Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de abril de 2017

Motivos

Hay cosas que él escribió en un diario y Eleni lo posee...

Lestat de Lioncourt 


—¿Por qué lo hiciste?—preguntó.

Había desafiado a Armand. Me juró y perjuró que si tocaba una nota más en mi violín me amputaría las manos, del mismo modo que lo quiso hacer mi padre. Aquello no me detuvo. Simplemente hizo que me irguiera y comenzara a tocar con tesón. Si bien, ella no preguntaba por ello. Ella me cuestionaba el motivo por el cual eché a Lestat del local exigiendo que me abandonara.

—Quería que sintiera el mismo desprecio que él me había hecho sentir—respondí.

Un desprecio a sus deseos, sus necesidades, su silencio de mortuorio como si todo el mundo debiese estar ante un féretro...

—Y ahora te vuelve loco que no esté aquí. Has perdido el juicio y sólo lograrás que Armand te mate—me recriminó.

—Que me destruya si quiere, pues mi alma ya salió ardiendo como Roma a manos de Nerón—dije alzando el rostro, aunque no la miré. No podía ver el rostro de Eleni. Ese rostro me torturaba. Sus expresiones amables y dulces, como las de una madre bondadosa, me hacían recordar que la mía jamás me amó y que siempre fui un paria entre los parias.

—Nicolas...

—Fui criado para ser una bendición, pero me convertí en la oveja negra de la familia cuando dejé mis estudios de derecho—confesé—. Sólo quería ser libre, hallar mi lugar en este mundo, y lo encontré junto a un violín—cerré los ojos echando la cabeza hacia atrás, golpeando suavemente y con ritmo la pared recubierta de madera de mi jaula. Estaba allí, en una especie de celda que Armand había hecho especialmente para mí, y nadie podía sacarme porque se arriesgaban a ser quemados—. ¡Qué despreciable! Ni siquiera añadí un bastardo a la familia venido del vientre de una puta pueblerina como hizo él. ¡No! Sólo quise tocar el violín y aquí me tienes. Ni siquiera el violín sofoca mi dolor.

—Vete, búscalo.

—¿De qué me servirá?—pregunté mirando mis muñones—. Eleni, aunque Armand me regrese las manos, no solucionará el desasosiego de mi pecho. A pesar que él regrese o yo lo encuentre, tras liberarme de esta carga que me ata al teatro, no lograré nada. Es absurdo.

—¿Por qué?—se acercó a los barrotes y los agarró. Nuestros ojos se encontraron y yo suspiré.


—Porque no puedes obligar a nadie a que te ame—respondí—. No puedo obligar a que él lo haga.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt