Admito que amaría conocer a Petronia. Estoy seguro que no me llevaría mal con ese "monstruo". Para mí me parece valiente porque ha seguido defendiendo la verdad, su verdad, más allá de lo que otros puedan creer.
Lestat de Lincourt
—Ya carezco de la ingenuidad que
poseía cuando era joven. He dejado atrás la inocencia para
adentrarme en el dolor y la amargura aceptando la realidad que me ha
tocado vivir. De nada vale soñar cuando es imposible cambiar la
verdad que cargas como un estigma pesado. Sólo codicio deseos, o
pequeños cambios en mi preciado mundo, cuando son posibles o creo
que puedo alcanzar la meta. Quizá muchos dirán que soy un ser
descontento, pero sólo soy realista—dije en voz alta dictándole a
Manfred. Quería dejar constancia de mis sentimientos de una buena
vez.
—Petronia, ¿crees que es bueno
empezar así tus memorias?—preguntó dejando sobre el folio el
bolígrafo entretanto se reclinaba en la silla y me observaba de
soslayo.
—Agarra de nuevo el bolígrafo o te
lo comes—contesté.
Rápidamente volvió a la postura
inicial de escritura mientras pensaba la forma en la cual proseguir.
Tenía que contar lo que sentía sin hundirme en la angustia. Así
que simplemente me senté a su derecha, usando un pequeño taburete
que me ayudaba como mesa auxiliar cuando trabajaba, y apoyé la
cabeza en su hombro.
—No soy lo que todos ven. Ni siquiera
soy lo que yo quiero ver. Simplemente este monstruo respira esperando
que un día alguien, además de su creador, se de cuenta que ama. Sí,
poseo bondadosos sentimientos, pero pocos quieren aceptarlos. De
hecho, creo que nadie acepta que yo los tenga—él paró dejando de
nuevo el bolígrafo sobre el papel, se giró hacia mí y me abrazó
besando mi frente. Fue un gesto íntimo y tierno que pocas veces
aceptaba.
Cerré los ojos imaginando mi vida de
haber sido un hombre normal. Pensé en mi trabajo labrando el campo,
pescando o simplemente marchando a la guerra. Nadie me hubiese
golpeado, abusado de mí o lanzado contra otro gladiador. Sonreí
dibujando en mi mente hijos que no tuve, un mujer a la que amar y un
amante masculino al que visitar porque mi sexualidad sí que está
definida. También, claro está, me he imaginado como mujer. He
aceptado la condición de ese género mil veces en mis fantasías y
también poseía familia, una vida digna y momentos agradables. Quizá
jamás habría acabado siendo un vampiro, pero al menos habría sido
absolutamente feliz.
Sabía lo que era. Me habían negado desde nacimiento tener un género. Era una hidra con dos géneros que acabó entre gruesos barrotes llorando. Si ya es terrible sentirte despreciado aún lo es más tener que asumir ese dolor siendo esclavo.
Admito que durante siglos en mi despertar deseé ser mujer, pero luego me di cuenta que sólo quería serlo para parecer frágil frente a Arion y conseguir así su amor. Es algo que tengo que aceptar. Mi lado masculino es el más cómodo, con el que más me identifico, pero tengo que combatir la verdad y asumir que no soy ni lo uno ni lo otro. Ahora a todo lo que vivo lo llaman intersexualidad, pero la verdad es que ya estoy cansado de luchar para comprender qué demonios soy. En estos momentos sólo quiero sentir algo de amor y paz.
Me eché a llorar en silencio y él me
rodeó con firmeza. Podía notar la tela de su chaqueta acariciar mis
mejillas, su suave colonia golpeaba mi nariz, mientras escuchaba su
voz tararear bajo viejas canciones que a veces ponía en el gramófono
de la sala. Sé bien que me quiere aunque no me comprenda del todo.
El único que logra comprenderme con todas las malditas consecuencias
es Arion y justamente no estaba. Hacía algunos días que se había
marchado mi maestro porque quería que mis camafeos se vendieran por
todo el mundo. Yo sólo quería fabricarlos para él, pero tenía
razón que podía ser un buen negocio otra vez justo ahora que
volvían a estar de moda para los modistos en las pasarelas más
sofisticadas.
—¿Quieres seguir tus
memorias?—preguntó.
—Más tarde... ahora sólo
abrázame—dije—. Pero como me eches esto en cara dentro de unos
días, o incluso dentro de unos años, soy capaz de partirte en dos
como una ramita seca—advertí incorporándome para advertirlo
mirándole a los ojos, después volví a recostarme sintiendo la
calidez de su abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario