Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 20 de agosto de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte XIV)

Me han plagiado en un lugar llamado "EMOFLOG" no un emoflog, sino varios emoflog. Ya no por mis imágenes, sino por el contenido de mi novela. Por si la persona que copia no se ha dado cuenta está bajo derechos de autor. Más le vale que vaya borrando todo lo que tiene mío, pues no está sólo en una base de datos de un blog, también en una base de datos de varios foros, base de datos de un photobuchet etc... tengo medios suficientes, además puedo demostrar que soy el propietario de dicho material, para demandar en un juzgado a esa persona... no importa donde esté, es internacional ese derecho. Por lo tanto espero que vayan borrando sus copias ilegales de mi material, de vanagloriarse de algo mío que no es suyo... y por supuesto... Pidan disculpas.




No dijo nada, no tenía argumentos quizás para lo que había dicho. Sus ojos no estaban en silencio, se podía palpar la rabia en el ambiente. Cuando uno está rabioso lo mejor que puede hacer es quedarse en silencio. El orgullo hay que tragárselo, aunque sea amargo. Ser un egocéntrico sin base te juega malas pasadas, sobretodo cuando te dan lecciones. Es imposible aceptarlas, aceptar esas lecciones. Soy un hombre adulto, no tengo porqué seguir juegos infantiles de nadie me ama y estoy triste. Él se creía un escritor de mérito, por lo tanto como escritor debía escribir su propia historia y dejarse de juegos de poemas baratos de barra de bar.

-Atsushi.-susurró bajando la mirada, tomando la taza entre sus manos.

-No, déjalo.-dije mirándole fijamente.-No voy a explicarte nada más, cuando alguien desea hacerse el orgulloso, y cae en patética pataleta de un puberto, da pena.

-No doy pena. No entiende mis motivos.-recriminó.-Ningún hombre o mujer me parece especial como para dejar la vida que llevo.-sonreí ante su arrojo de intentar expresarse.-Algún día conseguiré a esa persona, tal vez cambie de idea, pero por ahora me conformo con soñar tener un aren de amantes.

-Un aren de amantes.-repetí entrecerrando los ojos.-Bueno no diré nada, eres un chiquillo a pesar de tus veintisiete años.-puse mi mano sobre su hombro.-Feliz cumpleaños, por si no lo sabías yo lo sé todo. Soy un adulto, no un mocoso.-palmeé su espalda y me giré para buscar la salida.

-¡Atsushi!-gritó y yo hice oídos sordos.

No iba a caer en sus estúpidas palabras. Quería vivir aventuras, yo también lo hice en su época. Creí que el mundo me pertenecía, que yo era el rey y podía aspirar al firmamento más preciado y cargado de estrellas. Era una ilusión. Creerse el mejor amante cuando aún queda tanto por aprender. Él ni había amado, no podía llamarse amante. Tal vez podía decirse que era bueno en la cama, aunque jamás lo comprobé ni lo he comprobado, pero no un amante. Para ser un amante hay que amar, hay que sentir nervios ante el tacto suave de la piel ajena y el deseo de continuar a su lado al amanecer.

Yo no me considero el mejor de los amantes, tampoco lo hacía en ese momento. Creo que para ser el mejor de todos hay que amar a una sola persona, tenerlo bien claro y ser fiel. Yo no tenía claro si era firme en mis ideas, en la idea de seguir con la boda, pero mantenía mi promesa. Quería estar con Phoenix y hacerle sentir que era el único. Si bien, no era el único y él lo había descubierto.

Mi hijo si había descubierto que era eso de ser el mejor, demostró que la juventud no es siempre alocada y estúpida. Había visto como invitaba a eventos especiales a su pareja. Su debut como actor en la obra teatral de su instituto, hacía unas horas frente a todos conversando como si nada con él de la mano y en proyectos futuros importantes el nombre de Olivier sonaba en sus labios. Se había convertido en alguien maduro sin que yo me percatara, su madre también estaría en shock observando como nuestro hijo se transformaba en un auténtico y sincero amante.

Hizaki era el típico chico que buscaba nuevas sensaciones, experiencias únicas, y al final estaba a punto de formar su propia familia. Es increíble ver que un hijo supera a un padre, sobretodo cuando el padre es uno mismo. Yo una vez fui como él, durante un corto espacio de tiempo. Si bien jamás vi tanto convencimiento en mis actos, tampoco en mi mirada, como en él. Eso me hacía sentir minúsculo y estúpido. No era tan diferente a Wilde, pero yo al menos lo tenía bien claro en mi mente. Él jugaba a ser el don Juan que todas y todos desean, pero que en realidad detestan.

Paseé durante unas dos horas y me di cuenta lo complejos que son los jóvenes. Digamos que creen saberlo todo, sin embargo no saben nada. Claro, que esta irrefutable verdad uno únicamente se da cuenta es cuando madura. Los engreídos, los egocéntricos y los sabios tienen un nexo en común su credulidad. Yo no me creía un sabio en la materia de la vida, pero sí había tenido cientos de errores y con ellos tenía un buen saco de experiencia a mis espaldas.

Me senté en un árbol caído en el lago, no había vuelto allí desde que estuve con Phoenix y Jasmine hacía algunos meses. Todo parecía muy lejano y cargado de recuerdos, sin embargo no podía caminar tranquilo por la ciudad. No era un desconocido, era el ojo del huracán aunque pasaran años de todo el problema en el que yo mismo me metí. Si bien, el problema no había terminado y continuaba sin saber como hacerlo terminar.

En las noches divagaba de todo lo que tenía que hacer, de las cosas que ni debí imaginar y del resultado de todo. Mi corazón necesitaba un respiro, una vida más espiritual y a la vez cargarlo de sensaciones agradables. Muchas de las cosas que tenía que hacer eran desagradables o tensas. Tenía que pedir disculpas a Clarissa por finalizar de ese modo nuestro matrimonio, no era la primera vez que lo pensaba o que lo decía, y el cumpleaños de Hero estaba próximo. En septiembre tendría que verla deslumbrar bajando las esclaras de la que fue nuestro hogar, sentir de nuevo próximo su perfume y sonreír. A finales de este mes de Julio sería mi boda y sentía que era un nuevo corte en su herida. Había hecho daño a la Reina de Hielo y tenía que subsanarlo. Primeramente porque me reconcomía en la cabeza y segundo era por el nieto que esperábamos. Había otro motivo desagradable aún más próximo y era decir adiós a Yutaka. Era mi deber explicarle porqué no podía seguir a mi lado y disculparme por todo el daño que había generado en su vida.

Comencé a tirar piedras en el agua. El chapoteo era lo único que se escuchaba, sin embargo empecé a cantar. Cuando el dolor o el miedo se apoderaban de mí era lo mejor, espantaba penas y tragedias. Recuerdo que los meses que siguieron a la muerte de mi madre estuve cantando. No dejé de cantar ni un día a pesar de lágrimas en mis ojos, no podía cesar. Clarissa no paraba de intentar ayudarme, creo que fueron los meses más felices de nuestro matrimonio a pesar de todo. Nació nuestro hijo y estuvimos cercanos uno del otro. Esos recuerdos revoloteaban en mi cráneo, eran como graznidos.

Saqué de mis bolsillos el folio con el nombre de aquel chico, sus palabras y las mías. Me pregunté cómo sería todo si volviera a nacer y arreglara cosas del pasado. Tal vez llevaría una vida sosegada junto a Yutaka o quizás sería un alocado rock star en su compañía. Pero sé que no me hubiera despegado de él, de esa forma jamás habría dañado a Clarissa o a Phoenix. Pero cuando me di cuenta que tendría que rechazar a Miho, Hizaki, Hero y Jun un escalofrío extraño recorrió mi cuerpo como si me alcanzara un rayo. Ellos tenían parte de mis virtudes y numerosos de mis peores defectos, sin embargo se contrarrestaban con los genes de sus respectivas madres. Jun era un hijo mío, tenía mi sangre a pesar de ser de mi hermano y para el caso era lo mismo.

La brisa cada vez se hizo más intensa, para después cesar, en ese instante noté como la lluvia iba cayendo lentamente sobre el agua. Sonreí de lado dejándome empapar, mi coche estaba en los aparcamientos. Había dado esquinazo a mis escoltas, tenía varios desde hacía unos días y todo por Kamijo. Odiaba sentirme tan aprisionado por todo y todos. Me tiré sobre la hierva y dejé que el agua siguiera empapándome. No hacía frío, más bien se sentía agradable la frescura de aquella llovizna en contraste con las temperaturas reinantes en la ciudad. Empecé a escuchar gritos, giré mi rostro y vi al chico de antes completamente empapado y su chica. Ambos estaban algo ebrios, o eso creo.

-¡¿Libertad, paz, amor y qué más?!-aullaba él antes de correr hacia dentro del lago.

-¡Esperanza!-gritó en respuesta siguiéndolo.

-¡No! ¡Sexo!-respondió y yo me eché a reír.

Me incorporé levemente y me di cuenta de lo pequeño que era el mundo, la casualidad volvía a ponernos en contacto o al menos cercanos uno a otro.

-¡Eres un maldito pervertido!-dijo salpicándole mientras la tomaba por la cintura.

-¿¡Yo!?-interrogó.- ¡El sexo es lo único bueno que tiene la vida!

-¿¡Y el amor!?-interrogó ella abrazándolo y observándolo.

-El amor… el amor sólo es completamente bueno cuando tienes junto a ti a la persona que amas, cuando tu corazón cree poder salir de tu boca y tú vas a ir tras él.-dijo aquello antes de besarla y yo me di cuenta que sobraba.

-Nos veremos en otra ocasión… Ángel-sama.-susurré sin que notaran que estaba allí, me giré y fui en dirección hacia mi vehículo.

Sentirme calado por la lluvia, estar refugiado y aún escuchar el viento azotar en las ramas junto a las gotas golpeándose contra el suelo, era algo inexplicable y demasiado atrayente. Deseaba conducir un par de horas más, pero sería demasiado tiempo lejos de Phoenix y no quería escuchar sus quejas.

Encendí el motor y empecé a conducir hasta casa. Cuando llegué aparqué y noté como mis escoltas estaban en sus respectivos vehículos. Sonreí de lado, ellos estaban helados por mi aparición repentina. Fui hasta la verja de la casa, abrí con mis propias llaves y la perra no saltó sobre mí. Bufé, ya sabía donde estaba y que me saltaría nada más abrir la puerta de la entrada. Como pensé nada más escuchar el sonido de mis llaves inició su ritual vicioso, ladridos y correteo por el delicado suelo de mi hogar. Tomé aire y me quité los zapatos entrando y sintiendo como se lanzaba sobre mí, pero me aparté y cayó fuera.

-Ya te conozco demasiado bien, perra idiota.-susurré y al entrar me encontré con Lionel.

-Hola Atsushi.-dijo con una sonrisa boba en sus labios de niño santo.

Pero ya no era cura, era un maldito idiota enganchado a un amor toxico como el de Taylor. Seguramente ni él mismo sabía todo lo que podía llegar a hacer ese desgraciado. Ya había llegado a la ciudad el nuevo cura, un tal Gabriel, y tan joven como él. Parecía que los hacían a medida para lanzarlos a una ciudad corrupta.

-Hola Lionel.-respondí y noté que también estaba en la sala Jasmine.

-Hola grandísimo hijo de perra.-comentó sin despeinarse, sin mirarme y con una taza de té entre sus dedos finos con uñas pintadas de forma elaborada.

-¡Jasmine!-reprendió únicamente de esa forma Kamijo.-Estaba preocupado por ti, todos lo estábamos.-dijo dejando la taza de café que tomaba para venir hacia mí.-Estás empapado.

-¡Deja de ser amable con él, me dan arcadas!-él me odiaba, no podía hacer nada por ello y creo que también debía disculparme de algún modo. Aún no sabía como, pero encontraría el remedio a todo ese odio.

-Es mi amigo, esta es su casa y deberías comportarte. Por favor Jasmine no hagas que Phoenix se sienta mal por ello.-me tomó por los hombros con una magnífica sonrisa.-Tengo algo que contarte, pero lo haré en privado y quiero que me ayudes.

-¿Secretitos de amantes?-interrogó Phoenix entrando en la sala con el bebé en brazos.

La perra seguía ladrando mientras todo aquello ocurría, el gato simplemente dormía en el principio de la escalera del piso de arriba. Ambos parecían no llevarse mal, tenían toda su vacunación en regla, así que no eran foco de infecciones para mi hijo. Si bien, no me agradaba que la perra estuviera suelta por la casa por miedo a mi hermoso y delicado suelo. No había remedio, no podía discutir con él sobre ello con todos delante y además no quería ir a dormir con otra pelea sobrevolando mi cabeza.

-Sí, algo parecido pero sin el amante.-me aparté de Kamijlo diciendo aquello.-Él y yo tenemos pequeñas sorpresas preparadas para todos.

-¿Dónde estuviste Atsushi? Nos tenías preocupados.-susurró dejando el niño en brazos de Jasmine que dejó de torcer el rostro y sonrió. Tenía instintos maternales a flor de piel aquel mocoso.-Dime, no te voy a regañar.

-Fui al lago a pensar, caminar y tomar un poco de aire fresco. Me siento demasiado presionado con todo lo que gira a mí alrededor y necesitaba momentos en soledad. Ya sabes que aquí no los tengo, ni en la oficina, ni en el estudio… sólo cuando me aíslo de todos soy capaz de tener ideas claras.-respondí tomándolo de la cintura para besar sus labios de forma que sólo fue un roce.

-Hola Atsushi.-dijo Paulo sentado al fondo de la sala, no lo había visto hasta entonces.

-Hola mocoso literato.-respondí con una sonrisa.

-Aún dolido por la conversación, ya veo.-tomaba té con parsimonia.-Pero no deberías molestarte tanto mi querido gato sonrisas.-Lionel rió bajo aquel apodo.

-Lo siento, pero es que yo tengo la culpa.-intentó disculparse Lionel.

-¿Me pusiste motes?-interrogué con las manos aún sobre la cintura de Phoenix.

-No cariño.-susurró intentando controlar la fiera que se estaba desatando en mí.-Mi amor, Lio sólo trajo un cd de Amaury.-colocó bien mis cabellos húmedos y me abrazó sin importarle empaparse también.

-Ese niño es molesto.-murmuré.

-Ese niño molesto tiene talento y su mejor canción es “El gato Sonrisas… mi amado Cheshire”-miré hacia la escalera. No sabía si mi hija le había dicho el nombre de mi gato o simplemente fue casualidad.-Atsushi, Mr Sakurai, no sé si conoce la historia del gato Cheshire y sus sonrisas malvadas cuando Alicia se perdía en el mundo de las maravillas, aunque supongo que a todos nos han contado el cuento o lo hemos hecho a pequeños infantes.-la voz de Wilde me ponía de los nervios, no tramaba nunca algo bueno.- ¿La pongo?

-¿Qué cosa?-respondí a todo aquello aún tomando entre mis brazos a Phoenix, Jasmine estaba distraído con el niño, Lionel algo sonrojado por haber traído el disco y Kamijo simplemente reía bajo intentando tapar sus pequeñas carcajadas.

-Tres, dos… uno…acción.-dijo conectando el estéreo.

El quejido de una guitarra rompió el aire y el pequeño puso atención, la perra solo aulló y yo estaba impaciente por ver que nueva maldad había hecho ese niñato. Sentí que debí haberlo dejado desangrado en el bar. Mencionaba mi pasado y hacía cábalas sobre mi sexualidad. La canción parecía vieja, como de haberse grabado hacía como un año. No paraba de compararme con el maldito gato y los ciudadanos eran Alicia en una ciudad de maravillas corruptas. Se quejaba de que hablaba sólo de la corrupción, la venta de drogas y de demoliciones de lugares sin permiso… pero que no demostraba la verdad de mis actos. Deseaba prohibir todo, según él, no sólo lo malo sino también lo bueno. Lanzaba preguntas al aire sobre mi forma homofobica de ver el mundo, de que sólo tenía ansias de poder y no sé que más palabras salían de su boca.

-El pasado golpeándote de nuevo.-sonrió Wilde.-Me conformo con que ya hayas cambiado, mi querido amigo.

-Quieres contraatacarme con algo de mi pasado, pero yo al menos he rectificado y ya no soy así.-dije de forma seca.

-Eso es lo bueno, por eso nos reímos.-intervino Lionel.

-No has cambiado del todo, sigues siendo un capullo arrogante.-reprochó Jasmine y Kamijo simplemente puso sus ojos azules en blanco. Ya no sabía como hacerlo callar, se veía a leguas.

-Atsushi, ese tema ya lo conocía y yo también pensaba que eras así. Ahora toda la ciudad sabe que eres un buen hombre, que has hecho cosas buenas antes de dejar de ser candidato y.-hizo un inciso besando mis labios.-muchos de los que te odiábamos hemos comenzado a amarte. Yo te amo, antes y ahora.

-Creo que sobramos.-dijo Wilde.-No lo tomes a mal, tan sólo nos hizo gracia de cómo cambian las cosas.-sonrió colocándose bien las gafas.-Si me permites, yo espero ser inmortalizado como el sombrerero loco. Ya que tú has tomado un gran personaje, así que espero que Lionel le de el recado de mi parte.

-Ya no le doy clases, es una lástima, pero a penas le veo.-su voz sonó realmente afligido por ello.-Pero puedo dárselo a Cat el mensaje.

-¿Cat?-interrogué alzando una ceja.-¿Qué tipo de nombre es Cat?

-El mismo tipo de nombre que se pondría un pretencioso, zalamero y ronroneante modelo.-Wilde parecía conocerlo bien.-Por favor Sakurai, toda la ciudad está engalanada con su cuerpo prácticamente desnudo junto al de tu hijo y el de Lionel.

-¿Mi hijo?-no me había comentado nada sobre ser modelo.

-Bueno, tu hijo va más recatado.-sonrió leve Lionel.

-El que no va nada recatado eres tú, por dios cuando te vi en boxer casi me da un colapso.-dijo Jasmine con una sonrisa de horrible pervertido en pleno orgasmo.

-No me lo recuerdes.-repitió Kamijo algo molesto.

-Pero si sabes que a quien me gusta ver desnudito es a ti, amor.-pestañeó intentando ser inocente y Phoenix rió bajo abrazándose más a mí.

-No se peleen.-intervino Lionel que ya estaba de pie tomando sus cosas.-Me gustó mucho el café y las pastas Phoenix.-dijo con una sonrisa.-También volver a verte, pocas veces te veo.

-Si no fueras el novio de un estúpido hijo de puta.-Phoenix en ese momento estuvo rápido y me pisó con fuerza. Yo simplemente abrí los ojos y apreté los labios.

-Uta.-murmuró mi hijo en brazos de Jasmine.

-Sí cariño, Uta también lo es.-dijo como respuesta su “madrina”.

-No digas eso delante del niño, lo aprende todo.-comentó mi pareja.-Y te recuerdo que Taylor es mi amigo.

-Y tu ex.-respondí.

-Y mi prometido, el cual me ama a mí y no tienes porqué preocuparte de que te usurpen el puesto de galán.-comentó aquel maldito párroco, porque por mucho que se desnudara seguía imaginándomelo con esa estúpida sonrisa y el atuendo de cura.

-Bueno, nos íbamos.-dijo Kamijo.- ¿Wilde tú como te irás hacia tu apartamento? Podemos llevarte.-comentó mientras se giraba para buscarlo, pero se había marchado.

Todos nos quedamos en silencio un segundo, ese hombre a veces era escurridizo y en ocasiones sentía como si únicamente fuera un fantasma.

-Kamijo acompañemos a Lio a la casa de Tay.-comentó Jasmine dejando al pequeño sobre los brazos de Phoenix.

-Pero.-susurró.- ¿Dónde fue? ¿Se esfumó?

-Anda, vamos fuera y dejemos a los tortolitos solos.-decía Lionel empujando a Kamijo y Jasmine tan sólo se contoneaba a su lado.- ¡Hasta pronto Phoenix!-dijo antes de cerrar la puerta.

-Atsushi no quiero que insultes así a Taylor y más con Lionel frente a tus narices.-ya empezaba el reclamo de siempre. Me molestaba ser el segundo. Seguramente si él me insultaba, como lo hacía Jasmine, no diría nada.

-Siempre soy el malo de la película ¿no es así?-declaré apartándome de él para ir hacia el baño, quería tomarme uno bien caliente a pesar del calor que hacía. Deseaba desentumecerme en mi bañera y seguir sintiendo en silencio el aguacero que comenzaba de nuevo.

-Atsushi yo…-no dijo nada más, sabía que discutirme algo que era cierto no conduciría a nada. Tal vez encarrilaría todo a una bronca monumental.

-Voy a darme un baño.-dije caminando hacia la escalera para subir hacia el piso superior.

Llené la bañera y eché aromas marinos, conecté también los masajes y fui desnudándome. Estaría como mínimo media hora ahí sumergido, me ayudaba a meditar y también a relajarme. Necesitaba hacerlo, por mi corazón y por Phoenix. No quería pagar con él el miedo que tenía y que me carcomía. Era incapaz de decir adiós a tantas cosas y pedir tanto perdón, mi orgullo prevalecía y tenía que buscar soluciones ya.

Nada más entrar sentí que mi cuerpo se iba relajando. Mi mente se quedó en blanco y todas esas pequeñas vocecillas cesaron. Estiré el brazo y conecté la radio dejándola en la emisora de música clásica.

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Lestat de Lioncourt