Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 5 de abril de 2017

Verdades

Por eso amo a esta mujer, aunque no como muchos pretenden creer. Lo confundí una vez, pero no más. 

Lestat de Lioncourt 


La verdad no es fácil de admitir aunque a veces sea lo único que nos mantenga en pie. Es contradictorio, pero ocurre. Vivimos en una época donde la mentira es demasiado tentadora y se toma como placebos para el inminente dolor. Nuestra sociedad está intoxicada por lo que ocurre a su alrededor y prefiere dejar de pensar, olvidar lo que realmente ocurre más allá de sus narices, con tal de sobrevivir en un ambiente hostil e imposible. Sin embargo, se lucha continuamente por descubrir y usar esa verdad como símbolo. No importa cuánto o cómo se logre, pues a veces los medios no son los más correctos o propios, pues lo único que se desea es sacar la cabeza de esa brea que impide respirar sin rezumar odio, violencia, venganza o miseria.

Durante muchos años intenté admitir todo lo que me ofrecía esta vida. Una vida plácida pese a la lucha constante de la mujer que me cuidó y crió como si fuese mi propia madre. Pero luego me di cuenta que la mayoría de aquello que conocía era una mentira tras otra ocultando una verdad incómoda que me haría sufrir un calvario. Mi único mal fue nacer, igual que el de otras mujeres en mi familia. No digo que hayamos tomado decisiones incorrectas, sino que alguien tomó esas decisiones indebidas hace demasiado tiempo y aún resuenan sus pasos entre la galería de nuestras propias almas.

Un simple baile impetuoso, lleno de libertinaje, en unas viejas rodas hizo que un fantasma se presentara ante una antepasada y esta decidiera vengarse, de forma tal vez algo infantil e indebida, del hombre que la había marcado y hecho madre sin tomar luego responsabilidad alguna. Supongo que eso fue el inicio del fin, como se suele decir, para decenas de generaciones. Después su hija siguió el camino torcido y decidió por fin asentar los trucos sucios de aquella criatura. Otros lo adoraron como si fuera el demonio. Digo otros porque también hubo un hombre, aunque este intentó combatirlo a sus espaldas y de nada le sirvió. Ese hombre fue Julien Mayfair. Intentó corregir el camino y cambiar el rumbo de la familia, pero fue imposible. Cuando murió en el alfeizar de su ventana, observando el jardín donde su descendencia moriría o acabaría enloqueciendo, lo sabía. No había hecho demasiado, pero lograría regresar como espectro para ser parte de una pieza más de un rompecabezas extraño.

Me costó años saber la verdad. Conocer los orígenes de mi familia fue duro, pues supe que mi verdadera madre estuvo viva y sedada para que no me buscara. La tachaban de loca cuando todos sabían, sin excepción alguna, que esa criatura existía y que muchos en Nueva Orleans, la ciudad donde residíamos, lo llamaban “El Hombre”. Mi propio marido lo vio desde que era un niño y conocía bien sus rasgos. El mismo que era familiar mío sin saberlo. Sí, éramos primos y cumplimos con una tradición de incesto que sucedía desde antaño: los Mayfair se casan con Mayfair.

Actualmente he sido madre de dos monstruos, aunque la mujer que yació en mi vientre la considero más un ángel que un demonio. Ese espectro se apoderó de mi hijo y lo hizo nacer con una genética distinta a lo habitual. Se quedó con su cuerpo y se llamó así mismo Lasher. Intenté protegerlo únicamente porque un instinto animal surgió de mis entrañas: tenía que salvar el fruto de mi vientre. Fui una estúpida. Recurrí también a la ciencia. Amaba la ciencia. Soy una científica y vivo por las innovaciones. Creí que él podía aportar algo nuevo y busqué la verdad en su genética. De nuevo una estupidez tras otra. Mi marido estuvo a punto de morir, además lo consumía la soledad, cuando yo me marchí y por otro lado esa criatura me violó y sometió a sus caprichos. Incluso me hizo gestar una hija suya tras varios abortos.

Ya no puedo ser madre. Ambas criaturas yacen bajo las raíces de un viejo roble. Mona Mayfair, que era prácticamente una niña cuando la conocí, se hizo con la principal heredera pero no sirvió de nada. Ella también cayó en esa genética extraña y tuvo una hija con mi propio marido, fruto de un desliz por su parte debido a mi estupidez, y también varios abortos que he ocultado incluso a mis familiares más próximos. En estos momentos sus nietos, los nietos de Mona y Michael, donan su genética y colaboran conmigo intentando hallar soluciones a pacientes que vienen buscando prácticamente la inmortalidad.


Si mis pacientes supieran la verdad caerían en la locura. Por eso quizá no buscan más allá de la fachada icónica de este Hospital Mayfair. Tal vez por eso no contemplan el dolor en mi mirada. Sí, quizá.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt