Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 29 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXIII)


Después de un breve repaso a otros blog terminé escuchando música, mi música. Encendí al reproductor y me coloqué mis auriculares. No quería molestar a Jasmine y mucho menos a Phoenix. Les dejaría conversar cuanto quisieran, seguramente debían de ponerse al día y cotillear cruelmente sobre alguno de sus amigos. Después saqué un paquete de folios nuevos, mi estilográfica favorita y dejé que la inspiración me alcanzara.

La estilográfica que usaba era un regalo de Hizaki, fue el primer regalo que me hizo de forma monetaria. Tenía nueve años y ahorró todo un verano su paga para comprarme algo así. Me entregó aquella maravilla sin ser mi cumpleaños, ni ninguna fecha importante. Simplemente me dijo que jamás había tenido un regalo apropiado, que siempre me regalaba cosas que luego no usaba. El diseño estaba entre lo macabro y lo estéticamente perfecto. El capuchón eran calaveras algo sobresalientes, rostros aterrorizados, y el cuerpo de la pluma estaba modelado por una montaña de huesos. El mango del capuchón era la hoz, el utensilio de la Parca o Caronte. Una representación sublime de la muerte. Jamás me dijo cuanto le costó, pero observando el diseño se puede preveer que no fue barato.

Con esa maravilla había escrito los poemas más siniestros y grotescos que jamás pude haber imaginado. Me inspiraba, por ello decidí acapararla aquel día. Necesitaba escribir algo que me sacara la de normalidad, que me aislara del mundo, en forma de fantasía macabra. Deseaba hacerlo como reto personal, volver a lo que una vez hice.

Estuve horas escribiendo, creo que el tiempo pasó demasiado rápido. Ni siquiera me di cuenta que había pasado la hora de la comida, que Phoenix había entrado en el despacho y dejado un pequeño sándwich. Estaba tan inmerso en aquel bosque oscuro, en esas guerras medievales, que perdí la noción de todo. Tomé aquel bocadillo, ya frío, y el zumo prácticamente tibio. Después guardé las hojas junto a la estilográfica y fui a buscar a mi pareja.

-¿Phoenix?-dije bajando la escalera y él estaba sentado en medio de la sala con Jasmine detrás.- ¿Qué sucede?-pregunté.

-Me cambio el color del pelo.-comentó en un canturreo.-Es que ya estoy harto de estar moreno, creo que no me va demasiado y echo de menos el pelo rubio.

-¿Y porqué no fuiste a la peluquería?-interrogué bastante confuso.

-Porque yo puedo hacérselo, no tiene que ir a una peluquería donde hay cuatro gallinas cluecas hablando sobre lo pobres que son sus relaciones sexuales.-reí bajo ante ese comentario de Jasmine.-Además, si él contara lo pobres que son las vuestras tendrías muy mala reputación.-cualquier ocasión era apropiada para que él me apuñalara.

-Saldré una hora.-dije terminando de bajar las escaleras.

-¿Ya terminaste tu escrito?-preguntó Phoenix mientras pasaba la página de una de esas revistas de decoración que tanto le gustaban. Más que la prensa rosa él era de información de moda de hogar o complementos, reportajes naturalistas y temas de actualidad política.-Estabas tan inmerso en él que ni te fijaste cuando entré.

-Eso es porque está ciego, tu marido se toca demasiado y eso produce ceguera.-deseaba arrancarle su lengua de víbora, pero si lo hacía sabía de Kamijo haría rodar mi cabeza en un rápido movimiento.

-No voy a contestarte a eso, sería muy inmaduro.-murmuré saliendo por la puerta para terminar mordiéndome la lengua una vez más.

Tomé aire abriendo los brazos en cruz y eché a caminar. En las esquinas podía ver a algunos agentes de Kamijo, ellos interpretaban su papel y yo podía sentirme más libre que ir con un hombre a mi lado. Sabía que eran medidas de seguridad especiales, que tal vez dejaría de usarla en unos meses y terminaría aceptando que sin escolta no podía vivir.

Salí de la casa en busca de un regalo, algo apropiado para ellos. Finalmente quedé frente a una joyería, una que habían abierto semanas atrás con un pequeño cocktail de bienvenida y unos presentes para los se que aproximaron a la fiesta de apertura. Yo no fui, Phoenix sí decidió ir y consiguió un colgante de un pequeño elefante.

Entré en el negocio, pude observar los anillos con detenimiento. Encontré algo apropiado para Phoenix, una pequeña sortija de oro blanco con una extraña forma. Pero no veía nada acorde a Jasmine, hasta que vi una pulsera de oro blanco con pequeñas estrellas como colgaduras. Compré ambos regalos, los envolvieron en pequeñas cajitas con sus colores favoritos y regresé. Aún estaba allí él esperando a que Phoenix saliera de la ducha, ya había hecho efecto el tinte y tan sólo quedaba el resultado.

-Hombre, el mujeriego llegó a la hora que dijo.-comentó sin levantarse dándole el biberón a mi hijo.

-¿Podrías ser un poco menos desagradable?-interrogué entrecerrando los ojos.

-Sólo digo la verdad.-murmuró pestañeando.-Soy un ángel, un amor, y sabes bien que no hago daño a nadie.

-Te había comprado algo, pero mejor lo descambio.-cuando escuchó lo del regalo inmediatamente le brillaron los ojos, miró mis pequeñas bolsas y se contuvo de no dar un grito.

Se levantó dejando a Jun en el moisés, caminó hacia mí intentando guardar la compostura y me agarró las bolsas con una rapidez pasmosa. Phoenix bajaba cuando aquello sucedió y se quedó a su lado.

-¡Cual es! ¡Cual es el mío!-gritó acariciando el paquetito morado.-¿Este? ¿Es este?

-El dorado es para Phoenix, el violáceo es para ti.-respondí y sin más se dedicaron por entero a mirar sus regalos.

-¡Estrellas!-gritó colocándose la pulsera mientras yo tomaba al niño y terminaba de darle la comida.

-¡Un anillo entrelazado! ¡Es el que quería!-dijo mi pareja agarrándose a él.

Ambos botaban como adolescentes y chillaban. Parecían dos pacientes de manicomio. Si alguien los hubiera visto seguramente que hubiera terminado pensando lo mismo que yo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt