Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 15 de agosto de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte XIII)


Terminamos ambos en una cafetería de la propia cadena. Allí no había nadie, pero aún se podía notar el trasiego que ocurrió allí. Todo estaba revuelto, las mesas aún no habían sido limpiadas y retiradas de los café de los camarógrafos, entre otros, que acudieron a la rueda de prensa. Wilde se sentó en la zona de no fumadores, sin embargo sabía que se moría por encender un cigarrillo.

-Black Stones.-dije al ver los cigarrillos que había dejado a un lado.

-Sí, es mi marca favorita de cigarrillos, también me gusta Kool y Philip Morris.-tenía una amplia variedad, la verdad. Eran cigarrillos sin más, parecía fumar cualquiera, pero dos de esas marcas eran niponas.

-Vaya.-reí bajo.-Yo antes gastaba Kool, pero dejé de consumir cigarrillos por mi estado de salud.

-Yo fumo poco, uno o dos al día.-respondió.-Siempre en la hora del café o tras una cena importante.

-Aún así espero que lo deje antes de verse en mi estado.-comenté apoyándome en mi bastón, lo amaba. No me hacía falta, era sólo un complemento más de distinción.

-Sólo debe cuidarse de sofocarse en exceso, tomarse la medicación y hacer yoga. Es bueno para la relajación, además de buscar lectura zen entre otras. Intente no sobrecargar su agenda y todo irá bien.-parecía un viejo amigo conversando conmigo, pero siempre estaba alertado.

-Claro eso es fácil de decir, difícil de cumplir.-respondí con una media sonrisa.

-Vamos, has dejado el cigarro ¿no es más complicado eso?-cuando dijo eso me remangué la camisa y mostré los parches de nicotina.

-Claro facilísimo, es como la comida precocinada.-ambos nos echamos a reír a carcajadas y luego se hizo un silencio, nuestros ojos se desafiaron como si fuera un duelo del western americano.

-Es usted duro.-murmuró.-Su alma demuestra dureza, pero a la vez es sensible y sabe tocar la fibra de todo aquel al que mira.-susurró aproximándose a mí.-Tiene un futuro desapacible, lo noto, pero a la vez prometedor. Cuídese, tranquilícese y sobretodo piense que las cosas pueden ir a peor o a mejor… pero jamás se quedan estancadas.

Tenía razón. No sé si en mi futuro o en mi pasado, tampoco sobre mi alma, tenía razón sobre las cosas. No podemos controlar todo. Es ambicioso querer controlar al resto, como si fuera marionetas o personajes de ficción, pero nadie puede llegar a controlar una lágrima que desea salir y mucho menos el dolor de una herida. Jamás podremos controlar los actos de otros, somos libres, y cortar las alas a quienes amamos es como cortar nuestra propia libertad. El destino está echado, no hay que crucificarse. En ese momento me di cuenta que no tenía miedo a morir, sino a ser olvidado por aquellos que decían amarme, y que todo lo que había hecho se diluyera porque no podría controlarlo.

-Eres un demonio.-dije tras pasados unos minutos en ese silencio.

-No, soy el rey de todos ellos.-comentó guiñándome un ojo tras sus lentes de contacto.

-Lo sabía, te han enviado para que pague mis deudas y al fin poder morir.-suspiré recostándome en el cómodo asiento de la cafetería.

-No estamos en esa película de Brad Pitt.-dijo tras una alta risotada.-Lamento no cumplir sus suposiciones.

-Tranquilo, no temo a la muerte pero ahora mismo no deseo llamarla al telefonillo.-comenté desabotonando mi chaqueta.

-Vaya ¿tiene su dirección?-interrogó alzando una ceja.-A mi me gustaría que me hiciera un par de favores ¿es hombre o mujer? Si es mujer la conquistaré con un hermoso ramo de rosas.-canturreó chasqueando los dedos.

-No vayas tan rápido Don Juan.-comenté.- ¿No eres tú el rey de los demonios?-interrogué.-Creí que tendrías línea directa.

-Oh, es que de eso se ocupan los demonios inferiores.-se llevó un cigarrillo a los labios pero no lo encendió.-Demonios como tú.

-Me halagas, pero dudo que bajo mi cabellera haya pequeños y puntiagudos cuernecillos de cabestro.-mis ojos se clavaron en los suyos y ambos terminamos riendo ante lo que habíamos dicho.

-Santo Dios parecemos adolescentes.-el cigarro se encontraba sostenido por su mano, parecía que no podía dejar de tener próximo a él aquel tubito insignificante. Aunque todos los fumadores, y también muchos exfumadores, éramos y somos así.

-La verdad es que no tenemos remedio.-comenté echando hacia atrás el pelo que caía sobre mis ojos.

-Me gusta tu pelo largo, he visto fotos anteriores e ibas más corto y tu hijo te está siguiendo los pasos.-hizo un movimiento de tijeras.-Yo no puedo hacer eso, mi corte de pelo es muy personal y me gusta llevarlo de esta forma. Además es increíblemente molesto el pelo largo.-tras eso empecé a carcajearme

-Ahora pareces quinceañera loca por la moda.-él alzó una ceja y luego se carcajeó también de aquello.-Su libro se venderá bien en este país.-declaré cuando tomé aliento.-Tiene una excelente edición, mejor que la inglesa, y la historia ha revolucionado a cientos de defensores de la moralidad.

-¿Lo leyó?-interrogó inquieto.

-Por supuesto, nada más estuvo en tiendas en Londres pedí que me compraran un ejemplar. Es más, pedí que lo encargaran y lo tuve pronto en mis manos.-reí bajo.-He de decir que mi esposo no leyó, pero quiero que lo haga.

-Él se encarga más del niño.-dijo como si nada.-Quiero decir, es quien está en casa y está enfermo, o eso oí, por eso puede ser agotador leer una novela de seiscientas dos páginas.

-Al contrario, se queja siempre de estar encerrado y no tener nada para distraerse.-sonreí y después cerré los ojos.

-Problemas en el paraíso.-murmuró en un canturreo.

-Para nada, simplemente no puedo estar atento a él todo el día. Pronto podré estar más tranquilo, aunque me dedicaré unos meses a comprar algunas empresas que están débiles. Ya sabes la crisis hace que el mundo tiemble, pero no estoy ganando menos que antes. Hay que saber invertir, mover bien las fichas, y pienso hacer que esas pequeñas oficias de prensa se dediquen a algo más serio que cotilleos.-quería hacer algo para Phoenix, algo que le hiciera estar en contacto con la realidad.-Creo que investigaré para hacerla online y que se lean por un módico precio, así la tirada sale bastante más barata, y llegaría a todo el mundo. Además pondremos una mini emisora de radio, los temas serán grandes éxitos japoneses y europeos, además de alguno americano. Tengo todo pensado y todo por culpa de mis locos sueños empresariales que me despiertan a las dos de la mañana.

-Vaya, sueña con negocios en vez de con sexo.-dijo como si fuera normal soñar siempre con sexo, aunque a veces terminaba ahí la mayoría de mis fantasías.-No hable de ello en presencia de las fans, las decepcionará.

-Yo no les diré que es usted homosexual completo y renegado de mujeres.-guiñé un ojo y él se puso serio.

-Me gustan las mujeres, pero aún no encontré la que se amolde a mí. Los chicos son más volubles, incluso los chicos fáciles me llaman la atención. Si bien, las chicas que me buscan es por fama, dinero o simplemente porque se quieren abrir de piernas.-tocó su sien y meditando.-No quiero eso. Sé que suena machista lo que acabo de decir, pero no quiero eso.-le miré fijamente a los ojos y sonreí intentando comprenderle.-Tampoco quiero fashion victims, quiero gatas salvajes. Necesito una mujer que esté descontenta con lo que hace, que se esfuerce, y esas chicas siempre están predestinadas a enamorarse de otro.

-Hablas de las mujeres como si todas fueran mujer florero.-respondí antes de que terminara su exposición de “todas las mujeres me hacen sufrir”.

-Las que se aproximan a mí sí, las demás no les atraigo y tan sólo me admiran como el gran escritor. Esas chicas intelectuales de gafas y pequeños moños hechos con un lápiz, esas que se sientan en una cafetería y aspiran el aroma que desprende su café, son las que me gustan y las que no puedo poseer. No puedo ser egoísta, una chica así sólo se marchitaría a mi lado y tan sólo me vería como alguien a quien admirar.-suspiró.-Para admiradoras me quedo con las chicas que vienen a que firme sus ejemplares, el resto del día quiero una mujer entregada a mí y a si misma a la vez.

-Sigo diciendo que eres gay.-dijo como única solución a todo lo que explicaba.

-Pido una chica linda, inteligente, que me quiera sin saber quién soy realmente y que adore el café. No pido demasiado.-murmuró.

-Tarde, tu cara estará empapelando toda la ciudad y, a no ser que te vayas a una selva amazónica o a un lugar incomunicado con el resto del mundo, no vas a encontrar a una chica de esas en tu vida. Todas saben quién eres, por x o y razón.-dije en un tono calmado, intentando que viera que sus actos eran contrarios a lo que deseaba.

-Pues al menos que no de cómo razón primordial a nuestra relación el hecho de que sea un denominado intelectual. Las chicas serias sólo me ven como su chico perfecto, ese que regala flores y sabe hablar de arte. Las tontas como el monedero y el tio que las saca a pasear. Yo quiero ser yo. Ninguna mujer con la que estoy acepta del todo mi bisexualidad, tampoco que esté horas frente a un ordenador y por supuesto que me alimente a base de refrescos de té y cigarrillos.

-¿No dijiste que eran dos al día?-interrogué curioso.

-Dos al día, cinco paquetes al día cuando escribo.-aquello era excesivo incluso para mí.

-No llegará a viejo con ese ritmo.-dije con el bastón entre mis manos, acariciándolo.

-Si llego a su edad en tan buen estado, como usted, será un buen premio a morir joven aún.-sonrió observándome las manos.-Incluso sus manos parecen no envejecer.

-No compare asiáticos con europeos, tienen ustedes una piel que no aguanta inclemencias atmosféricas ni del paso del tiempo.-respondí sintiéndome en parte orgulloso de mis raíces y también por mi herencia genética por parte materna.

-No comparo.-susurró con una leve sonrisa.-Pero me agradaría mantenerme joven.

-Creí que los demonios siempre se mantenían jóvenes.-susurré con una sonrisa en mis labios.

Noté como se aproximaba una camarera para tomar nota de lo que tomaríamos, al fin lo hacía. Quizás no notaron nuestra peculiar presencia pues todo estaba patas arriba. Al dar un vistazo al local me fijé en que ya no había montañas de tilas y té, tampoco de tazas de café o envoltorios de pequeños pastelillos.

La joven era alta, esbelta y bastante atractiva. Sus ojos verdes eran como los de un gato, profundos y salvajes, sus labios carnosos y sus piernas bien torneadas. Sin embargo, se notaba el cansancio en su sonrisa agradable y en sus manos de uñas despintadas por el lavavajillas.

-¿Qué desean tomar?-interrogó con una libreta digital entre sus dedos.

-Un café con un poco de leche y sacarina.-respondió él con una leve sonrisa, siempre encantador y coqueteando a todo aquel que se posaba ante sus ojos. Él era un cazador, parecía estar dispuesto a encontrar presas tras cada matorral.

-Un café con leche, mitad leche mitad café, pero deseo que esté frío si puede ser y con hielos.-ella asintió.-El azúcar que sea sacarina pero no de pastillas, por favor.-ella iba señalando con aquel punzón el pedido.

-¿Algo más?-dijo con la voz apagada, si bien dejó caer una sonrisa dulce pareció llamar la atención de Paulo más de lo normal.

-Sí, quiero una chica como tú para que endulce cada mañana mi vida.-sentí que sobraba y ella se puso bastante nerviosa.

-Creo que de eso no tenemos en nuestro almacén, si desean puedo mirar si aún quedan prototipos que estén solteras y sin compromiso.-entonces me percaté de su anillo, un anillo simple de pedida.

-Oh, que mala suerte la mía. Siempre conquistan mi corazón mujeres a punto de subir al altar.-respondió Wilde aún coqueteando con ella.

-Deja a la chica, te ha dicho amablemente que no.-intervine y ella suspiró.

-Aburrido, no me dejas coquetear con chicas jóvenes y atentas.-ella se había marchado justo antes de que él empezara a reprocharme.

-No, simplemente no quiero que te pongas en ridículo.-argumenté.

-Di la verdad viejo verde.-dijo alzando una ceja.-Le has echado el ojo tú antes.

-No seas insolente.-respondí aferrándome bien a mi bastón.

-Tan sólo bromeaba.-comentó con una sonrisa amable.-No tome lo que digo muy en serio, amo bromear y sobretodo ser algo cínico.-jugueteaba con su cigarrillo.

-Quizás por ello no encuentres a una mujer que te soporte.-intentaba relajarme tras lo que había dicho.

-Tal vez lo triste de todo esto es que jamás he amado hasta el punto de desear darlo todo.-comentó con cierta amargura, aunque no sé si realmente decía la verdad.

-Eso es lamentable.-respondí.

-Es patético que alguien que habla de amor, de sentimientos encontrados, jamás los haya poseído.

Los cafés llegaron y la chica los dejó sin decir palabra. Parecía aún sorprendida, tal vez algo molesta, por los comentarios que había escuchado sobre ella y quizás también sobre las mujeres. Di un sorbo a mi café frío notando su agradable sabor despejarme por completo.

El café era un placer. Era de las pocas adicciones a las que no podía negarme. Me agradaba su sabor, la sensación vigorizante y electrizante que recorría todo mi cuerpo, pero sobretodo las conversaciones que podían surgir en una cafetería. No era yo el único que pensaba de esa forma. Los nativos que comenzaron a consumirlo lo masticaban y sentían el bienestar que proporcionaba. Las campañas de tráfico siempre hablaban de lo excelente que era tomar refrescos con cafeína o café.

El silencio intenso se rompía por el ruido de la cucharilla chocando con la taza de Wilde. Parecía estar distraído en sus pensamientos y creí conveniente no molestarlo. Sus ojos claros no cesaban de observar la taza, el vapor que subía con ese aroma tan característico. Yo simplemente me refrescaba con un refresco prácticamente natural. Caí en la cuenta de la receta que me confesó Kamijo semanas atrás. Fue una pequeña reunión sin importancia, de puro negocio, en la cual terminamos tomando granizado de café. Jamás pensé en tomar algo parecido, pero aún recordaba ese frescor y ese sabor tan dulce por culpa del azúcar que se necesitaba en el proceso.

El pequeño encuentro con mi amigo fue simplemente para la seguridad de la boda. Pensó que diez personas apostadas en ella, alguna cámara de seguridad, y unos cuantos dispositivos de emergencia era lo necesario. Según él mayor despliegue sería algo ostentoso y llamaría demasiado la atención. Cinco del despliegue de seguridad estarían en la entrada, para que los fotógrafos no entraran en la casa, dos en la carretera cercana evitando el acceso a la calle donde se encontraba mi hogar y tres en el jardín con el resto de invitados. Pagaría a los vecinos por las molestias y el catering llevaría un poco de pastel cuando fuera cortado.

-¿Nunca amó realmente?-interrogué y él alzó la vista del café.

-No.-respondió rápido colocándose bien sus anteojos.-No he tenido esa desgracia.

-No es una desgracia, es una fortuna poder amar.-susurré meditando si realmente era algo negativo amar.

-Te vuelves loco, pierdes la noción del tiempo, a veces estás confuso y no sabes qué quieres. Por extrañas razones tu temperatura sube, tu cuerpo se excita sólo con escuchar su nombre y tu mente recrea imágenes de la persona en cuestión. Piensas que eres feliz porque te ama, o dice amarte. El amor es algo caprichoso y no siempre se obtiene.-sonrió de lado y me miró.-Y lo peor de todo es cuando amas a dos personas a la vez, pero el amor por una es más fuerte y el deseo por la otra es inmenso. No sabes qué elegir, ni donde ir y tampoco a quién contárselo porque temes parecer deshonesto.-aquello parecía un retrato de mi alma.-Pero, quizás lo más doloroso es cuando se deja de amar. Cuando tienes que decirle a esa persona que deseaste, la que escogiste como compañera, que ya no hay más para ofrecerle y aún es más trágico cuando tu pareja te ama inmensamente aún. El amor es una bacteria que carcome al organismo y no deja pensar con claridad.-paró su explicación para darle un sorbo a su café.

-Sabe demasiado para no haberlo sentido.-sonrió limpiándose los labios con esas servilletas de papel. La verdad siempre me pregunté de qué están hechas, parece un material impermeable en vez de celulosa. No secan demasiado, además son cortantes y hacen un ruido a eso… a plástico.

-No haberlo sentido no significa que yo deje de entenderlo.-nos miramos en un leve silencio y ambos sonreímos.

-Vaya, sabe demasiado, pero es una lástima que jamás lo haya sentido.-dije tras un sorbo de mi café.

-No quiero hacerlo.-dijo quitándole hierro al asunto, al asunto de amar a otra persona.

-¿Por qué?-todo el mundo deseaba saber qué se siente al menos por una vez, sin embargo él parecía rechazarlo.

-Porque no quiero verme con cara de idiota, más de la que tengo realmente y decirle a todo el mundo lo chachimegafantastico que puede ser amar a otro. Ya lo hago en las novelas, siento amor por mi pasión y mi forma de vida, no tengo porqué amar a otra persona para tener completo mi ciclo vital. Aunque era nacer, crecer, reproducirse y morir.-mientras hablaba dibujaba un círculo imaginario en el aire.

-No puede ser cierto.-respondí.-No puede ser que alguien con su talento, con su forma de vida, no pueda tener un segundo de amor.

-Quédese con mi segundo de amor.-susurró.-No quiero segundos de amor, ni minutos y mucho menos eternos romances de películas Disney.-reprochó.-Quiero pasión, intriga, desesperación, sexo más allá de lo establecido. Necesito inspiración en mi cama, una cada noche, y regalarle caricias a todo aquel que me plazca. Tengo a millones tras mis pasos, todos se derriten al decir mi nombre y así quiero seguir.

-Entonces no te quejes de que no encuentras a alguien.-eso hizo que se callara, callé su exposición de “sexo, sexo y más sexo”-Aprende de una vez que no puedes tener todo. Quieres una chica inteligente, eficiente, que sea como una secretaria pero a tiempo completo y para colmo ria tus malos chistes. Esa que tiene los pies fríos y un perfume atrayente. Eso quieres, pero a la vez dices que necesitas sexo al por mayor de personas que no vas a volver a ver.-me levanté dejando dinero en la mesa para mi café.-Hazme el favor Paulo, cuando tengas las cosas claras quéjate. Por ahora tan sólo acepta lo que encuentras, porque es lo mismo que buscas.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt