Digamos que esto fue lo que pasó la primera vez que usé ciertas ayudas (por no decir testosterona) que me prestó Fareed. Louis puede decir misa... pero luego escribe ciertas cosas en su diario personal que...
Lestat de Lioncourt
Mi cuerpo temblaba bajo sus caricias
como si fuera la primera vez que él me las ofrecía. Sus besos
rozaban mi cuello y bajaban hasta mis clavículas paseándose
impunemente por mi nuez. Me sentía un chiquillo torpe y estúpido
entregándose virgen a un diablo que disfrutaba de mis sollozos y
necesidades. Mis piernas se abrieron sutilmente esperando indecoroso
que se percatara de mis profundas y bajas necesidades. Coloqué mis
manos sobre sus hombros aún arropados por esa camisa blanca de seda
y deslicé mis dedos por los botones de nácar sacándolos sutilmente
de sus ojales.
—Oh, mon amour... mon ange...—murmuró
abriendo mi camisa de un sólo tirón. Los botones cayeron sobre el
colchón y otros fueron disparados a varios rincones de la
habitación. Me sentía débil bajo aquel monstruo de ojos azul con
tonalidades violetas, de perfecta y carnosa boca que me destruía
cada trozo de mi alma con sus malditas sonrisas, y de provocadores
caricias.
—Lestat... —dije metiendo mis dedos
entre sus cabellos rubios y revueltos.
Si lo miraba bien parecía un Mesías
bajado de los cielos para promulgar la divina palabra, pero no era un
santo sino como he dicho un maldito demonio. Había logrado que
accediera a ese trato. Inyectó en mí esas malditas hormonas
masculinas para que me excitara más allá de la sangre arrebatándome
cualquier pensamiento lúcido.
En ese momento recordé la vieja
conversación que tuve con aquel joven periodista. Daniel Molloy era
un auténtico desconocido en el cual volqué toda mi rabia y mi
dolor, pero estaba equivocado. Mostré a un Lestat criminal, sin
escrúpulos ni sentimientos, por el único motivo de vengarme de
algún modo por los años de silencio, por las verdades no dichas y
porque soy un maldito cínico. Sería hipócrita decir que él no me
importa y que ese libro no sirvió para mis fines. Quería que él
apareciera de nuevo triunfante y me arrebatara el aliento ¿y no era
eso lo que logré? Provoqué que ese maldito diablo que es se alzara
de su tumba, correteara con una Harley y se hiciese estrella del
rock.
Mis besos se volvieron fieros mientras
él seguía desnudándome y quitándose la ropa. Yo casi no sabía
como hacerlo porque tampoco era un gran experto en las artes
amatorias. Me avergüenza decir que jamás había estado con un
hombre o con alguna mujer que no fuese una prostituta, aunque siendo
sincero jamás llegué a finalizar esos encuentros. Pero él parecía
dispuesto a demostrarme su magnífica experiencia de siglos atrás y
dejarme convertido en ruinas.
El roce de su piel me hacía caer en
una vorágine de imágenes terribles y desesperantes. Podía verlo
caer de mis brazos y hundirse en aquel pantano como si fuese real,
algo que sucedía en esos momentos, y no logré controlarme. Acabé
llorando aferrándome a él mientras notaba como me quitaba la ropa
interior.
—¿Deseas que pare?—preguntó con
la voz ronca dominada por la necesidad.
—No—respondí tomando su sexo entre
los dedos de mi mano derecha—. No, no... —decía hasta que me
silenció con un beso profundo.
Su lengua contuvo la mía y calló mis
agónicos jadeos mientras sus dedos acariciaban mis costados y se
colocaban sobre mis caderas. Mi espalda estaba completamente hundida
en el colchón. Sentía como el fuego de la pasión ardía dentro de
mí y me hacía sudar como jamás lo había hecho. De improvisto dejó
de besarme y deslizó su lengua por mi torso, lamió mis pezones y
abrió bien mis piernas. Nunca pensé que sería tan excitante sentir
su aliento entre mis muslos y sobre mi sexo palpitante. Abrió su
boca y comenzó a succionar mi glande, a deslizar suavemente su
lengua sobre mi sensible piel y a permitir que entrara por completo
mi miembro. Gemí aferrándome a varios mechones de su pelo mientras
movía inquieto mis caderas. No logré controlarme en esos momentos
ni en los posteriores. Me sentía ir en mitad de un caos que me
engullía como la brea. Cerré los ojos para sentir mejor con los
restantes nueve sentidos. Perdí el contacto con la realidad y dejé
que mis emociones me terminaran de alterar. Grité su nombre
temblando mientras notaba como él succionaba con fuerza y hundía
dos de sus dedos en mi entrada.
—Mon coeur... Oui!— gemí
nuevamente notando como mi cuerpo se dejaba ir. Eyaculé en su boca
sintiéndome sucio, pero él sólo escupió mi sexo aún tembloroso y
necesitado de caricias.
—Y pensar que sólo es el inicio...
—dijo apartando mis manos de su cabeza para arrojarme al suelo con
cierta violencia.
Se sentó en la orilla de la cama y me
acercó dominándome por completo. Jamás había tenido el miembro de
otro hombre frente a mi rostro y mis ojos se deslizaron suavemente
por su erección. Me sentí atormentado por mis viejas ideas
religiosas, pero finalmente las eché a un lado porque si existía un
Dios era él y si había un Demonio él también lo era. Comencé a
lamer su sexo acariciando sus testículos con mis dedos. Era torpe
pero él parecía gozarlo por sus miradas y gruñidos de animal
salvaje.
¿Cuántas veces le dije a Daniel
Molloy que ya no le amaba ni respetaba? ¿Cuántas veces me dije a mí
mismo que lo que sentía por Lestat era odio? ¿Por qué era tan
estúpido de creerme mis propias mentiras? Había prostituido mis
sentimientos a cambio de una sensación extraña de “paz”
pensando que era lo mejor para ambos estar cada cual en un lugar
distinto, disfrutando de la eternidad sin ser compañeros, pero me
mentía. Siempre me he mentido.
En mitad de esos pensamientos noté
como me levantaba sin esfuerzo alguno y me colocaba sobre sus
piernas. Sentado de esa forma en sus muslos a horcajadas me di cuenta
de lo hermoso que podía ser incluso perlado en sudor sanguinolento.
Entonces cuando estaba a punto de decirle que le amaba enterró su
sexo dentro de mí con una sonrisa canalla.
—Muévete, Louis—dijo con voz
ronca—. Louis, muévete.
Aquella orden vino precedida de unos
cuantos azotes sobre mis glúteos y una mordida salvaje en mi pezón
derecho. Casi no tenía conciencia de mí mismo y había perdido el
aliento, pero obedecí. Obedecí porque le amaba y porque la
necesidad era terrible. Comencé a moverme lentamente pero acabé
casi brincando sobre sus piernas. Un nuevo latigazo recorrió mi
columna vertebral y provocó que eyaculara cuando él se derramó
dentro de mí. Eso provocó que perdiera el equilibro y cayera de
bruces sobre sus hombros, buscando su cuello para beber unos cuantos
sorbos de su poderosa sangre mientras él me rodeaba.
No tardé en caer nuevamente al colchón
con él encima y aún entre mis piernas. Me negaba a perder contacto
con su miembro, pero comenzó a debilitarse su erección del mismo
modo que la mía. Poco a poco perdí nuevamente la conciencia debido
al esfuerzo y a que el amanecer ya estaba iniciándose. Él se dedicó
a recostarse sobre mi figura, mucho más fina que la suya, y a
cubrirnos con las mantas revueltas y húmedas por nuestros juegos.
5 comentarios:
Querido Monsieur Lestat:
Me es grato el decirle que me a resultado bastante satisfactoria la lectura en su blog, al cual, quiero agregar, me eh unido hoy, pues desgraciadamente hace muy poco tiempo me encontré con su pagina en facebook (que ya también sigo, junto con la de sus compañeros).
Eh de decir que hace tiempo no me sentía tan bien de leer a Lestat y a Louis, y me atrevo a decir que, por lo que eh podido ver hasta ahora, son los mejores siendo ustedes, al igual que sus colegas con sus respectivos papeles.
Continuando con lo dicho en un principio (pues me desvié del tema original), su fanfic me pareció muy bueno. Me encanta encontrar este tipo de lecturas donde el acto que se comete es mas significativo por lo que trae consigo al tener tantos sentimientos de por medio.
En cuanto a la redacción, simplemente hermosa.
Gracias por todo su esfuerzo.
Espero leer mas de usted en el futuro, Monsieur.
Amores mios, magnifico el escrito, de esos que dejan sin aliento a uno
Gracias y felicidades.
Todos usteden saben como envolvernos con sus deliciosas palabras y acaparar nuestra atención. Hermosa redacción, al igual tantos sentimientos volcados. Gracias por brindarnos una lectura tan exquisita.
Hermosa redacción, siempre logran cautivarme con sus palabras, al igual que por todos los sentimientos volcados en sus escritos. Gracias por una lectura tan exquisita.
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