Un ensayo que puede traer discusión entre hombres y mujeres... Daniel Molloy ha querido dar su opinión sobre el problema del hombre y la mujer.
Lestat de Lioncourt
Hace unos días fue el “Día internacional de la Mujer” y
muchas mujeres alzaron la voz por aquellas que están mudas por el miedo, la
muerte o la indefensión. Sin embargo también acudimos a bochornosos
espectáculos de mujeres que humillan a hombres en comentarios carentes de
respeto. El feminismo ya no posee el mismo valor y respeto en la sociedad
debido a la imparcialidad creciente en las últimas décadas. La denominación se
ha convertido en un impulso hacia lo obsceno, estúpido y aberrante. Muchas mujeres
creen que el sexo débil es el masculino y deben incluso abortar si el ser que
llevan en su vientre, que se alimenta de ellas y puede ser fruto de una nueva
esperanza, es varón.
En el mundo de los vampiros el feminismo evolucionó hacia
otras vertientes. Son muchas las mujeres que se desligaron de lo femenino o
clasificado como tal, igual que muchos hombres se atrevieron a destruir las
normas que había establecidas a su alrededor. El feminismo no es cosa de
mujeres, es cosa de hombres y mujeres. El feminismo es una lucha constante por
un equilibrio, por una verdad, por unos valores que aún no se han establecido
del todo en la sociedad y por quebrar la frágil línea que hay entre hombre y
mujer. Una línea, que todo sea dicho, se inventó alguien en algún momento y ha
seguido marcada como si realmente hiciese falta.
¿Qué es lo femenino o lo masculino? ¿Acaso saben algunos
hombres, o mujeres, que el color rosa se estableció como masculino en el inicio
del siglo XX en una revista de modas? Tal vez no. El rosa es un color más
fuerte y por lo tanto se denominó masculino, pero ¿realmente tiene que ser
fuerte un hombre y débil una mujer? ¿Qué nos hace fuertes o débiles? ¿Es la
fuerza bruta, la inteligencia, la forma de solventar un problema o todo a la
vez? Podemos ser fuertes con nuestros brazos pero nuestra mente, o el espíritu
de lucha, estar en banca rota. La fortaleza no debería ser juzgada sólo por la
resistencia física, pues puedes tener mayor fortaleza mental o espiritual y
lograr más metas que alguien que simplemente es bueno usando la fuerza de sus
extremidades.
Los hombres son los grandes perjudicados del machismo
impuesto en la sociedad. Muchos luchan por la igualdad salarial de la mujer,
por su visibilidad en todos los puestos de trabajo, pero se olvidan que hay
hombres que aún son insultados, amenazados o vistos como “raros” al elegir
profesiones típicamente femeninas. También son vilipendiandos muchos hombres
que deciden ser quienes eduquen a los hijos, cuiden del hogar y se dediquen a tareas
“femeninas”. Hay miles de leyes que amparan a la mujer a la hora del divorcio
cuando el matrimonio no funciona, pero no tantas para el hombre. Y por
supuesto, aún la sociedad no castiga de igual modo, con rechazos o
manifestaciones públicas, los insultos o golpes de una mujer a un hombre que
los de un hombre a una mujer.
El machismo hace ver al hombre como objeto de fortaleza,
como alguien que debe ser fuerte incluso mentalmente sin dejarse llevar por sus
impulsos primarios de llorar, reír cuando lo desea o mostrar cierta
sensibilidad hacia actos terribles. El hombre debe ser una roca que esté contra
vientos y tempestades, un ser inamovible que muestre terquedad y firmeza, pero
eso no es así. Los hombres que ocultan sus sentimientos son infelices, los que
quieren ser fuertes por sí mismos, sólo por haber nacido varones, son
arrastrados por la corriente y terminan ahogados. Hay muchos hombres que no
piden ayuda porque se les educó que un hombre no pregunta, no pide respuestas,
no clama por un salvavidas cuando se está muriendo en mitad de un mar de
penurias, pues un hombre debe ser fuerte y ser débiles es de mujeres.
El mayor ejemplo de ruptura de todas esas reglas sociales es
Lestat. Lestat ha mostrado a toda La Tribu, la cual incluye a los humanos y
otras formas de “vida”, que un hombre debe llorar cuando lo necesita y eso le
fortalece. Es el mismo que ha clamado por ayuda incluso a su madre. Poco a poco
ha demostrado que la soledad es una enfermedad terrible y siempre desea
rodearse de todos los que ama, pues sentirse solo lo debilita y odia sentirse
débil. Él necesita amor, ¿y no es una premisa que dicen que sólo busca amor la
mujer y que el hombre puede vivir sin él? No. No es así. Si Lestat se ha
levantado mil veces es porque se ha apoyado en otros, ha buscado respuestas a
sus preguntas y ha hecho que sus lágrimas vacíen de sufrimiento su alma para
continuar luchando. También ha demostrado que un verdadero guerrero no busca la
el enfrentamiento sino la paz, sin embargo es algo que también podemos ver en
otros viejos guerreros.
Así mismo podemos encontrar ejemplos diversos entre hombres
y mujeres inmortales. De Avicus o Flavius, por ejemplo, hemos podido observar
que hay hombres que aman la literatura y se emocionan con su lectura. Khayman
siempre buscaba consuelo en Maharet pese a ser su guardián. Armand ha demostrado
fragilidad desde el primer momento pese a la entereza de seguir hacia delante.
Louis es el claro ejemplo de la sensibilidad extrema hacia ciertos asuntos. Del
mismo modo muchas mujeres han demostrado ser luchadoras y romper los estándares
establecidos. Quizás el mayor ejemplo de todos es Gabrielle. Ella ha decidido
por sí misma vestir ropa ambigua y recorrer el mundo en solitario durante gran
parte de su vida, ha ido y venido escuchando a otros, aprendió a observar y
actuar acorde a lo que sentía o creía que debía hacer. Sin embargo, ha mostrado
también sentimientos hacia las desgracias de su hijo y cierta ternura cuando se
depositó el cadáver de Mekare en su tumba. ¿Y qué decir de Pandora? Ella no fue
educada como una mujer. Su padre decidió que tendría los mismos privilegios que
un hombre y lucharía con su educación sobre el poder establecido por los
varones.
Los sentimientos no saben de género ni de sexo. El género es
mental y el sexo es únicamente el símbolo de los genitales. Petronia es el
claro ejemplo de ambigüedad. Es un ser que destruye con sus puños todo lo que
podemos imaginar. Las ecuaciones no salen con la creación de Arion ni con los
preceptos que se han generado en la sociedad. Como bien dijo Benjamín a Armand
en “Príncipe Lestat”: No todo es blanco o negro.
Por eso mismo me molesta que se alcen voces el “Día de la Mujer”
para clamar sólo por el feminismo hacia el bienestar de la mujer, pero se
olvide del yugo que muchos hombres tienen por culpa del machismo y el feminismo
mal encaminado. El “Día de la Mujer” debería ser una fiesta para celebrar la
vida que da la mujer en la naturaleza, el abanico de color que esta ofrece, y
para educar a las futuras generaciones en no caer en errores del pasado. Este
día debería ser para recordar que lo femenino no es el rosa, pero que tampoco
lo es el azul. Debería hablarse menos de las diferencias entre hombres y
mujeres… ¡Pues no existen! Este día debería mostrar mayor acercamiento del
hombre a la mujer y la mujer al hombre. Tal vez me gano enemigo al escribir
estas líneas pues piensan que desprecio la lucha feminista y no es así.
Simplemente os estoy demostrando que lo que tacháis de femenino no lo es y lo
que ensalzáis como masculino tampoco lo es.
Quizás la inmortalidad nos hace más libres, más sabios, más
poderosos… pero somos igual de débiles si no estamos unidos. Nos hemos unido hombres
y mujeres de todas las especies para luchar contra una gran catástrofe. ¿Por
qué los humanos no deberían empezar a hacer lo mismo que han leído en nuestros
libros? Quizá se acabarían así las absurdas guerras de sexo y dejaríamos de
necesitar días especiales para clamar por justicia y respeto.
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