Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 5 de enero de 2017

Lágrimas

Mona siempre me pareció una chica fuerte y a la par algo frágil... 

Lestat de Lioncourt 


Malos presagios. Sólo podía pensar en malos presagios. Hubieron muchos, pero no supe verlos. Ese aroma lo envolvía todo. Un profundo aroma que me enloquecía y era como sentirme en trance. Estaba impregnado en las prendas de Rowan, en los documentos que encontraron en el edificio que alquiló bajo otro nombre en Nueva York, en su cabello e incluso en su piel. Toda ella olía como si fuese un objeto sagrado. Era un profundo perfume que no se desgastaba, pero que finalmente fue marchándose gracias a los antisépticos del hospital.

Recuerdo como tintineaba la luz del pasillo. Estaba a punto de apagarse. Las camillas iban y venían. El ambiente no podía ser más frío. Estábamos en primavera, pero ella se moría como si estuviéramos en invierno y fuese una flor de verano. Los médicos no podían dar un diagnóstico cierto. Si bien, Michael se mantenía con las fuerzas necesarias para no derrumbarse ante la hecatombe. Empecé a desear no haber codiciado jamás a ese hombre, no haber luchado por ser parte de sus fantasías, sólo porque ella se levantara. Prefería morir yo antes que ella.

Miré mis manos, blancas y pequeñas, temblorosas antes de romper a llorar en silencio. Vestía como una mujer adulta, pues ya había abandonado esa faceta de niña. Desde que descubrí mis sentimientos por Michael, aunque confusos y peligrosos, me deshice de los trajes y los lazos. Aún así era demasiado joven, demasiado estúpida, demasiado ilusa... Quería creer que Rowan saldría bien parada, pero a la vez un miedo enorme asolaba mi corazón. Un corazón que palpitaba como si estuviese bajo las tablas de madera de la casa de un anciano. Me delataba demasiado.

La megafonía llamando a uno de los doctores a quirófano me desconcertó alertándome demasiado, aunque Beatrice ni parpadeó. Aaron, el hombre de Talamasca que había enamorado a Bea, la sujetaba entre sus brazos como todo un caballero de otra época. Suspiré al contemplar aquella pareja tan perfecta y deseé que Yuri estuviese haciéndome compañía, intentando calmar mi dolor. Me había prometido a un hombre que no amaba, aunque quería profundamente, sólo para desaparecer ante el desastre que se avecinaba. No era valiente, sino una cobarde. Aún así me cambiaría por ella mil veces.

Ryan apareció nervioso junto a Pierce y me sentí aliviada. No por Ryan, sino porque su hijo me comprendía de algún modo. Él se sentía culpable por no haber puesto más medios en la búsqueda de la doctora de la familia, de la gran científica y mujer del bondadoso Michael Curry.

Al final, rompí a llorar de forma demoledora en los brazos de mi primo. Caí como caen las dramáticas damas en los apasionantes libros que suelo leer para entretenerme. Pierce se convirtió autománticamente en Darcy y yo en una mujer complacida con su aroma. No era el aroma de ese monstruo, sino el aroma de un hombre bondadoso.


Quería gritarles a todos que estaba embarazada, que no tenía derecho a llorar la mala jugada del destino, o de lo que fuera, que estaba acabando con nuestra prima y que me había comportado como una estúpida gran parte de mi adolescencia y niñez. Si bien, sólo lloré. Lloré mis culpas escuchando los pasos acelerados de los doctores hacia la habitación de Rowan. Al levantar la cabeza noté que Michael palidecía y que Beatrice, al igual que yo, ya había empezado a llorar. Ella no murió ese día, pero las cosas incluso se complicaron.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt