Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 20 de julio de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte III)


-¿De qué hablas?-dije serio sin pestañear.-Estás loco.-murmuré.-Por si no lo sabías el niño es mío, el único que reza como padre soy yo.-eso fue cruel, pero mejor dejarlo en claro. No me dejaba cuidar a mi hijo, pasearlo, llevarlo donde quisiera. Si no era con él no lo sacaba, pero él podía tenerlo cuando quisiera. Yo quería estar presente en su vida, Phoenix a veces era demasiado egoista.-Quiero que mis amigos lo vean y que tú no estés por medio para que no juzgues a alguien que me ama. No estoy con él, sin embargo, a él no le importa para respetarte y para respetar mis decisiones.-comenzó a llorar y golpeó duro mi cara con un buen bofetón. Me lo merecía, no lo niego.

-¡Eres un imbécil Atsushi!-gritó saliendo al portal para que el perro lamiera sus penas.

Yo ya no tenía sueño, era mejor ir con Uta y estar más tiempo con él. Así que simplemente me duché con el pequeño, un buen baño para nuestro paseo.

-Vamos a ver a Uta.-le decía mientras le enjabonaba bien la espalda.-Verás que guapo te pongo para que te vea.-dije besando su cabeza y al salir le puse la ropa que le había regalado. Después me vestí con unos jeans y una camiseta que me regaló él.

Llevaba la bolsa de paseo y el canguro, era para poder llevar los brazos libres. Al pasar por la puerta lo vi lloriqueando.

-Dije la verdad.-ni lo miré.-Quiero que mis amigos vean a mi hijo, no hay de malo en ello.

-¡Uta!-gritó Jun aferrándose a mí.

-Y yo creo.-susurró acariciando la cabeza del perro, aunque después se separó y me miró desafiante.-Yo creo que está mal que nos casemos cuando ya no me quieres.-susurró y agachó la cabeza, quizás pensando que era mala idea. Lo era, mala idea por su parte decirme eso.-Y tienes otro.-musitó y yo deseé irme sin irme.-Tal vez deberíamos aplazar la boda. Más bien cancelarla o pasarla para otro día. No sé si me amas, no estoy dispuesto a casarme contigo de esta forma.-se levantó entonces para entrar en nuestro hogar, metiendo Astaroth en la misma, sabia que eso molestaba a Atsushi.

-Por mí cancélala si quieres, si tienes huevos.-dije sin girarme.-Si haces eso ya sabes que lo nuestro se acabó.-bajé los peldaños hacia la salida y fui en busca del coche.

-¡Uta! ¡Uta!-mi hijo adoraba a su tío, no había remedio en eso. Nada más decir su nombre él parecía llenarse de un sentimiento de felicidad inigualable.

Solía sonreír nada más sentir su voz y lo buscaba durante horas después de que lo tuviera en brazos. Jun lo adoraba y mi amante se sentía su padre. Como bien había dicho Phoenix, los padres éramos él y yo, pero Yutaka tenía ese instinto que le hacía desear ser padre a costa de cualquiera. Cuando me llamó me preguntó si podía ponerse al teléfono, si estaba despierto aún por los dientes, pero le recordé que Jun solía caer rendido tras un día agitado.

Fui hasta el coche y puse al pequeño en la silla, él balbuceaba. Quizás me contaba sus secretos, sus pequeñas historias, pero era pequeño para que lo entendiera. Sus ojos se clavaban en los del conejo, hablaba con él y lo estrujaba. Cuando conducía no dudaba en observarlo por el retrovisor, antes de llegar al hotel él dormía. Los baños siempre le dejaban algo aturdido, sobretodo con la colonia que le había comprado. Desde que la usaba, al tener un olor dulce y agradable, le relajaba.

Entré en el salón del Hotel Duque y él estaba allí, se encontraba sentado leyendo una de las revistas de música que conseguía comprándolas por Internet. Amaba leer sobre lo nuevo en nuestro país natal, no podía evitarlo. Se aproximó a nosotros y sonrió al ver al pequeño.

-Está muy guapo.-susurró acariciando sus mejillas.-Mi niño.-murmuró pidiendo que se lo dejara.

-Voy a ponerme celoso.-dije aquello y él automáticamente se sonrojó.

-Es mi hombrecito, pero tú eres mi mundo.-susurró girándose y esperando que lo siguiera.

-Te quedan bien esos jeans.-comenté provocando que sus mejillas ardieran.

-Son nuevos.-sus caderas, me incitaban para que las agarrara y pegara hacia mí.-Me costaron sólo treinta euros, estaban rebajados a una cuarta parte porque no había chicos que usen mi talla. ¿Te puedes creer que casi nadie usa mi talla?-decía mientras pulsaba el botón del ascensor.-La camisa igual.-el niño seguía dormido y él lo arropaba con una manta pequeña.

Eran de esos ajustados y que dejaban verse la cadera, la camisa era de algodón blanco y tenía varios botones sin estar cerrados en el ojal. Sus cabellos estaban bien alisados y con algo de forma en las puntas para darle algo de vida. Todo él olía a canela, era atrayente y al montarme en el ascensor no dudé en pegarme a él.

-Acchan.-susurró sonrojado.-Quiero ser ya su padre, quiero que seamos sus padres, vivir juntos como soñamos una vez.-decía mirándonos en el espejo.-Hacemos una familia preciosa, además tendremos nietos pronto y la casa estará llena de niños. Amo a los niños… amo a Jun.-acariciaba sus caderas bajo la camiseta, podía notar sus huesos y su piel suave algo tostada.

-Eres pecado mortal.-murmuré besando su cuello, mordisqueándolo.

-Atsushi.-jadeó marcando el número de la planta donde íbamos, la penúltima.

-Entrégate a mí.-besé su cuello y él negó con la cabeza.

-No, hoy tenemos que estar con nuestro hijo.-sonreía mirando al bebé, pero yo no paraba de acariciarlo.

-Atsushi, nuestro bebé está presente y no quiero que vea a sus papás así.-lo pegué más a mí, marcando mi territorio y entonces las puertas se abrieron. Él huyó con una suave sonrisa, como si fuera un juego.

-Te ves muy atractivo de esa forma tan paternal, con esa ropa tan veraniega y esa colonia.-rió bajo al escuchar eso.

-Se la robé a Megumi, me sienta mejor que a ella ¿verdad?-se mordió el labio inferior y fue hacia la puerta de su habitación.

-Tú y tus hurtos… terminarás en la cárcel.-dije siguiéndolo.

-Tú me robaste el corazón ¿quién es el mayor ladrón?-preguntó abriendo la puerta para que entráramos.

El niño seguía dormido, lo dejamos en la cama y yo no dudé en comenzar a besarle. Mordisqueaba su cuello mientras él rodeaba el mío con sus brazos. Se dejaba hacer cualquier cosa, cualquiera con tal de tener lo que quería.

-Casémonos.-murmuró.-Fuguémonos como críos que van a las Vegas, casémonos.-susurró y sonrió.-Anda, casémonos.-su voz se notaba temblorosa.

-Lo haremos algún día.-comenzó a llorar aferrado a mi ropa.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt