Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 2 de marzo de 2017

New York, New York

En alguna parte de Nueva York surgió una conversación. Una de esas que usualmente pasan desapercibidas para el resto de los mortales. O más bien, para la mayoría. Hay inmortales que estarían dispuestos a tener la suerte de escuchar tal diálogo por simple, extraño y rápido que fuese.

—¿Alguna vez piensas sobre las consecuencias de tus actos?—preguntó con las manos metidas en su gabán negro. Sus largos cabellos pelirrojos caían sobre sus hombros y su afilada mirada castaña se enterraba, como si fueran alfileres, en los ajenos. Estaba realmente molesto porque no medía sus palabras, sus actos, sus determinaciones...

—¿Deseas que sea sincero o que te mienta?—dijo tras una risa socarrona.

—Sinceridad, por favor—contestó.

—No—contestó aún jactándose de su valentía, o más bien de su temeridad.

—Lo sabía—murmuró apretando los dientes.

Ambos eran jóvenes y apuestos, pero uno llevaba una ropa demasiado formal para su edad. Uno era rubio, esbelto, con una boca carnosa y unos ojos con distintas tonalidades de azul y violeta. El otro era más bajito y menudo, además el gabán de paño no evitaba ver el Armani gris humo que llevaba bajo este. El desvergonzado rubio tenía el pelo aún más largo y rizado, el cual caía sobre una chaqueta de cuero llena de tachuelas. Uno usaba mocasines, el otro botas típicas de una estrella del rock. Era la guerra entre la ropa formal y la de un bala perdida.

—No del todo. Pienso en las virtudes de comprobar si estoy equivocado o no. deseo experimentar como hizo Frankestein con su monstruo, Jekyll consigo mismo...—argumentaba hasta que fue detenido por su propio reflejo en un escaparate. Se quedó allí callado observando como se reflejaba en el vidrio, pero también dejando que sus ojos se perdieran en los instrumentos que se exponían. Había un violín. Siempre que veía uno recordaba a Nicolas.

—Son casos literarios—respondió tras un largo suspiro.

Retrocedió unos pasos y tiró de su acompañante para que siguiese caminando a su altura. El otro muchacho estaba algo desorientado, pero sólo fueron segundos. Como supondréis uno era Armand le Russe y el otro Lestat de Lioncourt.

—Basados en grandes hombres de la ciencia que comprobaron sobre su propia persona, o todo lo que tenía a su alrededor, la certeza de sus palabras—dijo.

—Locura—masculló el pelirrojo.

—Ah, sí. ¡Y sienta bien!—alzó los brazos soltándose del fuerte agarre de su contrario, su adversario, su amigo y uno de los personajes principales en su vida. Armand siempre había estado ahí.

—Al parecer es en lo único que piensas. Piensas en tus locuras y en lo bien que quedan en tu hoja laboral—rechistó arrugando su nariz.

—¿Acaso tú no piensas en tus proyectos de alquimia? Sé que aún adquieres aparatos electrónicos para revisar su funcionamiento y realizar experimentos poco sensatos—respondió entre risotadas Lestat, como si fuese algo extremadamente divertido.


—¡Cállate!—gritó.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt