Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 11 de abril de 2017

No abras V

La conciencia tranquila era algo que existía en esta sociedad pese a las bombas, los niños moribundos en la frontera de Gaza o Siria, los ataques terroristas perpetrados por las distintas religiones, los campos de concentración y exterminio que aún se daban pero que se llamaban de maneras más bucólicas o idílicas, del odio al diferente, de las hambrunas o las guerrillas disparando balas en zonas como Kenia. Todo era conciencia tranquila. Era fácil de tenerla. Donas algo a la parroquia, a una ONG o adoptas a un animal para evitar su maltrato y te crees alguien con conciencia. Muchos no alzan la voz, no van a manifestarse por sus derechos porque creen que les pueden arrebatar otros. Pobres ilusos. Si dejan que los pisoteen seguirán haciéndolo. Hablan de violencia en una manifestación contra el saqueo prolongado de los gobiernos, la corrupción que agita al sistema judicial y al Estado, o de humillaciones a víctimas de atentados terroristas cuando quienes murieron fueron dictadores o aliados de estos con las manos manchadas de sangre.

Pero todo se soluciona con un poco de deporte, programas de entretenimiento con un fin poco lícito donde se habla de la vida de los demás y tertulias baratas sin sentido que señalan como enemigo a los revolucionarios de hoy. Se callan conciencias cambiando de canal para no ver bombardeos, para no escuchar lo que dijo el presidente de este o aquel país, y uno no se informa de lo que ocurre cera de sus fronteras. La callada de conciencias, la manipulación para que no se piense por uno mismo y se pierdan las energías, es tan fuerte que no se puede detener.

La revolución y los revolucionarios son mínimos frente a los opresores. Cientos de mentes son oprimidas gracias a las redes sociales y medios de comunicación. La publicidad imperante con su habitual machismo encubierto, odio a lo diferente y exigencias de ser único usando una marca o un modelo “x” de electrodoméstico o tecnología de vanguardia. Ante mí tenía una sociedad vacía y pueril que no se movía por nada si no sentían el daño cerca o en su propia piel. De esas que hablan sólo de terrorismo cuando ocurre en occidente y de terrorismo religioso cuando lo comete el islam.

—Mi conciencia está limpia—dije una pequeña mentira—. ¿Acaso crees que no es así?

—Por supuesto que no lo creo. Tú no eres como la mayoría. Tú has nacido en una época distinta donde se actuaba más y se decía menos. Eres un hombre de acción y no de palabras. Testimonio fiel a aventuras que no se pueden describir con facilidad. Por supuesto que no, Lestat. Vives en una guerra abierta a los sentimientos encontrados hacia la humanidad. Quieres mantener cierta esperanza porque ves que son capaces de cosas increíbles, pero también deleznables. Ambos lo sabemos muy bien—decía mientras se incorporaba para acercarse a mí y quedar a mis pies, como si implorara. Me pareció curioso y hasta burlesco que hiciese algo así, pero comprendí que estaba desesperado. Su aroma era tan penetrante que me sentí mareado, también la energía que destilaba. Era algo extraño. Podía jurar que no era real, pero lo tenía ante mí. Era capaz de tocarlo y aún así no lo hacía. Temía descubrir que realmente existía y que había negado su existencia con la osadía de un maldito imbécil.

—Digamos que te ayudo—contesté—. ¿Cómo podría hacerlo?

—Ve a la radio de Benji y háblales. Cuéntales cómo el mundo se está acabando. Influye en sus conciencias—se aferró a mi brazo derecho y se echó a llorar. Era la primera vez que veía como lloraba de ese modo. Sus lágrimas parecían sinceras y cálidas—. Llevo siglos, por no decir milenios, viendo como se matan y no puedo detenerlos. No puedo. Estoy harto de encontrarme con almas en pena... Me asfixio. Cada vez son más jóvenes por uno y otro motivo. Sálvalos, haz que se vayan luchando y se irán en paz.

—Con que es eso—murmuré—. Tienes exceso de trabajo debido a su mal comportamiento.


—Tengo exceso de dolor, Lestat.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt