Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 1 de febrero de 2017

Amistad, música y salvación

Le quiero. Aún le quiero. Pensé que estaba muerto, pero no. ¡Oh, Antoine! ¡Viejo amigo! 



Lestat de Lioncourt

Mis dedos se movían rápidos por el piano, aunque mi mente no estaba para nada clara. Estaba algo ebrio, la habitación me daba vueltas y sentía que de nuevo había sido contagiado por alguna enfermedad. Me sentía febril, cansado y borracho. Tenía náuseas y quería dejar de mover los dedos, pues me dolía al hacerlo. Era como si fuese un cadáver que se ha convertido en autómata, buscando quizá la absolución de su alma tocando una última vez con la “gracia” que le otorgó Dios al nacer.

—No te detengas. Sigue tocando—decía.

Finalmente me desplomé sobre las teclas. Olía a sudor, bourbon y sangre seca. Había estado peleándome de nuevo en un callejón. Un tipo dijo que me invitaría a una última copa, pero lo que hizo fue intentar propasarse conmigo nada más cruzar la calle e internarnos en una estrecha calle mal iluminada. Recordaba sus manos acariciando mis caderas, llamándome ramera y exigiendo que colaborara en sus delirios. Decidí usar los puños, para luego hacerlo con mi navaja recordando mis movimientos de esgrima. Entonces apareció él. Ese dichoso vampiro. Ese caballero que me consentía y adoraba como si fuese un hijo, hermano o viejo amante.

Pude sentir sus brazos rodeándome mientras el cadáver de aquel tipo caía, como caen los tiranos. Aprecié más que nunca esa respuesta tan cercana y cariñosa, aunque la piel fría y las carnes duras de Lestat siempre me habían provocado sentimientos encontrados. Era como si una escultura besara mi mejilla, como si un monstruo de mármol me rodeara. Sin embargo, me sentía amado.

Pero él no venía sólo a rescatarme. Tal vez quien le rescataba era yo. Hizo que fuese a mi cuchitril y tocase en aquel viejo piano destartalado. Toqué y toqué mientras decía que me ayudaría. ¿Cómo me ayudaría? Ya me había dado dinero y lo había malgastado. Así que cuando me desplomé algo en mí sintió que me merecía la muerte.

Al despertar lo hice en el suelo. Pude ver su hermoso rostro envuelto en desafiantes rizos, esos ojos intensos clavados en los míos y la sonrisa de un demonio burlón. Quise atraparlo pero todo me daba vueltas. Me sentía igual que una peonza.

—¿Y si te digo que puedo hacer que tu vida cambie?—preguntó—. Me recuerdas a alguien, te he tomado estima y creo que lo mereces. He oído tu historia, amado tus composiciones y tengo fe en ti. ¿Acaso un soñador no debe ayudar a otro?—decía ayudándome a recostarme contra la pared más cercana—. Te amo como a un hermano, como a un viejo amigo. Tengo que salvarte de la destrucción, pues se lo debo a alguien. No lo hice con él, pero lo haré contigo.

—¿Quién fue ese pobre diablo?—logré farfullar.


—Mi primer amor, mi hermoso Nicolas. Un violinista que conocía desde niño y que dejé atrás en París. Murió porque no supe ayudarlo, pero a ti te ayudaré. Haré que seas grande—comentó colocando sus frías manos en mi rostro—. Ahora debo marcharme con Louis y Claudia. Ellos me esperan. Espérame tú mañana más sobrio, por favor. Tenemos que hablar.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt