Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 14 de febrero de 2017

Placeres y verdades

Supongo que todos tenemos nuestros límites de errores frente a quienes amamos. Las personas se cansan rápido de soportar problemas ajenos, golpes al ego o promesas rotas. Por mi parte, nunca ha existido límite con Louis y creo firmemente que tampoco existe límite en sus sentimientos. Nos hemos perdonado demasiadas cosas, algunas que son imposibles de siquiera imaginar. No sé como puede amarme teniendo en cuenta que fui, soy y seré su verdugo. Até su cuerpo, así como su alma, a esta tierra baldía llena de infectos sentimientos.

Siempre que estoy lejos de él percibo mejor su belleza, la emotividad de sus gestos, el tono suave, casi aterciopelado, de su voz y las maneras extrañas que tiene de demostrar que me ama. Por eso tal vez creo que magnifico el cúmulo de sensaciones, emociones y milagros que él proyecta sobre mí. Sin embargo, quedo boquiabierto cuando logro sostenerlo entre mis brazos. Jamás me he considerado un alma mutilada, esperando su alma gemela, pero cuando él está a mi lado me siento dichoso y especial. Entonces sé que no he magnificado nada, sino que me he quitado la venda y he visto la auténtica verdad que yace en nuestra relación.

Hace unas noches apareció en mi castillo. Habíamos discutido semanas atrás y él se había marchado. Tomó unos cuantos enseres, los guardó en un pequeño maletín de cuero, y se fue. Dejó atrás algunos libros, diversos objetos que le recordaban a su vida mortal y un par de chaquetas. A eso se redujo la discusión que ambos habíamos tenido por Claudia. Siempre era Claudia. Él decía que creía firmemente que aquel fantasma, que le atacó y doblegó, era nuestra hija. Por otro lado, yo seguía pensando que podía ser cualquiera usurpando su nombre, su aspecto y sus sentimientos. Si bien, regresó, tal y como he dicho.

Apareció una noche pluviosa y poco agradable. La tormenta había comenzado sobre las cinco y media de la tarde, pero se había extendido hasta bien entrada la madrugada. Los campos ya no podían absorber tanta lluvia y se mostraba anegado, asemejándose a un lago enorme. Estaba preocupado por la vid que ya estaba empezando a prepararse para dar frutos en unos meses, pero más me perturbó escuchar su corazón, sus pasos hacia la puerta y observar si figura empapada frente a mí.

Hacía frío, un frío terrible, pero sólo tenía una camisa de chorreras y unos simples jeans. Ni siquiera tenía zapatos. Estaba calado hasta los huesos. Los vampiros podemos sentir las inclemencias del tiempo tan o más intensas que un humano convencional. Por eso me lancé hacia él tomándolo entre mis manos, llevándolo raudo hasta la chimenea que estaba a un costado de mi sillón favorito y lo dejé allí sentado aguardando que dijese algo.

—¿Qué haces aquí?—pregunté apartando un mechón de su cabello que cubría su rostro.

—Amel me dijo que me echabas de menos...—murmuró—. ¿Es cierto?—cerró los puños y agachó la mirada—. Dímelo.

—Claro que es cierto. Siempre te echo de menos cuando no estás a mi lado, e incluso a veces lo hago estando a tan sólo unos pasos de ti. Te hundes en los libros de esta biblioteca o en el dolor, en ese dolor que aún se clava profundamente en tu corazón, y yo padezco esa sensación horrible de no poder aproximarme a ti, enterrarme en tu alma y lograr salvar así al hombre que siempre he amado—confesé asiéndolo de los brazos por encima de ambos codos.

Rompió a llorar.

Me acerqué un poco más, lo rodeé con mis brazos, deslizándolos por aquellas prendas húmedas y, hundí rápidamente mi rostro en su cuello como si fuese a moderlo. Pude apreciar que su alma se abría a mí, pues su llanto se volvió aún más amargo. Entonces decidí comenzar a desnudarlo, pues noté que estaba helado y parecía no entrar en calor. Además, creí estúpidamente que acariciando su piel, deslizando mis dedos por su torso y vientre, podría hacerle olvidar nuestra la distancia de estos días.

Al tenerlo frente a mí, desnudo como su madre lo trajo a este insano mundo, provocó que me quedara paralizado y traspuesto por la belleza exquisita que poseía. Pude escuchar entonces a Amel reír bajo, de forma encantadora, mientras susurraba que había hecho traer con Louis algo que nos serviría para ser aún más dichosos. Exigió que mirara en sus pantalones, los cuales había tirado al suelo muy cerca del crepitar de las llamas de la chimena.

Raudo tomé la prenda y busqué. Él se sonrojó y miró hacia otro lado bastante nervioso. Pues saqué un pequeño paquete del bolsillo derecho de este. Era un estuche donde se hallaban dos pipetas de de la nueva y potente fórmula de testosterona, la cual nos permitiría tener sexo como humanos comunes y corrientes. Tomé una y se la entregué provocando que se viese más nervioso, torpe y hermoso que nunca. Por mi parte abrí la mía, la bebí y aguardé que él hiciese lo mismo.

Me sentí fascinado y excitado de inmediato. Cuando me disponía a besarlo él lo hizo. Se lanzó a mis brazos y logró que ambos cayésemos frente al fuego. Sus glúteos se colocaron sobre mis caderas, mi espalda quedó completamente pegada al suelo y mis manos se posicionaron en su cintura. Louis tenía unos glúteos redondos, alzados, y suaves que se veían acentuados gracias a sus caderas algo anchas y su cintura ligeramente femenina. Sus muslos parecían cincelados por Miguel Ángel y su vientre absolutamente plano. Tenía el cuerpo de un hombre algo más joven de la edad en la cual paré su envejecimiento. Por mi parte, aunque era más delgado y menos musculado que mi hijo, tenía un aspecto más feroz cuando me desnudaba.

Mi miembro se vio agasajado por el roce de aquel cuerpo de adonis. Louis comenzó a desnudarme sin dejar de moverse como una serpiente gracias a las notas de un faquir. Mis labios se abrieron deslizando la lengua por mis dientes, apreciando mis crecidos colmillos, para luego palpar la comisura diestra de mi boca. Él se inclinó hundiendo su rostro en mi torso, besando cada pedazo de este, para acabar mordiendo uno de mis pezones. Sus manos acariciaban mis costados, pero acabaron siendo garras que arañaban encajándose en mis costillas y caderas. Aquello me revolucionó.

Hice un gesto drástico y lo tiré al suelo, mientras me incorporaba y retrocedía un paso para apreciar mejor su imagen. Él jadeó y yo reí tomando mi virilidad por la base, acariciando ligeramente mis testículos, para incitarlo. Louis gateó como un niño pequeño hacia mí, pero con los ojos lima de un gato peligroso. Entonces apretó suavemente mi glande entre sus labios y comenzó a juguetear con su lengua en el meato. Eché la cabeza hacia atrás, permitiendo que mi rubia y ensortijada cabellera rozara el aire. Su boca entonces se convirtió en una especie de conducto cálido, estrecho y húmedo que finalmente engulló con apetito mi miembro. Mis manos se pusieron entorno a su cabeza y comencé a mover mis caderas con brío. Las suyas acariciaban su torso desnudo, jugaban con sus caderas y comenzaban a pellizcar su glande. Sabía que estaba conteniéndose para que yo pudiese convertirme en una fiera. La misma fiera que acabó apartándolo, tirándolo contra el suelo, alzando su cadera y penetrándolo de una vez.

Un grito de dolor se unió a un trueno y un relámpago, los cuales no tuvieron más que segundos de diferencia. La habitación se iluminó por completo y la luz se fue. Sólo quedaba la chimenea que parecía cada vez más avivada. El sonido de mis testículos contra su trasero era cada vez más atroz, igual que el ritmo que llevaba mis caderas. Él abría mejor sus piernas, pegaba su torso al suelo y su rostro estaba girado hacia la derecha. Tenía el cabello algo enmarañado, pero eso no le restaba belleza a sus facciones.

—Te amo—jadeó aferrándose a la alfombra que teníamos bajo nosotros.

Mi glande golpeaba su próstata. Conocía bien ese lugar confortable y estrecho para mi miembro. No era la primera vez que le ofrecía semejante muestra de amor y libido. Entonces, cuando ambos subimos al cielo, él alzó su cabeza y yo tiré de su cabello. Pude sentir a Amel regocijarse mientras mi simiente llenaba sus entrañas y Louis gemía como una puta cualquiera mi nombre.

—Has hecho bien, has hecho bien—murmuró—. Él desea ser tu puta más que el amante sereno que crees que es. Quiere ser el único al que trates de esa forma. Acéptalo, es el regalo más preciado que puedes hacerte.

—Calla...—susurré agotado mientras salía de su estrechez, para ver entonces el espectáculo de mi semen corriendo por sus piernas y goteando junto a los restos del suyo.

Me senté en el suelo, con las piernas ligeramente abiertas y flexionadas, intentando recuperar la cordura. Sin embargo, Louis se giró y buscó hueco entre mis brazos, para pegarse a mi torso y rodearme con los suyos.

—Te amo, Louis—susurré llevando mis manos a su rostro, apartando cualquier mechón que me impidiese ver su mirada cansada y su sonrisa bucólica—. Te amo. Me casaré contigo si eso te hace feliz.

—Dirás que renovarás conmigo los votos frente a todos, en la capilla de tu castillo y convirtiéndome en tu esposo... porque yo me siento tuyo y tú eres mío. Nuestras almas son una—murmuró cerrando los ojos mientras apreciaba en él una calma única.


Tenía razón. Era sólo renovar los votos sagrados que nos dimos aquel día en Nueva Orleans.   



Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt