Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 30 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXIV)


-¡Cual es! ¡Cual es el mío!-gritó acariciando el paquetito morado.-¿Este? ¿Es este?

-El dorado es para Phoenix, el violáceo es para ti.-respondí y sin más se dedicaron por entero a mirar sus regalos.

-¡Estrellas!-gritó colocándose la pulsera mientras yo tomaba al niño y terminaba de darle la comida.

-¡Un anillo entrelazado! ¡Es el que quería!-dijo mi pareja agarrándose a él.

Ambos botaban como adolescentes y chillaban. Parecían dos pacientes de manicomio. Si alguien los hubiera visto seguramente que hubiera terminado pensando lo mismo que yo.

Poco después se marchó encantado. Me alegré de que al menos dejara de mirarme como si fuera un asesino. Phoenix comenzó a besarme quitándome la ropa y encaramándose sobre mí. El tinte, una charla prácticamente eterna y un regalo hacía que fuera feliz; realmente era alguien simple para contentar. Se entusiasmaba con cualquier cosa, así que siempre era rápida mi forma de arreglar cualquier cosa.

-Hagámoslo.-dijo desabrochando mi camisa.-Atsushi, quiero hacerlo ahora mismo.-murmuró y yo miré hacia la cuna de Jun.

El niño dormía, no teníamos mucho que hacer y me estaba excitando al verlo de esa forma tan arrojado a mis pies. Tiró de mí llevándome hacia el cuarto y yo sólo sonreía al ver su ímpetu, quería ver cuanto podía desear un poco del amor que podía darle. Sus ojos brillaban, todo él parecía brillar cegando a cualquiera. Sin responsabilidad alguna y sin prisas, eso era vida y prácticamente un paraíso.

Entramos en la habitación y me senté en el borde inferior de la cama. Él se arrodilló frente a mí lamiéndose los labios, humedeciéndolos. Mis manos fueron a su rostro, lo tomé acariciándolos mientras notaba el leve rubor de sus mejillas. Mis labios se fundieron con los suyos, se fundieron con el deseo infernal de posesión extrema. Casi quedé sin aliento, él jadeaba aferrado a mis piernas.

-Hazlo.-jadeé ese mandato, quería ver como hacía su mejor labor. Bajé la cremallera y aproximé su rostro a mi bragueta.-Hazlo Phoenix.

Él simplemente comenzó aquel trabajo, aquello que me hizo engancharme por completo. Acariciaba sus cabellos, nuevamente dorados, mientras movía la cadera de forma lenta. Se aferraba a mis piernas mientras me miraba, esa mirada cargada de erotismo que haría que cualquiera se descontrolara.

-Hazlo así, deja que yo lleve el ritmo.-murmuré echando la cabeza hacia atrás mientras tiraba leve de su cabeza hacia mí.-Así, hazlo así.-lo hundí notando como perdía el aire y poco a poco lo fui apartando.-Phoenix.-gemí levantándome para quedar de pie frente a él.-Gánatelo.

Su pose inocente, inocentemente falsa, me provocaba demasiado. Lo pegué bien a mí y él se apoyó como pudo en la cama y suelo. Quería sacarme todo lo vivido meses atrás, tan sólo él y yo. Incluso quise recordar los momentos en el hotel, la vida clandestina y las mentiras que se encadenaban a otras formando una maraña de nieve que acabó sepultándome.

Al final terminé rompiéndole la ropa, arrojándolo a la cama mientras temía mis arremetidas. Caí sobre él como un animal en celo y entré en su cuerpo. Tan cálido, tan apetecible. Lo tenía de espaldas a mí y me anclaba a él de una forma muy posesiva. Mordía su cuello y después lo lamía, repasaba cada marca dejando bien mi sello personal. El ritmo era alto, cadencioso y no bajaba.

-Atsushi.-gimió al fin tras minutos de silencio. Sus gemidos eran agudos y cargados de énfasis por demostrar, tal vez a sí mismo, que era yo y no otro quien lo poseía de esa forma. Taladraba sus entrañas, mientras él taladraba la cordura.

-Phoenix, no hables.-no quería que hablara, tan sólo quería su piel empapada en sudor junto a sus temblores y jadeos. No necesitaba que dijera mi nombre, tan sólo que gozara como nunca aquellos momentos.

Me aparté de él recostándolo en la cama y abrí bien sus piernas, para que luego me rodearan. De esa forma terminamos uniendo nuestras almas, nuestras bocas y el deseo. Acabamos mirándonos, escrutando nuestras almas satisfechas de un sexo apasionado.

-Cada vez lo haces mejor.-susurró en mi oído.-Dicen que los maduros aprenden trucos que los jovencitos no.-murmuró mientras jadeaba aún, boqueaba buscando aire e intentaba recuperar el pulso normal.

-Me alegra que te guste el sexo de un hombre que ya es abuelo.-murmuré apartándome de él, para quedarme recostado a su lado.-Es un honor que un jovencito aún se sienta atraído por mí.-lo decía con sorna, sabía que no sólo se sentía atraído sino que era capaz de cualquier cosa por un poco de atención.

-¿Abuelo? Nadie ha hecho que me tiemblen las piernas como tú.-besó mi mejilla y se subió sobre mis caderas.-Más quisieran los jóvenes que han estado conmigo tener tu ímpetu, tu constancia, tu belleza…

-Recuérdame que te pague por cada uno de los halagos.-sonreí de lado cuando dije aquello, él simplemente me golpeó con la almohada.

-¡Idiota! Quería ser romántico.-lo agarré por la cintura al ver que se iba a bajar, esa maldita cintura que tanto me gustaba.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt