Benji escribió otro texto sobre esos días, pero mucho más profundo.
Lestat de Lioncourt
Sentía un desapacible sentimiento que
lograba que estuviese con los ojos fijos ante la siniestra realidad
sin mover un sólo músculo. Decenas de jóvenes estaban siendo
destruidos y las imágenes de lo ocurrido en Calcuta evidenciaban que
estaba extendiéndose más allá de Brasil y países del sur de
América. En aquellos momentos la situación era bastante difícil y
no se podía abarcar el problema. Sólo era la punta del enorme
iceberg que estaba a punto de hacer zozobrar a toda una especie. Nos
hundíamos y no había opción a rescate.
Por lo que había logrado entender los
causantes eran nuestros propios congéneres. Los vampiros más
relevantes o ancianos estaban implicados. Por primera vez no era
culpa de Lestat. Él ni siquiera estaba presente, pero sí sus
innumerables copias baratas que se paseaban por las tumultuosas
calles de Nueva Orleans. Decenas de jóvenes se vestían con ropas
baratas, aunque similares a las narradas en sus escritos, con el
cabello alborotado y una sonrisa estúpida en los labios. Demasiados
para mi gusto. Lo idolatraban y yo simplemente lo veía como el
posible héroe que sofocaría las llamas de un incendio que estaba
destruyendo decenas de vidas. Y no eran vidas comunes. ¡Eran vidas
llenas de siglos y por lo tanto conocimiento!
A mi radio llegaban audios, vídeos,
fotografías y llamadas exigiendo poder conversar sobre el horror
vivido. Algunos sobrevivían y otros sabían que estaban a punto de
ser destruidos, pues en la ciudad donde se hallaban ya habían
destrozado a más de una centena en una sola noche. A cada hora que
pasaba se abrían nuevos focos. En pocos meses habíamos pasado de
ser miles a tan sólo un puñado.
Intentaba no ser alarmista, pero
finalmente sucumbí a la histeria. Hice comunicados terribles,
envueltos en la desesperación y la rabia. Juro que lloré en más de
una ocasión por pura frustración. Había jóvenes que huían de una
ciudad a otra y eran perseguidos por criaturas tan quemadas como sus
víctimas. Asimismo hablaron de una figura quemada, con túnica
raída, que destrozaba a todo aquel que se aproximaba. Existían
vampiros que despertaban y buscaban la sangre de sus congéneres.
¡Horrible!
Nadie puede imaginar el grado de
estrés, preocupación y depresión en el que me hallaba. Pero
finalmente la luz apareció a través del túnel. Decidimos que
debíamos reunirnos para aunar fuerzas y que Lestat debía
liderarnos. El problema era encontrarlo. Fue David, en su llamada a
Jesse, quien hizo que este se percatara que algo no iba bien. Él los
hacía juntos, pero no era así. No estaban juntos, sino separados.
Maharet primero echó al viejo director de Talamasca, y luego fue a
su propia descendiente. Algo ocurría en su hogar y ese algo era
Amel. La fuente era su hermana y ella se negaba a entregarla. El
resto... el resto ya lo conocen.
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