Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 2 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXVI)

El scan lo encontré en un Facebook de Atsushi. Dudo que sea de Atsushi, sino que es creado por un fan o una fan. ¿Por qué? porque por mucho que ame a Atsushi he de reconocer que es patético para el inglés, si escribe algo en inglés es ayudado por Imai.


Me fui tranquilo a la cama. Aunque los sueños fueron extraños. Mi hijo tenía sueños premonitorios, pero yo no poseía de esa capacidad. Mi madre poseía también de esa cualidad. Si bien, quizás debía tener en cuenta ese sueño como un aviso. Phoenix me abandonaba tras un fugaz encuentro con Yutaka, mis esfuerzos en conquistarlo para llamar su atención me hacía perderlo todo. No sólo me daba la espalda mi pareja, también mis hijos, Clarissa por supuesto y todo el mundo. Quedaba solo, moría solo.

El día siguiente fue duro. Decir que fue duro es más un eufemismo para lo que aconteció. Fue de esos días que uno desea quedarse en casa tapado hasta las orejas, a pesar que no hacía frío para ello, y no despertar en todo un año. Uno de los secretarios de Paulo contactó conmigo al filo de las nueve de la mañana. Yo estaba prácticamente en un sueño profundo, casi no escuché el teléfono y acepté la llamada de puro milagro. Deslicé la tapa del móvil mientras me estiraba en la cama. No sabía bien quién era, incluso llegué a pensar que se habían confundido de número de celular.

-¿Sí?-balbuceé incorporándome en la cama, Phoenix estaba sobre mi pecho aferrado a mí.

-Señor Sakurai llamo de parte del señor Wilde, ya que necesita que usted se ponga en contacto de forma inmediata con él y con unos agentes de policía que aquí se encuentran.-aquello me despertó por completo, fue como un balde de agua gélida en mi cara. Quedé espantado, no entendía que hacía la policía en el ayuntamiento.

-¿Qué hacen ahí los policías?-pregunté apartándome de Phoenix para salir de la cama.

-Sólo puede comentárselo Paulo, le espera en su despacho.-comentó.

-Bien, dígale que en una hora como mucho estoy allí. Estaba durmiendo, no me esperaba salir hoy.-respondí dirigiéndome hacia el armario.

-De acuerdo, le esperaremos.-dicho esto colgó.

Empecé a buscar un traje sobrio, cualquiera de los míos oscuros y una camisa oscura también. Evitaría ponerme corbata, no tenía ánimos para arreglarme demasiado. Quería dormir todo el día, estar con Phoenix sin hacer nada y tal vez vigilar un poco mis acciones en la bolsa. Fui a la ducha, me afeité de forma rápida y tuve suerte de no cortarme con la maquinilla.

No desayuné, ni tomé café. Mi estómago estaba revuelto. No sabía porqué me quería ver con la policía. No me agradaban las personas de la ley, por mucho que los admirara y les reconociera su valía. Eran como antónimos a mí. Yo sería honrado en la actualidad, pero tenía contactos turbios y siempre se germinaría en mí la semilla del chico Yankee.

La figura del chico Yankee es muy típica de las escuelas japonesas. Son chicos con aspecto rudo, de asesino en serie, pero en realidad con buen corazón y que no terminan dañando demasiado al resto. Mocosos que no tienen ganas de estudiar, vagos chupópteros que contaminan las clases y que se dejan llevar por el revoloteo de una mosca. Pero tan sólo es aspecto, como una máscara para ocultar lo que realmente somos. La mayoría de chicos así eran algo violentos, pero tenían buena masa. Así nos definieron y así quedaron pasados los años como el típico niño rebelde sin causa, o el bueno para nada. Sin embargo, tras mi pose existía un verdadero criminal. Si bien yo estudiaba, sacaba buenas notas y me esforzaba. Quería un futuro lejos de la prisión de golpes, gritos y silencios en la que vivía. Todo lo hacía para alejarme de mi padre y alargada sombra. Uno de los peores días de mi juventud creo que fue cuando me atraparon, por ser el hijo de quien era no me amonestaron pero me apalearon a petición de mi padre.

Aún recuerdo mis huesos romperse bajo sus porras, los aullidos de dolor y mi respiración entrecortada. Me rompieron dos costillas, un brazo y el labio. Uno de mis ojos quedó amoratado, pero por fortuna no tuve problemas de visión. Estuve días sin poder moverme, ni siquiera respirar con facilidad. Casi me perforan un pulmón.

Esos policías si no están jubilados estarán muertos. Ellos me causaron una fobia terrible, si bien otros me demostraron que podía ser más que agentes obesos por la corrupción y ser buenos hombres en busca de un ideal muy noble. Fueron algunos agentes de la ciudad, personas que no se achantaban y que acusaron a sus antiguos compañeros de deshonrarlos. Muy leales a la verdad y para nada codiciosos. Algunos de ellos tuvieron su recompensa siendo ascendidos, intentaban limpiar los años de corrupción que seguía corrompiendo al cuerpo.

El caso de Kamijo fue casi por imposición y liberación de su lado oculto, algo para poder seguir respirando y estar centrado. Él no hacía actos demasiado grotescos, su parte era más bien de coordinar las misiones y poco más. Quién era realmente un asesino se llamaba Yoshiki, amigo íntimo de él y que en parte todo lo hacía para seguir vivo. Cuando uno termina en el lado oscuro no lo hace a propósito, sino porque la marea lo escupe a la isla de la locura y la desesperación. Yo estaba relacionado con ellos, pero no pensaba que fuera por ello la petición de Paulo.

Mientras conducía iba más pendiente en mis historias, en todo lo que fuera a ocurrir y en mis reacciones. Si bien, tuve que volver a la realidad tras un volantazo brusco que casi me hace tragarme a un trailer. Mi corazón se aceleró, pero intenté relajarme y dejar de meditar. Lo que fuera a ocurrir sucedería, no había vuelta atrás. Uno no podía huir de sus problemas, ni de lo que estaba ya en nuestras vidas.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt