Era entretenido ver como se molestaban mutuamente, pero cuando se miraban había esa especie de magia llamado amor. Todo lo que decían era en pura complicidad, ese tipo de relación que con un sólo gesto podía descubrirse un mundo. Ángel se sentó a su lado tomando su taza de café y yo tomé la mía.
-Sobre tu pregunta, Miho, tengo que decirte que estoy perfecto aunque siempre puedo llevarme mis sobresaltos.-decía mientras Jun se quedaba a su lado intentando atrapar una galleta.
-¿Puedo tomarlo en brazos y darle una?-interrogó tal vez preocupado porque no permitiéramos que tomara demasiadas golosinas.
-Sí, por supuesto.-respondí y acto seguido noté como él tomaba al pequeño con cierta ternura.-¿Has tratado con muchos niños?
-No, actualmente no.-susurró acariciando las mejillas de mi hijo para luego ofrecerle una galleta.-Antes cuidaba a los niños de amigas, también a sus hermanos.-sonrió y besó la frente de Jun que se quedó recostado sobre su pecho.
-Se te da bien Jun.-dije mientras toaba que ella prácticamente tenía un orgasmo con aquellas galletas de chocolate.
-¡Que buenas!-comentó tras terminar de comer una de las galletas.-Deberías aprender a hacerlas.
-No pienso cocinar más de lo necesario, deberías aprender al menos a hacer galletas.-replicó tras un suspiro de resignación.
-Te hago tostadas de fresa cada mañana, te alimento bien.-eso me recordó tanto a Yutaka que quedé sin aliento.
-¿Por qué deseaba verme?-preguntó tras un sorbo y ella simplemente se agarraba a su brazo observándolo. Parecía pendiente a sus expresiones, yo también lo estaba.
-He tenido conocimiento, por parte de mi pareja, de que puedes pasar por el mismo trance que yo pasé a tu edad.-fui bastante directo y serio en mi tono de voz.
-Parece ser que tiene tumoraciones en el útero, sin embargo hay que realizar más pruebas.-sus ojos parecían derrumbar cualquier fortaleza aparente.
-Estos temas son para conversarlos cara a cara, no por teléfono y mucho menos por simples emails.-él asintió a mis palabras y ella se aferró un poco más a su brazo.
-Ella es fuerte, no le pasará nada.-lo decía segura de si misma, como si pudiera averiguar de alguna forma el futuro que se avecinaba. Pero nadie puede afirmar nada, siempre teníamos que tener nuestras previsiones.
-Tengo esperanzas en que sea así, no quiero que tu madre pase por el calvario que pasó la mía hace años y tampoco tú por el mío. Quiero que sepas que si necesitas ayuda, de cualquier tipo, yo estoy aquí. Esta es mi casa, es el lugar donde paso mayor tiempo del día y supongo que me encontrarás con facilidad.-ella se giró hacia mí clavando sus ojos algo rasgados en los míos. Era una joven que parecía tener bastante fuerza, parecía que todas las mujeres dotadas con el nombre de Miho se les imprimía ese carácter especial.
-Yo también, dicen que es lo último que debe perderse.-respondió con una leve sonrisa, notaba la amargura en cada una de sus palabras.
Aquello era demasiado demoledor. Me veía allí sentado sintiendo que el mundo se veía sobre mí, que nada podía hacer y que rogar a Dios no tenía sentido. Era el mismo joven que tenía en el sofá de mi casa, el mismo que fui una vez en los pasillos fríos de un aséptico hospital. Por segundos rememoré todo de forma clara, incluso los sonidos de las camillas y los lamentos de los enfermos en la hora de las curas.
Mi madre estuvo hospitalizada tanto en Japón, como Europa y por último Estados Unidos. Gastamos mucho dinero por su curación, también gasté todo mi tiempo en esos momentos a estar junto a ella. Mi padre seguía vivo por aquel entonces, poco le quedaba a aquel hijo de puta en el mundo pero allí estaba. Me sentaba a su lado tomando su mano y mi hermano, aún casi un niño, la miraba desconcertado mientras intentaba dibujar como ella le había enseñado. El sonido de las ceras sobre la hoja, el aroma a medicamento, el sonido de la lluvia atizando las ventanas que permanecían echadas y mi el calor tibio de las manos de mi madre. Todo parecía volver a mí. Imágenes de esos grandes hospitales, inmensos y de pasillos infinitos que parecían dar a otros mundos, se proyectaban en mi retina.
No salí de mis pensamientos hasta que percibí que una lágrima aparecía bordeando mis ojos. Sonreí de forma amarga como él y noté que él se sentía tan abrumado como yo. En pocas palabras estábamos jodidos; yo por el pasado, él por el futuro. El silencio se volvió incómodo, a pesar de que Jun balbuceaba y jugaba sobre la alfombra.
-Papá.-murmuró estirando sus brazos hacia mí.
Él observó al pequeño y sonrió libre de tensiones, y amargura, parecía que el niño le hacía sentirse cómodo.
-¿Cuántos meses tiene?-preguntó tomando una de las galletas.
-Un año prácticamente.-murmuré acomodándolo.
-Los niños son preciosos, perfectos, adorables... pero no lo tome a mal.-dijo la chica.-Ser padre debe ser horrible, creo que por ello jamás seremos padres nosotros.
-Es un desafío.-respondí con rapidez.-Pero compensa, cuando son adultos y ves sus logros.
-Sobre tu pregunta, Miho, tengo que decirte que estoy perfecto aunque siempre puedo llevarme mis sobresaltos.-decía mientras Jun se quedaba a su lado intentando atrapar una galleta.
-¿Puedo tomarlo en brazos y darle una?-interrogó tal vez preocupado porque no permitiéramos que tomara demasiadas golosinas.
-Sí, por supuesto.-respondí y acto seguido noté como él tomaba al pequeño con cierta ternura.-¿Has tratado con muchos niños?
-No, actualmente no.-susurró acariciando las mejillas de mi hijo para luego ofrecerle una galleta.-Antes cuidaba a los niños de amigas, también a sus hermanos.-sonrió y besó la frente de Jun que se quedó recostado sobre su pecho.
-Se te da bien Jun.-dije mientras toaba que ella prácticamente tenía un orgasmo con aquellas galletas de chocolate.
-¡Que buenas!-comentó tras terminar de comer una de las galletas.-Deberías aprender a hacerlas.
-No pienso cocinar más de lo necesario, deberías aprender al menos a hacer galletas.-replicó tras un suspiro de resignación.
-Te hago tostadas de fresa cada mañana, te alimento bien.-eso me recordó tanto a Yutaka que quedé sin aliento.
-¿Por qué deseaba verme?-preguntó tras un sorbo y ella simplemente se agarraba a su brazo observándolo. Parecía pendiente a sus expresiones, yo también lo estaba.
-He tenido conocimiento, por parte de mi pareja, de que puedes pasar por el mismo trance que yo pasé a tu edad.-fui bastante directo y serio en mi tono de voz.
-Parece ser que tiene tumoraciones en el útero, sin embargo hay que realizar más pruebas.-sus ojos parecían derrumbar cualquier fortaleza aparente.
-Estos temas son para conversarlos cara a cara, no por teléfono y mucho menos por simples emails.-él asintió a mis palabras y ella se aferró un poco más a su brazo.
-Ella es fuerte, no le pasará nada.-lo decía segura de si misma, como si pudiera averiguar de alguna forma el futuro que se avecinaba. Pero nadie puede afirmar nada, siempre teníamos que tener nuestras previsiones.
-Tengo esperanzas en que sea así, no quiero que tu madre pase por el calvario que pasó la mía hace años y tampoco tú por el mío. Quiero que sepas que si necesitas ayuda, de cualquier tipo, yo estoy aquí. Esta es mi casa, es el lugar donde paso mayor tiempo del día y supongo que me encontrarás con facilidad.-ella se giró hacia mí clavando sus ojos algo rasgados en los míos. Era una joven que parecía tener bastante fuerza, parecía que todas las mujeres dotadas con el nombre de Miho se les imprimía ese carácter especial.
-Yo también, dicen que es lo último que debe perderse.-respondió con una leve sonrisa, notaba la amargura en cada una de sus palabras.
Aquello era demasiado demoledor. Me veía allí sentado sintiendo que el mundo se veía sobre mí, que nada podía hacer y que rogar a Dios no tenía sentido. Era el mismo joven que tenía en el sofá de mi casa, el mismo que fui una vez en los pasillos fríos de un aséptico hospital. Por segundos rememoré todo de forma clara, incluso los sonidos de las camillas y los lamentos de los enfermos en la hora de las curas.
Mi madre estuvo hospitalizada tanto en Japón, como Europa y por último Estados Unidos. Gastamos mucho dinero por su curación, también gasté todo mi tiempo en esos momentos a estar junto a ella. Mi padre seguía vivo por aquel entonces, poco le quedaba a aquel hijo de puta en el mundo pero allí estaba. Me sentaba a su lado tomando su mano y mi hermano, aún casi un niño, la miraba desconcertado mientras intentaba dibujar como ella le había enseñado. El sonido de las ceras sobre la hoja, el aroma a medicamento, el sonido de la lluvia atizando las ventanas que permanecían echadas y mi el calor tibio de las manos de mi madre. Todo parecía volver a mí. Imágenes de esos grandes hospitales, inmensos y de pasillos infinitos que parecían dar a otros mundos, se proyectaban en mi retina.
No salí de mis pensamientos hasta que percibí que una lágrima aparecía bordeando mis ojos. Sonreí de forma amarga como él y noté que él se sentía tan abrumado como yo. En pocas palabras estábamos jodidos; yo por el pasado, él por el futuro. El silencio se volvió incómodo, a pesar de que Jun balbuceaba y jugaba sobre la alfombra.
-Papá.-murmuró estirando sus brazos hacia mí.
Él observó al pequeño y sonrió libre de tensiones, y amargura, parecía que el niño le hacía sentirse cómodo.
-¿Cuántos meses tiene?-preguntó tomando una de las galletas.
-Un año prácticamente.-murmuré acomodándolo.
-Los niños son preciosos, perfectos, adorables... pero no lo tome a mal.-dijo la chica.-Ser padre debe ser horrible, creo que por ello jamás seremos padres nosotros.
-Es un desafío.-respondí con rapidez.-Pero compensa, cuando son adultos y ves sus logros.
1 comentario:
Ay, ayer he recibido una revista japonesa con el articulo sobre BT... Lo publicare en mi blog en unos minutos. Tambien me compre 'Koroshi no Shirabe'. Me encanta la version de 'JUPITER' que aparece aqui. La has oido?
Como te va la vida? Que tal con Miho?
Ahora estoy leyendo un libro espanol en espanol, que se llama 'Pequeno teatro'. No se si la has leido. A mi me gusta, hasta ahora. Pero es que no se ha empezado de todo. La accion aun tiene que desarrollarse. Pero me gusta mucho el estilo de la autora.
Un saludo!
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