Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 8 de octubre de 2009


-Sí, lo recuerdo. Pero ella te acusó de algo que no debió, el culpable de que nuestro matrimonio se fuera por el sumidero fui yo. Nunca le dije la verdad sobre muchas cosas, me callé demasiado y terminé siendo un extraño.-suspiré.-Cambié mucho por ella, para que ella fuera feliz, pero en parte yo mentí y la engañé.

-Pero…-balbuceó.

-Aún la quiero, no la amo pero la quiero. Es la madre de mis hijos, la abuela de mi nieto.-tomé aire y lo dejé ir.-No quiero seguir con tensiones. Pero no es sólo ella.

-Ya me imaginaba yo que ese tenía algo que ver.-dijo molesto girándose en la cama para apagar la luz.-Buenas noches.

-Te guste o no pertenece a mi vida, a lo que soy hoy, al igual que Taylor para ti. Sin embargo, yo no monto tanto drama como haces tú.-era el colmo. Él podía llevar al niño con Taylor, que aprendiera su nombre, tomar café con él y conversar horas por teléfono. Pero yo no podía hacer lo mismo con otros, ya que temía que fuera infiel.-Eres egoísta.

-Cuando uno ama realmente lo es, siempre es egoísta.-reprochó levantándose de la cama.-Hoy dormiré en otra habitación, no tengo ganas de aguantarte.

Dicho y hecho. Se fue de la cama y yo me quedé recostado en ella. No tardé ni dos segundos en escuchar un fuerte portazo. El bebé comenzó a llorar, salió de la habitación y le escuché caminar descalzo para ir hacia la cuna. Allí tomó al niño, lo calmó y se lo llevó con él al cuarto donde supuestamente dormiría esa noche. Yo miraba el techo y me preguntaba porqué siempre teníamos discusiones. Era algo que ocurría prácticamente a diario, peleas estúpidas que no tenían argumento alguno. Golpeé el colchón furioso, lleno de rabia, para después despejar mi frente e intentar respirar tranquilo. Intenté dormir, pero sin él a mi lado era un suplicio. Me había acostumbrado a su colonia y al calor tenue de su cuerpo.

Terminé por levantarme e ir hacia la habitación en la que se hallaba encerrado. Al abrir la puerta lo vi recostado y aferrado al bebé. Encendí la luz y noté que Jun dormía, pero él sollozaba. No sé si lo hacía porque se había percatado que en parte tenía razón, o simplemente por rabia. Jamás le pregunté a qué se debían sus lágrimas. Tomé al pequeño entre mis brazos y besé su frente. Él no dijo nada, tan sólo me miró.

-Estará mejor en su cuna.-susurré caminando despacio hacia la habitación de nuestro hijo.

Allí recosté al pequeño y lo abrigué con la sábana. Aún no hacía demasiado frío, pero temía que en mitad de la madrugada necesitara ser arropado. Aunque siempre que tenía frío me llamaba, al igual que cuando tenía calor. Todos los bebés reaccionan con llanto ante cualquier circunstancia. Después regresé donde estaba Phoenix, pero lo encontré de camino a la habitación. No dije nada, él tampoco, y tan sólo nos abrazamos. Aún hipaba y su piel estaba algo fría a pesar de que él llevaba su bata. Lo tomé en brazos dejando que sus piernas rodearan mi cadera y mis labios se fundieron con los suyos. Sus dedos se adentraron en mis cabellos, tiraba de ellos aunque no era demasiado brusco.

Terminamos fundidos en el deseo en medio de aquel pasillo. Lo pegué contra la pared y abrí su bata para comenzar a lamer su cuello y parte de su pecho. Él jadeaba tiritando y agarrándose a mis hombros, clavaba sus uñas en mi espalda y eso terminó descontrolándome. Mi boca se deslizaba por sus brazos, hombros y cuello. No paraba de morder su piel y hacer que se amoratara. Quería que tuviera marcas por todo el cuerpo, que fuera símbolo de una noche de placer sin fin. Me encontraba excitado por su colonia, sus leves gemidos y sus arañazos. Como pude lo despojé de los boxer que llevaba y sin preparativo alguno me colé dentro de él. Phoenix se quedó sin aliento unos segundos, con sus labios abiertos y su rostro intentando encontrar auxilio en el techo.

Saciaba mi sed lamiendo su cuello y dejando que el sabor amargo de su sudor calmara mi necesidad. Notaba como enterraba sus uñas y mis dedos se hundían en sus nalgas. Iba a dejarlo bien señalado, pero él también a mí. Era un sexo bestial, un sexo de esos que el amor se funde con la enajenación mental. Sus piernas temblaban mientras yo seguía aquellas embestidas. Haría cualquier cosa por él, por hacerle sentir vivo junto a mí.

No conseguíamos decirnos nada, creo que tan sólo nos hablábamos en jadeos. Era demasiado placentero como para poder hablar. Se pegaba a mí y yo lo recargaba mejor en la pared, aunque terminé recostándolo en el suelo. Entraba y salía de él con total satisfacción, sintiéndome invadido por el calor de su cuerpo. Un terrible gruñido surgió de mis labios a la vez que todo mi cuerpo temblaba, un latigazo de placer me hizo venirme dentro de él. Lo bañé con mi placer, con mi lujuriosa desesperación, y él tan sólo me besó de forma desesperada. Me había engullido por completo, por ello terminé. Él ya lo había hecho segundos antes. El sexo de ese modo era el que echaba en falta.

En ocasiones cuando lo visitaba en el hotel ni hablábamos, había tal necesidad de tocar nuestros cuerpos que únicamente lo hacíamos. Era capaz de hacerlo con él sobre la mesa del apartamento del hotel, aquella habitación que siempre alquilábamos, para regresarme a casa a penas segundos después de haberlo hecho. Era sexo sin más, pero ese sexo me hacía permanecer pegado a él como un chicle sobre el pelo. No podía despegarme de su piel, de mi droga, y del vicio de su perfume pegado a la mía.

-Atsushi.-jadeó agotado acariciando mi rostro empapado en sudor.

-Ai shiteru.-susurré besando su cuello y sus hombros, para luego llevarlo a la ducha.

Allí, en el baño, abrí la regadera y el agua tibia comenzó a surgir. El termo eléctrico que había comprado era bastante bueno, siempre andaba buscando mejoras para él y para el pequeño. Empecé a enjabonarlo y limpiarlo, pero Phoenix se estaba durmiendo en mis brazos prácticamente. Después lo llevé a la cama y lo dejé arropado bien pegado a mí.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt