—¿Por qué desea reconstruir con
tanto ahínco esta vivienda? No pertenece al castillo y tan sólo es
una vivienda más. Las otras han sido realizadas según la
construcción de la época, pero no tiene tanta exactitud. ¿Por qué
ese anhelo?
—Si se lo dijese no me creería—dije
mirando la parcela.
Todavía no la levantaban. Tan sólo
habían trazado las distintas proporciones de las habitaciones. Era
un fantasma ante mis ojos que parecía agitar cada cimiento y alzarse
magnífica, como en aquellos tiempos, y muy resistente. Pude ver sus
hermosas ventanas francesas y sus dos plantas, sobre todo la ventana
de su habitación. Fue como si por un segundo lo viese allí asomado
observando sin ver la calle, pensando en si era o no un cobarde al
pensar tanto en la muerte y glorificar su paz.
—Puede intentarlo—dijo tras una
carcajada—. Ojalá nos dejase mostrar al mundo entero el castillo y
su reconstrucción, así como la aldea. Esto es una proeza que merece
ser contemplada y usted ganaría dinero.
—No lo hago por dinero—reproché.
—¿Por nostalgia de un pasado que no
vivió?—preguntó intentando sacarme algún tipo de información,
pero no le escuché. Acepto que no le escuché. No prestaba atención
a nada de lo que se me decía porque lo único que podía ver era el
rostro de Nicolas, mi Nicolas—. Dígame, señor Lioncourt, ¿es
eso?
—¿Qué?—dije saliendo de la
ensoñación.
—Nostalgia de un pasado que no vivió.
Lo digo por sus prendas, por la forma en la que habla de forma tan...
Usa un léxico a veces en un francés que no se suele escuchar
ya—atestiguó.
—Mire, sólo logre que Villa Lenfent
esté construida lo antes posible. Quiero que se le de prioridad
antes de terminar otras secciones del pueblo—comenté antes de
apartarme contrariado.
Odiaba que me preguntaran ese tipo de
cuestiones. Yo les pagaba bien por hacer su trabajo, tenían buenas
vacaciones pagadas con todos sus gastos y necesidades cubiertas,
trataba a todos con respeto y me enorgullecía cuando me mostraban
sus avances. ¿Por qué no me dejaban en paz con esas dudas? Era
exasperante.
Sólo quería que esa casa estuviese
tal y como indicaban los planos de aquellos años y mis recuerdos.
Esos recuerdos que decía poseer por medio de viejos documentos de mi
familia. ¡Ah, humanos! A veces deseaban creer cualquier cosa antes
de lo evidente. Yo era el hijo del Marqués de Lioncourt, el único
que sobrevivió. Yo era quien llevó a Luisiana a mi padre, ciego y
enfermo. Este pueblo me dio dichas y penas, esa casa era la de mi
demonio particular y el lugar de la quema de las brujas, en el cerro,
no existía ya pero podía recordarlo como recordaba el violín de mi
amante, su rostro, sus besos, su aroma y el olor de la leña de la
taberna cuando brindábamos por nuestra futura correría por París.
Sólo quería recuperar mis recuerdos.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario