¿Cómo debería empezar esta carta?
Es una carta a la nada. No sé siquiera cuál debería ser su dirección y si
alguna vez llegará a tus crueles manos. Tampoco sé cómo dirigirme a ti y si
deseas que lo haga. Han pasado muchos años desde la última vez que nos miramos
directamente a los ojos manteniendo una guerra dialéctica casi imposible. Tú mencionabas
de tu dolor y yo te recordaba que sabía cómo era ser el desterrado. Hablábamos ambos
en idiomas similares pero distintos. Querías contar tu historia, pero suponía
que podías estar mintiéndome. ¿No es lo que dicen de ti? Dicen que mientes
continuamente para atrapar a incautos y hacer caer cientos de almas a tu alrededor.
Has cambiado mi forma de
contemplar este “Jardín Salvaje”. Ahora veo que puede ser más terrible,
impredecible, horrible y fascinante. Ni siquiera yo estoy a salvo, ¿verdad? Ni
ahora que me han proclamado “Príncipe de los Vampiros” siendo el más poderoso
de todos. Camino inseguro y meditabundo. He recorrido el mundo esta última
década pensando en ti. Cuando cerraba los ojos veía tu rostro y podía perfilar
cada uno de tus rasgos. Después de conocernos, en esa aventura tan
perturbadora, Amel pareció despertar con fuerza y clamar atención.
Memnoch, ya no estoy tan seguro
que tú seas un demonio. ¿Cómo puedo estar seguro que tú eres el “Príncipe de
los Infiernos”? Ni siquiera sé si esas terribles tragedias que cayeron sobre
ti, con todo el peso de “Las leyes celestiales” o “Leyes Divinas”, son ciertas
o sólo un intento llamativo para poder capturarme robándome el cuerpo como han
hecho otros? Ni siquiera Amel tiene respuesta para lo que ocurrió.
Llevo varios meses conversando
arduamente con él. Me he sentado en mi biblioteca favorita, incluso hemos
hablado en la de Armand en Nueva York, y en las ruinas reconstruidas de Maharet
y Khayman. He observado las estrellas contándolas una a una pacíficamente
mientras escuchaba la voz sobrenatural que hay en mí. Él me ha contado tantas
cosas, Memnoch. Cosas que tú no me contaste en su día. Me ha hablado de un
abismo similar al que tú haces continuas referencias en nuestro relato, pero no
hay nada sobre ti. ¿Tal vez fue después tu caída? ¿Quizá sólo eras otro
espíritu similar al de Amel? ¿Puede que quisieras lo mismo que él ha
conseguido? Todos los días me dice que es feliz porque puede vivir conmigo las
sensaciones más maravillosas. Ambos somos uno y a la vez somos dos seres
diferentes. ¿Y tú? ¿Qué ha sido de ti? ¿Sigues buscando esas almas para
presentar ante Dios? ¿Existe realmente Dios? Otros vampiros dicen hablar con
ángeles, pero estos también coinciden que soy un estúpido y un estrafalario.
Tal vez debería dirigirme a los
vampiros anteriormente mencionados, ¿verdad? ¿Pero y si están confundidos como
yo lo estuve en su momento? ¿Y si lo que ve son espíritus que toman la
semejanza de los ángeles de los viejos frescos italianos? Debería alejarme de
estas ideas, pero no puedo. Intento hacerlo continuamente porque son
rematadamente inútiles ya que nadie me dará una solución válida. Ni siquiera tú
podrías darme la solución a mis interrogantes. Nadie ha podido. Sin embargo
estoy aquí en mi despacho en mi fortaleza en Auvernia, redactando con buena
letra una carta que es una plegaria a un vacío insondable, mientras que tú
quizás ya sabes todo lo que siento y te burlas de mí sintiéndote satisfecho por
haber sembrado dudas en mi alma.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario