Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 10 de abril de 2017

No abras IV

Sus palabras hicieron eco en mi mente y revotaron hasta el pequeño lugar donde se hallaba Amel. Ambos guardamos silencio un largo rato. Recordamos nuestras hazañas, pues ahora sabía que la habíamos vivido de la mano, y suspiramos largamente. Tal vez tenía razón, pero seguía dudando sobre Memnoch y los mensajes que siempre recibía por su parte. Desde el principio, hace ya más de dos décadas, él se presentó como una abominación para luego demostrarme, a su modo y criterio, que en realidad estaba de nuestro lado porque Dios nos daba la espalda. Ahora exigía que apoyase de nuevo otra de sus consignas. Una de tantas. Ya me había dado unas cuantas que pueden leerse en el libro donde David Talbot, mi buen amigo, decidió recopilar todo lo que yo había vivido con el demonio. Fue agotador mentalmente para mí, pero también para él y para cualquiera que leyese uno de los miles de ejemplares vendidos hasta la fecha.

Por un instante me vino a mi mente los ojos de Tarquin Blackwood. Hacía demasiado que no sabía de él. Creyó en mí sin dudar ni un segundo de mis habilidades y nunca cuestionó mis palabras. Desconocía su paradero o si realmente había sobrevivido a los ataques. Amel nunca se pronunciaba acerca de eso. Daba por hecho que no podía exigir nada a cambio. Tendría que vivir con la duda hasta que alguien pudiese darme datos ciertos. Por supuesto podía preguntarle a Memnoch, ¿pero sería correcto? ¿Me diría la verdad? Jamás. Me crucé de brazos y miré al caído, como así exigía que le reconociese, para luego girar mi rostro hacia las llamas.

—Estás a la defensiva—dijo.

—No—negué en rotundo.

—Tienes los brazos cruzados, esquivas la mirada y aprietas la mandíbula—contestó con un tono de voz divertido—. Ah, viejo amigo...

—¿Quién te dijo que soy tu amigo?—pregunté bajando los brazos para aferrarme al sillón y mirarlo fijamente, como una fiera absolutamente salvaje, a los ojos.

—Eso creía, pero tienes razón. No debo de dar nada por hecho—dijo encogiéndose de hombros—. Lestat, ¿podemos hablar o seguirás jurándome odio eterno?

—Odio eterno no suena mal—respondí.

—Tú no odias.

—Tienes razón, más bien rechazo y nada más—contesté provocando que se riera.

—Lograrás que me duela el estómago y la mandíbula de reír. Eres muy cómico cuando quieres—comentó negando suavemente con la cabeza para luego apoyar su mentón bajo el dorso de su mano derecha. Estaba entretenido con mis expresiones algo simples e infantiles, pero yo estaba a punto de estallar.

—Supongamos que te escucho y me creo tu mensaje, ¿qué pasaría luego de emitirlo? ¿Qué ganas?—pregunté de inmediato.


—Oh...—rápidamente se puso serio—. No lo sé. Supongo que la conciencia tranquila por haber hecho todo lo posible para detener toda esta locura y odio.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt