Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 14 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (IX)


-¿Cuándo he mentido?-aquello hizo que frunciera el ceño.

-Muchas veces, no me hagas recordar cuantas.-en ese momento se molestó de verdad, caminó hacia el parque donde estaba Jun y se marchó hacia el dormitorio.

Me molestó de sobremanera que hiciera eso. No entendía que lo había dejado todo, cuando hablaba de todo era inclusive mi vieja costumbre de la infidelidad, por ser completamente suyo y que de esta forma fuera feliz a mi lado. Supongo que mi fama me precedía. Él no tenía culpa, pero estaba molesto. Así que simplemente entré en el dormitorio tomando mi camiseta negra favorita, unos jeans desgastados y amplios, junto con uno de mis sombreros. Me vestí de forma rápida mientras él me daba la espalda.

-¿Dónde vas?-interrogó.

-Donde me de el aire.-respondí.

-¿Dónde?-dijo en un tono más molesto.

-Donde me de la gana, ya que aquí al parecer molesto con mis engaños.-me coloqué las gafas de sol y agarré mi juego de llaves.

Bajaba por las escaleras cuando escuché al niño gritar, gritaba en balbuceos mi nombre y él simplemente estaba al borde de las escaleras observándome. Me giré mirándolos a ambos, dejando mi mirada fundida en ellos con el rostro endurecido. No comprendía como todo terminaba torciéndose, como una tarde agradable en casa podía finalizar de esa forma. Volví a bajar por los escalones y noté como él hizo el amago de seguirme, sin embargo terminó quedándose firme al principio de las escaleras. Yo salí al jardín enfurecido, caminé por las baldosas grisáceas y el perro corrió hacia mí. Si bien no estaba de humor y creo que lo notó, porque se quedó a un lado observando como me marchaba hacia la parte trasera, iba a por una de mis motos.

Decidí que hoy sacaría a pasear a mi chopper acid monster. Ella era una joya que compré únicamente por placer, pero que al verla Clarissa casi se infarta. Dijo que era horrenda, pero a mi me gustaba y a Hizaki también. Era una gran máquina, su motor incluso lo había modificado para que corriera más de lo que ya hacía. Al subirme conduje hacia la parte trasera de la vivienda y salí. Salí al fin a la carretera. Seguía molesto, tanto que no sé porqué acabé en el barrio dormitorio y justo en el bloque donde vivía Yutaka.

Había comenzado a llover de la nada, el día se puso extraño, pero di gracias porque era lo que necesitaba. Me quedé aparcado en las proximidades a la entrada del bloque de pisos de Uta. Podía ver la puerta de entrada y también la ventana de su apartamento. No sabía si estaba ya en él, si había vuelto a la ciudad, pero me quedé apostado observando la puerta con un extraño presentimiento. No me había sacado el casco, permanecía ahí parado como un idiota, cuando lo vi llegar de la mano de un chico. Aquel chico lo conocía, era el amigo de mi hijo aquel Max, y parecían haber pasado la tarde juntos.

Algo en mí se conectó, como si llevara un dispositivo oculto bajo mi ropa y piel. Noté como todos mis recuerdos sobrevolaban por mi cabeza, me pregunté si alguna vez Yutaka se vio de esa forma tan dulce junto a mí. Sentí celos y unos deseos enormes de pararme frente a él, de demostrar que seguía siendo mío. Cuando sus labios se fundieron y lo atrapaba entre sus brazos me sentí morir.

En mi mente se clavaron esas imágenes junto a sus palabras. Él siempre me aseguró amarme, que siempre me tendría como único amor en su vida. Sin embargo estaba con otro, en brazos de un prácticamente puberto, dejándose llevar. Le había comprado un peluche como el que yo le regalé, eso ya era el colmo de todo. Él era mío, al menos así lo veía en esos momentos, y me lo estaban robando. No importaba cuanto amara a Phoenix, me gustaba saber que él se desvivía por una mirada mía y que era capaz de cualquier cosa por una caricia.

Agarré con fuerza los puños de la moto. Estaba a punto de bajar e ir a gritarle a ese mocoso que no se pusiera en mi camino, o más bien que no tomara lo que era mío. Pero en cuanto puse un pie sobre el asfalto el chico echó a correr, corrió hacia mi dirección y pasó a escasos centímetros de mi moto. Creo que si hubiera estirado el brazo podría haberlo agarrado. Sus cabellos eran castaño claro, sus ojos azules, no demasiado alto y su tez algo dorada. No era el típico chico que llamaría la atención de Yutaka, él no tenía parecido alguno a mí. Giré mi rostro para ver la reacción del que consideraba mío, de Uta, y tan sólo se acariciaba los labios mirando como se iba. Como si fuera un estúpido quinceañero que ve partir a su amante, en plena noche, esa era la estampa que estaba dando.

No sólo había desaparecido, sino que incluso se había puesto a jugar a los enamorados. Yo me podía permitir tener a otro, amarlo y poseerlo como mío, pero él no. Él debía de ser mío. Sé que suena a trofeo, pura cabezonería y celos injustificados, si bien es lo que era y no puedo ocultar que mi cabeza era una bomba de relojería. Sus gemidos venían a mis oídos, su aliento rodaba por mi piel y su mirada. Esa maldita mirada, la de aquella noche en el Hotel, me hacían arder de nuevo. Sólo quería verlo entregado a mí, únicamente a mí. Que estuviera con ese niñito me descontrolaba.

Me volví a casa, aún más molesto que antes. Phoenix estaba en el salón acurrucado en el sofá. Se había dormido después de haber llorado. Había hecho que llorara de nuevo y encima no estaba de humor para animarlo. Estaba perdiendo mi territorio. Sin embargo, él seguía ahí esperándome como si nada. Me aproximé a él y me quedé de rodillas frente a su cuerpo acurrucado. Acaricié sus cabellos y sus lágrimas que iban secándose, aún tiritaba.

-¿Atsu?-susurró mirándome con aquellos ojos ambarinos que siempre me hacían sentirme miserable.-¡Atsu!-gritó abrazándose a mí llorando e hipando.-No voy a volver a dudar de ti, no voy a volver a pensar que tienes otro y me mientes. No voy a volver a decir cosas que no son.-aquello me hizo sentir más que miserable, no me merecía que me abrazara. Toda mi molestia se fue, se disipó quedando reducida a nada.

-Phoenix.-susurré besándolo en el cuello, acariciando su cuerpo lentamente.-Hagamos el amor…-dije intentando olvidar el beso de Max a Yutaka, también mis estúpidos celos y mi comportamiento parecido al de un adolescente caprichoso.

-No.-dijo algo temeroso.-Hoy estoy agotado, los medicamentos me tienen aturdido hoy.-susurró.-Además me siento mal.-no era bueno que le hiciera todo aquello, mucho menos con aquel tratamiento que estaba realizando de nuevo. Lo desgastaba, poco a poco y yo no tenía consideración de su enfermedad. Antes me moría cuando lo pensaba, la angustia se cernía en mi garganta y lloraba, pero poco a poco me volví egoísta y pensaba sólo con la entrepierna.

Había cambiado con él. Interponía mis emociones y la de otros a él, tal vez porque lo sentía seguro y anclado a mí. Pasara lo que pasara iba a estar conmigo, le tratara bien o no. Pero una relación así desgasta, incluso mata. Yo estaba aniquilándole las ganas de vivir. Así que simplemente lo apreté un poco más, sólo un poco nada más, y lo tomé en mis brazos sentándome en el sofá.

-No importa.-susurré tras besar su frente.-¿Podrías volver a dejarte el cabello como antes? Echo de menos tus mechas rubias.-decía aquello para calmarlo.-Podría llevarte a la peluquería como aquella vez, después pasear por el parque cercano y tomar helado.

-Mañana tengo quimioterapia.-se aferró a mí dejando descansar su cabeza sobre mi hombro.-¿Vendrás conmigo? Por favor.-susurró sin mirarme, tenía los ojos cerrados e intentaba hacerse a la idea de un no rotundo. Siempre ponía excusas, tal vez para no ver la realidad que nos rodeaba.

-Sí, por supuesto.-tenía que hacerle feliz, era mi deber y dejar de celarme por alguien que ya no estaba en mi vida.-Luego podemos caminar si te sientes bien, pasear por el jardín descalzos.

-Sí, amo el jardín.-sonrió y abrió los ojos con un leve brillo de felicidad.-Te dije que no iba a destrozarlo, además sólo hace sus necesidades fuera de casa. Está igual de bonito que cuando vinimos.-rió bajo.-Aunque nos gastamos mucho en jardineros, pero Juan y Andrés son muy amigables.-fruncí el ceño.-No te celes, te pones feo, y te saldrán unas canas terribles que no podrás tapar con ese tinte tan maravilloso.

El resto del día fue muy dulce, extremadamente dulce. Intenté enterrar mis celos, pasar página e iniciar un nuevo recorrido. Si bien me era imposible, él venía a mis recuerdos. Me pregunté si de ese modo se sentía cuando me veía junto a Phoenix, como si hiciera el ridículo intentando mantenerme al lado de mi pareja. También si los celos que me carcomían eran los mismos, o tal vez más intensos.

Al día siguiente acompañé a Phoenix al hospital, mientras a él le aplicaban el tratamiento fui a informarme del estado de mi hijo. Me confirmaron que le habían dado el alta a primera hora de la mañana, todo fue más tranquilizador tras hablar con el médico y alguna enfermera del asunto con calma. Regresamos a casa e hicimos lo que teníamos previsto. Aquel día parecía tranquilo, pero algo alteró la paz y fue una llamada de la policía.

Atendí el teléfono tras dar una pequeña carrera hacia dentro de la casa, Phoenix seguía con Jun jugando y el pequeño observaba todo con aquellos enormes y vivarachos ojos café. Me quedé impactado con la noticia, fue como una victoria.

-El sospechoso estaba en las proximidades de la vivienda de su hijo, lo detuvimos por escándalo público y porque el amante de su hijo llamó alertando de la presencia de dicho individuo. Le mantendremos informados de la detención de Yue Wook.-era la voz de una mujer, muy dulce que trasmitía calma.-¿Señor Sakurai?

-Sí.-respondí con una sonrisa en mis labios tras un leve suspiro, me senté en el sofá calmado y sin la leve intranquilidad de que Yue interrumpiera de nuevo en la vida de mi hijo.-Gracias.

-De nada, espero que recuerde que siempre estamos a su disposición.-lo sabía, lo sabía muy bien.

Desde hacía unos dos años, aproximadamente, se estaba limpiando el cuerpo de la corrupción que existía. No sólo en el cuerpo de policía, también en los bomberos y jueces. Hacían sus pequeños chanchullos para que criminales de alto rango salieran en libertad, como si nada, y volvieran a cometer cualquier delito. Poco a poco iba siendo la ciudad que conocí a mi llegada, una ciudad segura y que se llenaba de vida cada año.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt