bebida. Yo había trepado hasta un taburete, aunque finalmente fue él quien me subió con una sonrisa tan bondadosa como melancólica.

—Se han ido—anunció.

—Lo supuse—respondí.

—Los extraño—admitió algo que veía en esos ojos azules que tanto amaba.

Jamás fui capaz de confesar mi amor hacia él, aunque sabía que yo siempre le defendería y querría a mi modo. Pero el amor, no. Hablar de amor era difícil y más cuando eres un enano deforme, de una tribu de degenerados, que amarían ver muerto a tu compañero. Sin embargo, estuve a punto de decirlo en aquel bar abarrotado de hombres y mujeres humanos.

—Samuel...—dijo confrontando la desafortunada noche con lágrimas a las que podía darles nombre, rostro y dirección.

Rowan Mayfair y su marido, Michael Curry, habían desaparecido de su vida del mismo modo que habían llegado. Se convirtieron en dos estrellas fugaces. Entonces él, ese enorme hombre de negocios, cayó en un sufrimiento terrible.

—No te quieren. Si te quisieran no se habrían largado—comenté cruel.

No obstante, allí estaba. Había tomado su mano entre la mía acariciando sus dedos. Sabía que se iría en busca de esos dos imbéciles. Me dejaría solo. Se olvidaría al fin de su desafortunado amigo.


—Te amo—pronuncié volviendo a la realidad—. Y nunca te darás cuenta, ¿verdad, gigante?  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt