Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 21 de septiembre de 2009

Dark City - capitulo 10 - Creo que voy a matar a alguien. (parte II)

Imagen sacada de una revista, el scan lo conseguí gracias a Tigerpal como siempre. Dios amo a esa mujer... pero no tanto como a mi princesa.


-¿Podríamos luego de la cena conversar? Necesito ayuda.-sus ojos brillaron levemente, eran como los de Clarissa que chispeaban cuando algo importante sucedía. Si bien, los de ella eran fríos y los de él parecían los de un niño.

-¿Conversar?-interrogué caminando hacia el salón y él me siguió tras una invitación de mi mano.

-Sí, quiero retomar la conversación de la cafetería.-murmuró acomodando mejor sus lentes.

-¿Ahora?-me parecía todo demasiado extraño.-Pero creí que quedó claro, eres inmaduro y hasta que no dejes de ser un niño caprichoso no vas a conseguir nada importante.-comenté encogiéndome de hombros.-No hay nada que discutir, nada que dialogar.

-Hay.-dijo firmemente convencido, tanto que me hizo girarme y mirarlo atentamente.-Hay una mujer.

-Hay una mujer.-murmuré con una sonrisa.-Imagino que será todo lo que quieres en esta vida y por tu estupidez lo has echado todo al cubo de la basura.-susurré dejando mis manos en sus hombros y sonreí de forma ladina. Era cruel con él, pero tenía que aprender de sus errores, los cuales me recordaban en parte a los míos.

-No, no lo he echado a perder.-susurró clavando sus ojos en los míos, manteniendo una mirada firme y sin titubeos.-Quiero consejos, quiero saber como cortejarla sin caer en lo típico. Jamás lo he hecho, ellas venían a mí. También sucedía así en los hombres.-me eché a reír a carcajadas, incluso me doblé sobre mí dejando que mis cabellos cayeran sobre mis ojos.

-¿Atsushi?-interrogó Phoenix bajando por las escaleras.- ¿Qué sucede?

-Nada, tan sólo me contaba Paulo un buen chiste.-comenté agarrándolo de los hombros con uno de mis brazos.-Hoy nos acompañará en la cena, pediremos algo de comer al Dragón Dorado y tal vez se quede después discutiendo sobre asuntos de vital importancia.

-Pues entonces bienvenido y buenas noches Paulo.-murmuró con una sonrisa aproximándose a mí.-Hoy no podré darte lo que tenía pensado.-susurró y yo gruñí.

-Espero que mi presencia no sea un incordio.

-Créeme, siempre has sido un grano en el culo. El incordio en ti ya va incorporado.-comenté apartándome de Wilde para agarrar a Phoenix por la cintura.

-En el fondo me quieres, soy tu discípulo.-murmuró.

-Un Judas es lo que estás hecho.-respondí y sonreí.-Voy a llamar al Dragón Dorado, diré que traigan sushi de cangrejo y gambas para tres personas, también algo de pollo al tempura y un poco de ramen.

-De acuerdo.-respondió de inmediato mi pareja y besó mis labios con dulzura.-Yo me quedo con Wilde conversando en la sala.

-Sí, así tendremos oportunidad de conocernos.-lo fulminé con la mirada al escuchar eso.-Como amigos, Sakurai, como amigos. No pienses tan mal de mí, aunque claro es normal ya que intenté seducir a su hijo.

-Intentaste, que no lograste, eres pésimo en eso de las conquistas Wilde.-musité cerca de su oído y fui a buscar mi móvil. Allí tenía el número del restaurante.

Subí al piso superior y entré en mi despacho, me senté en mi sillón y marqué el número del restaurante. Era un lugar donde se podía ir en familia, decían que estaba plagado de mafiosos pero aún así pensaba que únicamente eran rumores. Mi hijo solía ir, no era un mafioso, y siempre venía saciado por poco dinero. Buen lugar para comer y a bajo coste, el mejor sushi de toda la ciudad o al menos del mejor. Así que sería la mejor opción. Llamé y pedí el sushi, el pollo al tempura, el ramen y sake junto a unas galletas de la suerte para tres comensales.

Al regresar a la sala estaban ambos conversando sobre literatura, Phoenix se había leído el libro de Wilde en pocos días y no paraba de hablar de él. También se había leído el de Hizaki, como pude logré arrancarle un ejemplar a mi hijo. Ambos escribían bastante bien. Aunque como orgulloso padre debería decir que mi hijo lo hacía mucho mejor, pero no era el caso. Ambos eran buenos, pero Wilde era un excelente escritor y podía trasmitir mejor que Hizaki que era aún un pequeño novato.

-¿Ya pediste?-interrogó Phoenix con una sonrisa en sus labios.

-En una hora estarán aquí, no olvidemos que está en la otra punta de la ciudad y tienen que prepararlo.-comenté sentándome en el sofá entre ellos dos.

-Lamento haber venido sin avisar.-murmuró Wilde colocándose de nuevo aquellos anteojos de empollón. Parecía delicado, poca cosa, pero bien sabía yo que él no era así. Podía mostrar mil facetas y jamás saber quien era realmente o cual era la verdadera.

-No es nada, Atsushi siempre pide de comer en las noches. No nos apetece cocinar ¿verdad amor?-dijo apoyando su cabeza sobre mi hombro y yo sonreí asintiendo.-¿Ves? No importa. Ya estábamos por pedir comida, aunque hoy creo que era pizza y película. Siempre tenemos los días acotado a algo, a lo que nos apetece. Pero supongo que conversar con un amigo es mucho mejor.-intentaba ser cordial, no mostrar lo que realmente sentía.

La verdad era que no pensábamos comer, queríamos esperar a que Jun estuviera bien dormido para empezar a practicar el sexo. Claro que ya no era como antes, Phoenix no permitía que me excediera y era él a veces quien llevaba el ritmo. Lo hacía porque así nos lo había pedido el médico, pero yo me sentía menos hombre que antes al seguir las indicaciones de un charlatán. Quería hacer el amor como siempre lo había hecho, quedarme al límite de la vida y la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ahhh!!! Phoenix permitele al niño lo que quiere XD

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt