Miró al muchacho a los ojos sintiendo que su alma al fin
reaccionaba, pero era incapaz de mostrar sus extraños y fuertes sentimientos.
Observaba su rostro como quien contempla una de las séptimas maravillas del
mundo. Él conocía bien sus sentimientos, pues realmente sólo era capaz de amar el arte y su pupilo se
lo había dicho. Aquel tritón estaba hecho para crear arte y él lo amaba. Su
piel podía ser un lienzo perfecto en el cual dibujar sinuosas caricias. El
joven estaba hecho para tentarle e incitarle a crear las fantasías más
irresistibles. Él estaba lleno de belleza que evocaba por sí mismo una paleta
de sensaciones. Se proyectaba como un ser nuevo nacido para ser torturado
provocando una melodía deliciosa que haría llorar a los ángeles.
Deseaba alimentarse de esa obra infinita desenfrenado
durante el sexo hasta llevarlo al borde de la muerte, pero jamás le mataría. No
podía acabar con aquella maravilla pese a ser un demonio que se alimentaba del
placer y del dolor ajeno, consumiendo así las almas de sus víctimas. Sin
embargo le haría conocer el filo de la muerte y en esa muerte anunciada, en ese
asesinato, también habría arte aunque sería un arte terrible, grotesco y
sangriento.
Abarcó su cara con ambas manos y le miró acariciando con los
pulgares la comisura de sus labios. Pensó en sus gemidos, igual que en el
silencio de su boca amordazada. Su cuerpo retorcido y marcado por miles de
injustas caricias sería arte. Y arte terminaría siendo si pintara sobre la espalda
con el pincel de su látigo, cincelando marcas terribles que nadie podría borrar.
Arte era y sería por siempre.
Su miembro quedó erecto entre sus manos, siendo acariciado
como se acaricia el barro para darle forma. Porque el sexo para él era arte y
más cuando se hace con una criatura digna para ser contemplada en su estado más
salvaje. Tomó su mano derecha del muchacho entre las suyas y la llevó a su miembro.
Arte también era atender a un hombre tan anciano, a un demonio que conoce bien
los placeres hedonistas, con sólo mostrar ese rubor en sus mejillas. El sexo es
arte, profundo y sincero, cuando se tienen sentimientos hacia la obra. Él
ansiaba que su pupilo fuese su mejor obra.
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