Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 9 de mayo de 2017

Mi poema de Keats

David la cagó, pero supongo que su amor sigue en pie.

Lestat de Lioncourt


Sentado frente a aquel ponche caliente comencé a pensar en ella. El mismo local, gente similar a esa noche, y el ruido del tráfico de fondo mientras sonaba una canción con melodía triste. Nunca presto atención a la letra, pues la música jamás fue algo que me atrajese realmente. Prefiero la poesía porque uno le da la cadencia a las palabras, crea la música con su propia voz y no tiene que tener otra compañía que el silencio que envuelve todo. 

“¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo
refrescado en la tierra profunda,
sabiendo a Flora y a los campos verdes,
a danza y canción provenzal y a soleada alegría!”

Ella era mi poesía de Keats. Podía recitar su nombre mil veces y jamás lo hallaba pueril o deteriorado. Era como esa “Oda a un Ruiseñor”. Sentía que era ese sorbo de vino refrescando mi alma, que era la tierra profunda, y mi corazón danzaba esa canción provenzal llena de sol y energía soñadora. Sí, así era. Ella y no otra. 

He conocido muchas mujeres a lo largo de mi vida, pero ninguna como Merrick. Ese vestido estampado de flores aún me persigue en mis sueños, ¿o debería decir pesadillas? Esos ojos fieros, esa boca carnosa, esas manos indecentes y poderosas. Su alma era la de una fiera y yo intenté domesticarla a base de engaños. Fui torpe, descuidado y absurdo. Olvidé que bajo esa piel tostada había un alma que era demasiado salvaje y que debería dejarla libre. No era presa para este cazador, no era para mí. Pero la codicié. ¿Quién no podía codiciar a esa mujer? Era independiente, fuerte, sincera y muchos decían que era perversa o estaba loca. Loca la volví yo, perversa la convirtió la bebida y la dependencia se evaporó cuando la hice mía. 

“¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla
y me aleja de ti, hacia mis soledades.”

Abandoné su vida como quien abandona un vagón de tren en un andén. Me amó y yo, ¿yo qué hice? La dejé. Dejé que se convirtiera en Penélope esperando. Unos ojos fieros que se fueron apagando y unas manos dispuestas a todo que se doblegaron. La convertí en la sombra de lo que fue y cuando emergió, cuando decidió convertir ese amor profundo en un odio insano, la juzgué. 

“Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal!”

Después de un largo rato me incorporé, dejé unos cuantos billetes que pagaban de sobra mi consumición y eché a caminar por las desamparadas calles de aquella ciudad sureña. Nada ni nadie desmerecería la belleza de sus calles, del mismo modo que nada ni nadie arrancaría de mi corazón esos ojos verdes. Merrick era Nueva Orleans, ron y espíritus. Era mi vida y yo fui su tumba. Codicié demasiado cuando no era siquiera digno de ser nombrado en sus labios. Viejo absurdo, eso fui. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt