No sé si sentirme halagado o insultado...
Lestat de Lioncourt
Definitivamente para mí estas últimas
décadas han supuesto un cambio importante en mi vida. Creo que jamás
creí que viviría una revolución como esta que hoy en día es
germen crecido. La historia la hacemos nosotros, no sólo los grandes
nombres. Hay verdades que permanecen en la oscuridad, que jamás
aparecen en los libros y nunca son citadas. Esas verdades que él se
ha propuesto mostrar triunfante y apabullante para todos.
Hace más de dos siglos decidí salvar
la vida de un joven vampiro que durante meses viajó por Europa,
escribió en los altos y gruesos muros de cada ciudad un mensaje para
mí. Un joven temerario, al cual no le importó que me diesen por
muerto. El mismo que en la época de los ochenta apareció
deslumbrante en mitad de un escenario. Pasaron décadas, por no decir
más de cien años, para vernos y cuando lo hicimos fue para una
catástrofe de proporciones bíblicas.
Jamás ha seguido las reglas que yo
mismo le concedí. Algunas las añadí yo mismo, como el crear a
vampiros demasiado jóvenes. A veces la terneza de un pobre niño
desvalido, al cual estrechas contra tu pecho, provoca que sientas la
necesidad profunda y alarmante de introducirlo a La Sangre. Por mi
parte, he roto también demasiadas reglas y he sido inoportuno. Lo
reconozco.
He pedido justicia y me han negado,
pero entonces la he tomado por mi propia mano. No me enorgullece. Me
he dado cuenta en estos últimos años que la violencia, el odio, la
falta total de escrúpulos sólo logra destrozar las almas y la
sociedad.
Lestat se ha convertido en estos años
en la estrella guía en mitad de la oscuridad. Es el Mesías de los
Vampiros, es el Príncipe de los Vampiros. Sin él estaríamos
perdidos, olvidados, destruidos y poco a poco seríamos sólo
leyenda. No somos una gran amenaza para la vida humana, pero sí para
aquellos que caminan por un sendero poco agraciado. Limpiamos la
escoria de la humanidad, es una de nuestras grandes metas. Unos lo
hacen por creencia, pues sienten que de ese modo ayudan a la sociedad
que una vez les dio la espalda, y otros porque los criminales son
fáciles de eliminar de las calles.
No es el más sensato, no es perfecto,
pero le mueve el amor. A muchos nos movió el rencor, el odio y la
frustración; sin embargo, él lo hace por amor, por experimentar y
por demostrar que hay límites que hay que rebasar.
Mi nombre es Marius y me dicen “El
Romano”. Soy leyenda y sigo vivo gracias al peor de mis discípulos,
al más rebelde y al más entregado a la pasión. Quizás, al más
parecido a mí.
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