Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 4 de junio de 2017

Mujeres

David Talbot demostrando que es el amor hacia las mujeres junto a Gabrielle y Pandora.

Lestat de Lioncourt 



Estaba sentada en las escaleras de aquel edificio en ruinas. Habían ido a conversar ambas después de una noche demasiado agitada. Las seguí con el único deseo de poder integrarme en aquella charla, pues sentía que mi corazón iba a desbordarse ante tantas emociones tan diversas como terribles. Había empezado una nueva etapa en nuestro mundo y los cimientos que nos habían sustentado, de algún modo u otro, habían sido destruidos convirtiéndolos en cenizas. Por una parte comprendía que hay que evolucionar para poder avanzar, que a veces hay que dejar atrás todo el equipaje, pero este desafío era muy superior a cualquiera que hubiésemos podido imaginar.

Gabrielle, como he dicho, se había sentado en las mugrientas escaleras de un viejo edificio. Tenía constancia que fue un hermoso cine, pero que la nueva era de cines mucho más impresionantes habían destruido las salas pequeñas. Ya no había intimidad en esas salas amplias donde se va más por moda que por el hecho de buscar la emotividad, el cosquilleo nervioso en nuestros vientre y el asombro.

Pandora llegó poco después. Estaba vestida de una forma muy elegante y miró los escalones rechazando el tomar asiento. Su traje bermellón con hermosas piedras preciosas en su cinturón, el cual se ceñía dejando poco a la imaginación para su cadera, la realzaba como una vieja musa. Llevaba joyas de gran valor en sus muñecas, adornando su recogido de trenzado de distinto grosor, y también en su largo cuello o sus pequeñas orejas. Era toda una dama de sociedad, o al menos aparentaba ser una de esas dueñas de grandes fortunas y privilegios. Su oponente, no.

La madre de Lestat estaba enfundada en unos viejos jeans algo desgastados en los bajos, con una guayabera típicamente masculina para muchos, unas botas militares algo sucias y el cabello suelto completamente enmarañado. Ella no llevaba maquillaje, ni joyas, ni perfumes y ni mucho menos parecía necesitarlo. Únicamente tenía un viejo reloj de muñeca de correa marrón que parecía estar roto, al menos su esfera.

—Ha sido muy triste—dijo con la voz ronca y algo quebrada—. Pronto traerán los restantes cuerpos para que sean enterrados como merecen.

—Tu hijo lo hará bien—contestó Pandora con una sonrisa cargada de emoción—. Lo has educado de una forma maravillosa y sabrá buscar igualdad, respeto y comprensión para todos.

—Yo no lo he educado. Ha sido la vida quien le ha demostrado que yo no estaba equivocada—contestó respondiendo a esas palabras y esa sonrisa. Tenía unos ojos fieros, pero sensibles. Se notaba que había estado llorando cuando depositó el cadáver de Mekare en el foso.

—Eres pura pasión y libertad, eres su ejemplo. Claro que lo has educado. Sólo tienes que verte—comentó tras decidir que no importaba si tenía que llevar su hermoso y caro vestido a la tintorería. Se sentó a su lado y apoyó su cabeza en el hombro derecho de su vieja amiga—. Recuerdo la primera vez que te vi. Eras pura fuerza. Callaste a Marius con sólo un par de miradas. A mí me cuesta un largo discurso, pero tú eres capaz de destrozarlo.

—Porque en tus ojos aún hay amor hacia él. Yo no lo amo, aunque le estoy agradecida por salvar a mi hijo—rió estrechando el cuerpo de Pandora como si fuese una niña, pero no lo era. Era ese amor que se siente hacia otro igual. Un amor puro. El amor de una madre hacia otra mujer que, aunque no pudo ser madre, siente la maternidad desde otro punto de vista. Pandora creó a hombres inteligentes y fuertes, apasionados, diestros en las letras y llenos de sueños para que fueran sus “hijos”. Gabrielle no tuvo que crear a nadie. Ella ya había sido madre y sólo tuvo que contemplar, a veces desde lejos, los triunfos y fracasos de Lestat. Ambas eran mujeres fuertes y lo siguen siendo, pero a su modo. Mujeres decididas a todo—. Te quiero. Te quiero muchísimo, ¿lo sabías?

—Sí, sé que me quieres porque aprecias mi compañía—dijo tras una ligera risotada. Alzó el rostro y besó la mejilla de su buena amiga—. Voy a extrañar las conversaciones con Maharet.

—Ha sido un golpe terrible para todas nosotras. Akasha demostró lo ciega que se puede estar al dar importancia, o mayor relevancia, a un sexo. Ella demostró que se puede convivir en paz entre ambos géneros, ayudar a los más desafortunados y cuidar de la familia aunque fuese por medios poco usuales para un vampiro—cerró los ojos y tomó aire para dejarlo pasar lentamente. Todo su cuerpo pareció entrar en paz y Pandora hizo lo mismo.

—Vivimos en una sociedad patriarcal. Mi padre me hizo ver que era tan válida como cualquier hombre, pero hoy en día faltan hombres como él. Siempre han faltado hombres como él—comentó Pandora mirando con sus ojos castaños a Gabrielle para luego tomarla del rostro—. Has roto los géneros, que sólo son construcciones culturales de sociedades que no quieren avanzar, y has logrado colocar esa semilla en el corazón de tu hijo. Espero que la sociedad sea más justa y equitativa. Aunque sólo lo sea la sociedad vampírica....

Temía interrumpir, pero ambas giraron su rostro y me miraron. Era un intruso. Si bien, quería luchar a su lado. Deseaba escucharlas. Sabía que tenían cosas impresionantes que mostrarme. Gabrielle era muy cerrada, muy terca, muy poco dada a las largas conversaciones y yo era un ser que amaba desvelar misterios. Por un lado temía desvelar los que ella me ocultaba, pues había cosas que no querría mostrarme como cualquier otro en su lugar, pero por el otro ansiaba ver desnuda su alma para besar cada cicatriz.

—¿Llevas mucho ahí?—preguntó con suspicacia Pandora.

—El justo.

Recordé como ella en sus memorias decía que no sabía vestirse, ni maquillarse, y que era una fiera. Flavius, que era un hombre, supo explicarle como usar el labial, los polvos, los trajes y velos. Él, que era un símbolo de masculinidad, embelleció el rostro de su dueña porque el interior de esta ya estaba perfectamente amueblado. Demostró que saber de colores o maquillaje no era sólo cosa de mujeres. El recordar eso me hizo sonreír. Esa noche llevaba un maquillaje sutil que le daba una apariencia muy humana.

Tomé asiento entre ambas, pues se separaron para darme la bienvenida, y entonces Gabrielle apretó mis manos entre las suyas. Cuando me miró intensamente supe que me estaba dando las gracias en silencio, pero a viva voz si se trataba de sus pupilas.


¿Cómo no amar a las mujeres? Si ellas son nuestras madres, amigas, compañeras... Son parte de nosotros y nosotros de ellas. Tenemos que luchar a su lado para que puedan finalmente alcanzar el respeto que se merecen, la voz que parece haberles sido robada y el amor que nunca debió faltar en sus vidas. Me quedé allí guardando respetuoso silencio recordando la marcha de Maharet y pensando que quizá teníamos el privilegio de comenzar una sociedad nueva mucho más justa sobre y bajo su recuerdo.   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt