Avicus es un hombre con suerte, ¿no creéis?
Lestat de Lioncourt
Recuerdo que Gregory estaba demasiado
ocupado cuidando al joven que encontró en el concierto, al cual
accedió a ir sólo para enfrentarse a Akasha como hizo milenios
atrás, que acabó negando en rotundo el aproximarse a Las Gemelas
Pelirrojas en aquella primera gran reunión. Siempre había soñado
con acercarse a ellas, arrodillarse ante ambas e inclinarse a besar
sus pies. Él era el culpable de la ceguera de Maharet y el problema
de habla de Mekare. Era un soldado y cumplía órdenes, aunque para
él siempre fue algo monstruoso.
Sin embargo, me hallaba en una de
nuestras hermosas bibliotecas, sentado en un cómodo sillón frente a
la chimenea, leyendo uno de tantos libros. Si mi memoria no me falla
estaba ojeando una vez más Moby-Dick de Herman Melville. Hacía
décadas que no lo tomaba entre mis manos y disfrutaba como un niño,
pero había leído sobre nuevos avistamientos de cachalotes blancos
en las costas chilenas y algo en mí hizo que leyera. Me hallaba casi
en el desenlace de una aventura motivada por la desesperación,
sueños imposibles y metas inalcanzables cuando Flavius entró.
—Debes escuchar la radio—dijo de
improvisto.
—Estoy leyendo—murmuré bajando el
libro para verlo bien.
Levaba un suéter azul marino con el
cuello de tortuga, unos jenas gruesos desgastados y las simples
zapatillas para estar por casa. Su rostro estaba algo más pálido
que de costumbre y tenía como una pequeña telilla de miedo en la
mirada. Se acercó a mí con su móvil de alta gama y colocó en mi
oreja derecha uno de sus auriculares de botón.
“No sé qué está pasando. Acaba de
llamar un chico desde el corazón de Brasil. Se encuentra encerrado
en un motel barato, por lo que dice, algo herido y angustiado. Hace
unas horas un individuo, alto y muy pálido, apareció en la puerta
de la discoteca donde se hallaba y todo se volvió un infierno de
llamas. Hemos perdido la conexión con él. Si bien dice que tenía
rasgos árabes y era de complexión delgada. Pero, sobre todo, hay
que recordar que es un inmortal bastante viejo con dominio del fuego.
No quiero ser alarmista, pero es posible que se trate de otra quema
indiscriminada acometida por el mismo sujeto de hace unas noches.
Sybelle tocará para vosotros en este
pequeño inciso, mientras intento contactar con el número que
aparecía en mi pantalla. Por favor, quedaos atentos. Algo malo está
pasando.”
—¿Qué es eso?—dije apartándome
de inmediato el auricular—. ¿Qué es?
Sabía lo que era ser quemado en plena
noche, justo cuando intentaba acallar la sed. Quedé reducido a una
figura negruzca y débil. De no haber sido por Mael habría muerto.
El dolor de las heridas aún los recordaba bien tras pasar más de
dos milenios. Un sentimiento de impotencia, dolor, desesperación y
añoranza, por la vida que tuve con Mael, se mezcló con fuerza en
mis latidos y me incorporé llorando.
—Hay que decirle a Gregory—comentó—.
Él quizá deba hacerse oír.
—Él no quiere ser el líder de nada,
nosotros no debemos interrumpir...
—¿En las vidas de los jóvenes?
Necesitamos que él hable con Fareed y Seth. Tal vez ellos sepan como
detener a ese desgraciado. Oh, vamos. ¿Me estás diciendo que no
sientes dolor ni impotencia ante esto?—los ojos de Flavius se
llenaron de lágrimas, muy similares a las mías, y acabé
abrazándolo.
El libro cayó al suelo, pero nosotros
nos mantuvimos firmes. Hablamos de inmediato con Gregory, el cual ya
sospechaba que algo no iba bien. Mientras caminaba por la ciudad,
aquella misma noche, había escuchado la información en la
aplicación que tenía para su móvil.
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