Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 20 de julio de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte IV)


-Yo quiero ya, quiero ser yo el novio.-buscó mis labios y me besó de forma que me impresionó. Esa pasión únicamente era mía, no de él.-Quiero decir si quiero, deseo que todos sepan cuanto nos queremos y dejar esta farsa en la que vivimos. Me gustaría pasear de la mano contigo, me sentiría orgulloso de que me tomaran fotos con el hombre más atractivo de todo Japón y de esta cochambrosa ciudad.-lo miraba fijamente mientras decía todo aquello.-Quiero ser papá otra vez, quiero ser el papá de Jun y el esposo perfecto.-eso me dio cierta ternura, él siempre me la daba.

-Serás su papá, pero por ahora no puede ser.-le repetía lo de él había escuchado miles de veces.

-Yo quiero serlo ya, quiero decirles a todos que el nene de mi móvil es mi hijo y sonrojarme al decir que se parece a mi esposo. Mi esposo, porque eso eres para mí desde que me diste esto.-mostró ese maldito anillo con sus mejillas sonrojadas.-Para mi estamos casados desde ese día.

-Yutaka.-murmuré pasando mis manos por su espalda.

-Me gustaría que me llamara papá, que tú me dijeras que me amas sin tener que irte en la noche y poder besarte en el escenario. Quiero hacer rabiar al mundo entero porque yo, sólo yo, te tengo.-besé sus labios para que dejara de hablar, de hacerse daño con esas expectativas.-Él nunca te entenderá como yo.

-Eso lo sé.-su rostro era el de un niño iluso, no se esfumaba esa felicidad.

-Hoy jugaremos a que no existe Phoenix… por favor.-asentí acariciando su cintura.

-Hoy serás el único.-murmuré y al apartarme observé al bebé dormir aún.

-Vamos al baño, no quiero que despierte y nos vea. No me gusta que vea cosas que no son para niños de su edad.-tiró de mí hasta el lavabo y allí comenzamos a besarnos con mayor intensidad.

-Uta sólo tú sabes entregarte por completo a mí.-se dejaba hacer, vibraba en cada caricia.

-Sólo he sido tuyo.-al quitarse esa camiseta sonreí.-Y puedes hacerme lo que se te antoje.

Jun comenzó a llorar, él se apartó y salió corriendo abrazándolo. Lo miré desde el marco de la puerta hacia la estancia. El niño inmediatamente sonrió al verlo y gritaba su nombre. Uta acariciaba sus mejillas y disfrutaba de ese momento más Phoenix. Podía notar como quería a ese niño por encima de cualquier cosa, no era un capricho.

-Le he comprado un montón de cosas, pero para que no sea un consentido se las iré dando poco a poco.-murmuró besando su frente.-Aunque lo que más me gusta es un andador.

Saqué mi móvil y les saqué unas fotos. Esa sonrisa en ambos me hizo pensar si así se veía Miho en sus brazos.

-Es tan guapo, tan perfecto, no puedo creer que sea de Hero.-murmuró.-Es tan guapo como tú.-dijo mirándome a los ojos.-¿Nos estás sacando fotos?

-Luego te las paso, si quieres.-sus mejillas ardían.-¿Qué?

-¿Podríamos sacarnos una los tres?-se levantó caminando hacia mí tomando el móvil de mis manos.-¿Podemos?

-Podemos.-el pequeños miraba y reía.

Rozó mis labios dejándome con ganas de más, de mucho más. Con disimulo acarició mi entrepierna y como acto reflejo cerré los ojos deleitándome de esa sensación. Nos colocamos en la cama con el pequeño entre nosotros. Sacamos una y otra foto, reíamos como adolescentes y el niño secundaba esa felicidad.

-Mi niñito.-murmuró y Jun lo miró con curiosidad.-Sí, eres mi niñito.

-Uta.-balbuceó.

-Di papi.-dijo acariciando su mejilla.-Di papi, anda Jun, di papi.

-Api.-sus manos se extendieron hacia la cara de Uta, yo había colocado las mías en su cintura.

-Papi.-repitió.

-Papi.-respondió mi hijo con una enorme sonrisa, aunque se esforzó bastante en decirlo como era debido.

-Papi Uta y Papi Atsu.-comentó buscando mis labios, besándome de forma dulce.-Es nuestro niño ¿verdad?

-Sí, tan adorable como tú.-no sabía que decirle. Hacía unas horas que grité a Phoenix que él no era su padre, sólo yo. Uta se sentía con el mismo derecho que mi prometido en decir aquello. Los tres queríamos ser su padre, los dos querían ser mi esposo y el bebé se veía metido en un lío tremendo sin él saberlo. Dos hombres, aparentemente adultos, se pegaban porque Jun los eligiera.

-Te amo.-dijo prácticamente llorando. Lloraba porque había esperando muchos años en tener algo así. Suponía que eso fantaseaba cuando tenía a Miho en pañales en su regazo, en que yo volviera y ambos pudiéramos cuidarla con Megumi.

-Papi.-esa voz dulce de Jun diciéndole de esa forma me impactaba, el niño parecía aferrarlo aún más a esa idea y yo me sentía culpable.

Sabía que era culpable de todo. Primero de abandonarlo, después de casarme sin decirle nada, más tarde de no buscarlo y quedarme con Phoenix enamorándome de él. Olvidé a Yutaka por conveniencia y por lo mismo había vuelto a él. Buscaba una especie de ayuda a todo lo que sucedía a mi alrededor, a todo lo malo, porque él era el único en darme una sonrisa pasara lo que pasara.

-Acchan no quiero que crezca lejos de mí, no quiero.-decía mientras acariciaba su rostro y besaba sus manos.-Es demasiado hermoso para alejarme sin que me duela. Se parece tanto a Miho, tan despierto y tan lleno de vida. Por favor.-murmuró mirándome a los ojos.-Por favor no quiero que lo cuide otro, quiero cuidarlo yo.-volvió a llorar y Jun acariciaba su rostro. Sus manos se empapaban de unas lágrimas de las cuales yo era culpable.

-Nadie te lo quitará, nadie te quitará ese pequeño hueco que hay en su vida.-él se levantó con el pequeño en sus brazos, meciéndolo.

-¿Sabes? Hace unos años hablé con Hero.-comentó con cierta nostalgia en sus palabras.-Estaba guapísimo con uno de esos trajes de chaqueta negros que tan bien os sienta a ambos.-me miró con una sonrisa.-Me dijo que me veía como cuando era un adolescente e iba a vuestra casa a buscarte.-entonces miró al niño.-Espero que no salga a vosotros en ese sentido. Tan halagadores y rompecorazones, porque entonces estará en un aprieto.

-Seguramente saldrá como yo, como él y como Hizaki.-respondí con una sonrisa leve.

-Entonces tendrá problemas.-dijo alzándolo y Jun rió chocando sus manos, observando la habitación una vez más para luego dirigir toda su atención a mí.

-¿Quieres que vayamos a pasear?-pregunté al pequeño y a él también, ambos parecían intranquilos.

-Sí, después podemos llamar a los chicos para tomar algo en una tienda de batidos y helados. El otro día la descubrí con Eduart, el hijo del hombre con el cual está Miho. Es un niño dulce y siempre está mostrándome lugares de la ciudad junto con nuestra nena.-Jun se aferraba a él jugueteando con sus cabellos.

-Ponte la camiseta esa justada y vayamos a caminar.

Salimos del hotel después de pagar por una habitación que apenas usamos. Nos montamos en el coche y aparqué en un parque cercano. El niño disfrutaba de Yutaka. Estaba como enamorado de su sonrisa y de su voz tenue. Después llamamos a los chicos y paseamos por las calles hasta llegar al local de batidos.

Todos disfrutamos de una tarde de sol, una tarde que era de las menos sofocantes del verano. Corría una brisa fresca que te invitaba a estar en la calle y conversar. Uta se contenía para no besarme o tomarme de la mano. No quería que los periodistas tomaran fotos de algo que pudiera hacer daño a Phoenix. A pesar de que a veces lo detestaba por tener más suerte, sabía que era un pobre idiota como él.

Terminó comprándole un peluche nuevo en una juguetería próxima, pero no tuvo el éxito del conejo. Sin embargo, no había quien le quitara esos peluches y sonreía. Al regresar al vehículo para llevarlo a casa él no paraba de sonreír. Había pasado una tarde a mi lado, al lado del que ya tenía tomado como hijo, y además tomó un batido chocolate con receta casera. Deseaba besarle tanto como él, se notaba en nuestras miradas y se controlaba jugueteando con su colgante.

-He pasado una tarde muy especial.-susurró mirando a Jun dormido en sus brazos.

-Y yo, los tres hemos tenido algo que necesitábamos.-abrí la puerta trasera para ayudarle a dejar al pequeño en la silla.

-Un día pasearemos de la mano.-murmuró colocando bien las tiras que ataban al bebé, que lo sujetaban para que nada malo le ocurriera. Lo hacía como si fuera algo habitual, mientras observaba al pequeño descansar.-Tenemos un bebé precioso.

-Sí.-dije acariciando una de sus manos, cuando salió del coche para sentarse junto a mí en la parte delantera.

-Atsushi no me tientes, no seas diablo.-se abrazó a mí aspirando mi colonia, yo lo estreché entre mis brazos y acaricié sus cabellos.-Quiero que sepas que te amo.

Nos separamos y él decidió marcharse paseando al final. Dijo que deseaba comprarle algo especial a Miho, algo para la cena. Así que yo regresé a casa con unas ganas terribles de no llegar. El pequeño se despertó cuando paré en el garaje, comenzó a llamar a Uta a pleno pulmón. Lloraba desesperado mientras agitaba sus muñecos. Quizás fue cruel dormir junto a él y despertarse maniatado en el coche.

-Papá está aquí cariño.-susurré tomándolo en brazos.

-¡Uta!-gritó con fuerza.

-Vamos dentro.-dije entrando en la casa por el garaje, era más rápido aunque incómodo pasar con el bebé y las bolsas.

-¡Uta! ¡Uta!-gritaba todo el rato moviendo sus brazos con sus manos agarradas a los muñecos.-¡Papi!-gritó a pleno pulmón quizás llamándolo, porque el trayecto a casa lo hizo dormido.

Noté que Kamijo estaba allí, podía percibir su aroma y lo vi sentado en el sofá. Dormía, al menos eso parecía. Tenía el cuerpo recostado y los pies en el suelo. Subí por las escaleras intentando que el niño no lo despertara. No sabía qué hacía allí, pero a nadie le gusta ser despertado de golpe.

-¡Mira! ¡El bastardo que ya llega!-gritó desde la barandilla.-¡Que asco! ¡Dios como me recuerdas a mi ex!

-¿Qué hablas?-dije bastante serio.-No eres nadie para insultarme en mi casa, por si lo olvidas este suelo que pisas es mío.-comenté con los ojos fríos y fui hacia el cuarto del bebé.

-¡Uta! ¡Uta!-aunque escuchaba gritos no paraba de gritar el nombre de mi amante.-Papi.-balbuceó al dejarlo en la cuna.

-Espera cariño, ahora te doy el biberón.

-¡Eres un patán! ¡Un hijo de puta!-no paraba de insultarme una y otra vez, como si no hubiera algo mejor.

Ya me harté cuando escuché tanto grito. Kamijo se llevó casi en volandas a Jasmine diciéndole que éramos adultos, que debían de quedarse al margen. Cuando se marcharon di el biberón al niño, se calmó y quedó dormido. La perra quedó en silencio también y yo decidí ir a la cama a dormir. Cuando lo vi acostado en medio de ella simplemente fui a moverlo, o al menos a que se levantara.

-Phoenix, échate a un lado.-dije moviéndole y no me hacía caso, lo moví más y comencé a preocuparme.-Phoenix.-susurré y empecé a zarandearlo.

Rompí en lágrimas sin saber hacer, tan sólo lo tomé en brazos y lo metí en el coche. Llamé a Hizaki para que viniera a cuidar al niño. Él estaba tirado en el asiento del copiloto, intentaba ponerle los amarres y le observaba.

Todo me daba vueltas, me dolía el pecho y no era capaz de pensar con raciocinio.

-¡PHOENIX!-grité zarandeándolo más y tan sólo entreabrió los ojos, para volver a dormitar. -¡Phoenix!-grité de nuevo aferrado prácticamente a él, me veía imposibilitado de llevarlo yo. Estaba demasiado nervioso, no sería capaz ni de arrancar.

Llamé a las ambulancias, en menos de un par de minutos estaban ahí. Habían corrido a toda prisa desde el centro de salud cercano, lo llevarían al hospital. Nada más llegar estuvieron tres horas estabilizándolo, a mi también me tocó lo mío. No debía de tener sufrimiento, ni discusiones y una vida en calma. Sin embargo, él había hecho que mi corazón estallara de nuevo. Al final fui a la misma habitación de él, porque así lo pedí.

Lo observaba con el oxígeno puesto y odiándome por haberlo llevado a esa situación. Quería estar pendiente por si se levantaba, aunque le esperaba un buen rapapolvo. Tenía anemia, no seguía las indicaciones del médico, se automedicaba para dormir y a parte tenía síntomas de anorexia. Yo ya sabía todo eso, siempre intenté que comiera, pero jamás pensé que se automedicara.

Entonces se despertó e intentó levantarse. No sabía que hacer, si rogarle que se estuviera quieto o golpearle por idiota. Aunque no llegaba a él, yo estaba también con máquinas por todos lados.

-Si te lo quitas te juro que te meto un tiro.-dije serio desde mi camilla, observándolo.-Vas a comer te guste o no, vas a dejar de automedicarte te guste o no y sobretodo vas a dejar de hacer el idiota histérico de una puta vez.-elevé el tono en la últimas palabras y mi aparato se descontroló, yo intenté calmarme y volvió a la normalidad.

-Atsu.-balbuceó intentando dar conmigo.-Jun.-parecía ordenar sus palabras, sus movimientos, encajarlo con lo que veía y con sus recuerdos.

-Espero que con el inútil de Hizaki.-respondí mientras nos mirábamos.-Duerme, tienes que descansar.-murmuré observando como había de todo en ese suero, desde vitaminas hasta proteínas y miles de medicamentos para el daño que se había provocado en el estómago.

-No...-susurró negando con la cabeza y buscó el suero para quitárselo, como no. Ni me moví, sabía que comenzaría a pitar y vendrían a por él. Yo no podía moverme por el aparato que tenía conectado a mí.-Yo tengo que ir a casa.-susurró quitándose todo y las enfermeras vinieron de inmediato. Pitaba con fuerza e incluso me aturdía a mí.

-Estaríamos en casa si comieras como te digo y no tiraras la comida, como haces.-me había enterado de que no había nada, sólo esas estúpidas pastillas.-Eres idiota.-reproché.-Casi te pierdo.-me di cuenta en ese momento de todo lo que había hecho, me odié y me recriminé interiormente cada acción. El sueño que vivía Uta se acabaría... tenía que acabarse.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt