Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 12 de abril de 2017

No abras VI

Exceso de dolor. Eso era todo. Parecía fácil decirlo y digerirlo, pero era muy difícil. Él decía haber caído en el momento en el cual se impuso a Dios para exigirle que las almas, esas que quedaban vagando eternamente, tuviesen un lugar más apropiado que la oscuridad donde yacían otras que jamás tuvieron oportunidad alguna de saber su propia existencia. Dios se negó a escuchar y le pidió que se marchara a la Tierra y cuidara de esta tal y como le había dicho. Recuerdo que había leído más de una vez que los arcángeles eran líderes de la milicia de Dios junto con los tronos. Estos patrullaban la creación divina y colaboraban codo con codo con los ángeles rasos o ángeles de la guarda. Entretanto en los Cielos, el verdadero lugar de Dios, se hallaban los querubines cantando alabanzas para enorgullecer y satisfacer el ego divino. Serafines y el resto de ángeles ocupaban otras labores meramente administrativas.

Dolor. Hablaba de dolor otra vez. Esa era la palabra clave y la respuesta a todo: Dolor. El dolor de los humanos, el dolor que él profesaba, el dolor de las almas y mi propio dolor. Yo también sufría, también sentía dolor. Cerré los ojos y apreté con fuerza los puños a sabiendas que iba a sufrir una gran decepción.

No debía escucharlo, pero sabía que si no lo hacía me odiaría por ello. Todos merecemos ser escuchados, aunque sólo acarreemos mentiras. Miré sus ojos y vi horror. Ese horror que había visto en los ojos de los niños moribundos en las guerras, esas que con armas invisibles destrozaban generaciones enteras. Apreté aún más la mandíbula de lo que ya lo hacía y luego me eché hacia atrás con las palmas de las manos abiertas, alzando los brazos, como si me rindiera.

—El terrorismo radical no es sólo musulmán, también lo hay en otras religiones—explicó—. Sólo tienes que ver el conflicto israelí para comprobarlo.

—Eso lo sé—dije.

—Es un movimiento financiado por grandes corporaciones y los propios gobiernos que dicen ir en su contra. Sólo desean ese pedazo de tierra para convertirlo en un infierno y así expoliarlo.

—Sí, llevan haciéndolo desde antes de la II Guerra Mundial, pero de forma muy sutil—intervine provocando que me mirara asombrado—. No sólo soy una cara bonita, ¿sabes? Que estuviese décadas dormido no implica que no me haya informado rigurosamente sobre las décadas que me perdí. El mundo cambió demasiado y debía tener una explicación. Tanto odio, tanta maldad, tanto desaire debía tener un origen y lo hallé. Además he viajado a Alemania alguna vez y he aprendido que no se deben repetir los errores, pero al parecer el ser humano no aprende jamás—comenté con un tono lleno de dolor y rabia. La furia subía por mi cuerpo, pero también descendía una corriente de tristeza y amargura que finalmente quedaba en nada lo anterior.

—Háblales—rogó—. Diles a todos lo que sabes y explícales lo que puede suceder si siguen así. Puede que exista una tercera guerra que implique la masacre de miles, la pobreza de millones y millones de personas, el hundimiento de la economía y un malgasto innecesario de dinero de los diferentes países en algo que podía ser invertido en cultura, sanidad o cualquier otra cosa menos lesiva—se movió entonces por la habitación y suspiró largamente antes de apoyarse en la chimenea—. El mundo es una bola de odio.


—Lo haré, pues no pierdo nada con intentarlo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt