Stirling fue un un buen hombre y me pregunto qué fue de él...
Lestat de Lioncourt
Recuerdo que la noticia de la muerte de
Merrick me impactó notablemente, pero aún más viajar con todos
aquellos seres sobrenaturales a un paraíso perdido, el cual se había
convertido en un cementerio. Fue realmente un descenso a los
infiernos donde conversar en los distintos y recónditos lugares con
cada una de las ánimas allí encerradas, castigadas y olvidadas. Al
menos, así lo sentí. Fue demoledor escuchar a de boca de los
sobrevivientes, aquellos que habían logrado alzarse sobre la muerte
y continuar con unas vanas esperanzas, como se desarrollaron los
actos más viles que el hombre puede ocasionar. Era atrocidad tras
atrocidad, pero también por parte de algunos Taltos que decidieron
derrocar a su rey por medio de veneno. Un rey que era su progenitor,
el hombre que los había imaginado y regalado una vida cómoda.
Supe entonces que la codicia había
llegado a los Taltos. Tal vez fue debido a los conocimientos de
Ashlar, pero él era un hombre bondadoso que se dedicaba a ayudar a
otros. Entonces diferí con mis pensamientos, entré en el
razonamiento más puro y básico. Comprendí que Morrigan era
demasiado celosa, indómita, siempre codiciando y buscando placeres.
Habían definido a la mujer Taltos que Mona llevó en su vientre, esa
que fue engendrada con esfuerzo y secretismo, como una mujer fatal.
Mona tenía ambición, conocía lo que era eso, también codiciaba
riqueza; pero admito que para causas muy distintas y diversas a las
que Morrigan podría haber jamás alcanzado. Tal vez Alicia, la madre
de Mona, influyó desde la tumba. Ella era pretenciosa, salvaje,
alocada, alcohólica y amaba demasiado el dinero. En sus últimos
años tuvo una decadente vida intentando no ahogarse rápidamente en
las botellas de bourbon. Su marido, el padre de Mona, también cayó
en el alcohol desde temprana edad. Él murió después de saber que
lo único que le importaba, más allá de una cerveza o un whisky on
the rock, había muerto en un frío hospital.
Conocí a todos ellos por casualidad.
Mi ámbito son los fantasmas. Cada hombre de Talamasca cumple una
función. Los más jóvenes están en los archivos informatizándolos,
aprendiendo a conservar los objetos y a restaurar documentos. Los que
tienen habilidades demasiado asombrosas, por jóvenes que sean,
comienzan a investigar junto a los más ancianos. Se convierten, por
así decirlo, en ojos, manos, nariz y boca de aquellos que ya se ven
impedidos por la edad. El resto investiga o simplemente colabora con
la educación de los jóvenes. Pero cada uno tiene un ámbito. Hay
quienes indagan sobre monstruos que se creen mitológicos como el
monstruo del lago Ness, otros se ocupan de fenómenos OVNI, Taltos,
jóvenes con poderes aparecidos a lo largo y ancho de este mundo y
fenómenos paranormales. Mi ámbito eran los fantasmas, aunque a
veces reclutaba muchachos como Quinn. Él podía verlos. Era un
talento. Sabía que los podía ver porque me habían hablado de él.
Decían que estaba loco, que veía fantasmas y podía comunicarse con
ellos. Fue el mismo instituto Mayfair quien decidió que él no
estaba loco. Los médicos del hospital más influyente de Nueva
Orleans, con el mejor equipo de psiquiatras y psicólogos, había
dado una respuesta contundente.
Pasaron años sin ver a Quinn. Sin
poder comunicarnos. Él sí lo hacía con Mona Mayfair, pero los
Mayfair están totalmente vetados para la mayoría de estudiosos.
Sobre todo, tras la muerte de Aaron Lightner todo se volvió más
turbio y decidieron alejarse rápidamente de estos denominados
brujos. Sin embargo, recuerdo como David Talbot introdujo en la
orden, junto a nuestro miembro fallecido, a Merrick Mayfair. Como he
dicho, esa muerte me generó un dolor terrible y un impacto colosal.
Sabía que se había convertido en vampiro, pero pensé que viviría
siglos. No llegó ni a los cuatro años como ser inmortal, pues dio
su vida para salvar dos almas. Por otro lado jamás sospeché que
Tarquin Blackwood fuese en realidad un Mayfair, aunque por las
descripciones sobre Julien Mayfair cuando era joven, muy joven
realmente, debí pensarlo. Ambos son idénticos si observas un viejo
retrato del fantasma más famoso de toda la ciudad.
De toda esta aventura sólo puedo
asegurar algo y es que Lestat hizo lo que pudo con ambos jóvenes, en
su educación como vampiros, y que los fantasmas tienen sus propias
historias que en ocasiones, por un milagro, cuentan a los muertos o
intentan narrar a su forma. Reconozco que a mí no me importaría que
la encantadora Stella Mayfair apareciera para bailar frente a mí.
Creo que aplaudiría como un niño encantado. No obstante, sí me
sentiría un tanto agobiado si Julien me persiguiera por toda la
ciudad.
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