Seth es un encanto... ¿lo sabían?
Lestat de Lioncourt
Ella siempre se encontraba furibunda y
vacía debido a una poderosa insatisfacción. Se movía por la
habitación como una pantera y rugía sus caprichos. Todos vivíamos
en una jaula de oro llena de tesoros, pero con una Diosa espantosa
como Madre. Nos arrodillábamos ante ella, suplicábamos perdón y
teníamos que aceptar sus leyes infames como perfectas.
Había regresado al hogar sin ninguna
intención de quedarme. Me habían contado de la muerte de mi abuela,
la cual apenas conocí. Ella estaba en una de esas tumbas
maravillosas que ahora tanto dan de que hablar. Si no recuerdo mal,
ya que a veces la memoria me falla, fue vendida su momia hace más de
un siglo. Fue parte de un macabro juego en el cual arrancaban a los
muertos de sus tumbas, los desenvolvían y buscaban los objetos de
valor, que a veces sólo eran pequeñas estatuillas, entre vendas.
Ella y mis hermanas habían desaparecido. Una de mis hermanas murió
siendo una niña debido a unas fiebres, otra tuvo un accidente y las
demás diversas enfermedades, partos y problemas que podrían ser
debido a fallos en el corazón, ya que apenas sabíamos de ello en
aquellos tiempos, las borraron. Era su única familia y el único
varón. Regresé al hogar forzado.
Había estado por lo que conocemos hoy
como Turquía y Siria. Curaba enfermos o los ayudaba a morir
dignamente. Era un sanador. Mis manos principescas preferían tocar
la pus a tocar un cetro que me hiciese guía de un pueblo en la
oscuridad. Veía dolor a diario, pero también esperanza, felicidad y
amor. Me encontraba siendo amado, respetado y necesitado. Tenía mi
hogar y mi lugar en el mundo. Incluso a veces coqueteaba con algún
joven o mujer que se acercaba hasta mi pequeña consulta. Pero ella
tuvo que intervenir.
Llegó su guardia real en barco, bajó
en la costa cercana al pueblo marítimo donde vivía aquellos meses,
y me llevó mar adentro para luego viajar hasta palacio. Nada más
arribar a las costas oscuras de Kemet me eché a llorar. Sabía que
ella impondría sus creencias. Ya había escuchado sobre sus
horrores, así que no esperaba una madre amorosa. Iba en busca de un
monstruo.
Tras mi ceremonia de iniciación, la
que ella se empeñó de darme con toda la pompa, y de convertirme así
en otra clase de hijo: me fugué. Sí, me fugué. No podía soportar
ser un no-muerto a su lado. Mi nueva condición provocó que
trabajara de noche, pero no dejé de ayudar o invertir en buenos
médicos para que salvaran a las clases más desfavorecidas.
Después de milenios fugado supe que
regresó. Había estado en silencio milenios. Escuché muchas
historias sobre un romano que la veneraba y cuidaba, pero muchos
creían que sólo eran cuentos de vieja. No era ningún cuento. Ese
romano era Marius, un historiador y pintor introducido en la Sangre
poco después de la muerte de Cristo. ¡Y la despertó un vampiro
joven que había sido discípulo de Marius tan sólo unas noches!
Maldito imbécil... Aunque ella acabó muerta y yo me sentí
liberado. Ese mismo año, durante ese mismo mes, me atreví a
convertir a mi primer vampiro y compañero. Si bien, Amel rompería
también sus votos de silencio y sería Lestat, ese intrépido
vampiro, quien nos salvara.
Fareed y yo estamos tratando a vampiros
codo con codo, con un equipo de inmortales, y tenemos una pequeña
familia. Una familia que ahora se siente dichosa de participar en una
enorme tribu. Me siento liberado. A veces tenemos la visita de Lestat
junto a Viktor, su hijo fruto de los experimentos de mi compañero.
Ah... mi nombre es Seth.
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