Mil veces me he preguntado los
intrincados motivos por los cuales requiero tenerlo a mi lado. He
meditado profundamente durante más de diez años de soledad
negligente. Él entretanto se hallaba en Nueva York absorbiendo
conocimiento, vivencias y asumiendo sus nuevos poderes. Siempre pensé
que me odiaba por haberlo hecho menos humano aún de lo que ya era.
Supuse que me atacaría en cualquier momento con sus reproches como
castigo, pues él es buen conocedor de cuanto me duele discutir y
encajar las letales sentencias de sus ojos verdes. Asumo mis culpas,
mis pecados, mis desavenencias con sus pensamientos y también mi
irrespetuosa forma de ser. Del mismo modo que asumí que gran parte
de la culpa de la muerte de Claudia fue mía, pues no supe educarla y
cargué sobre sus hombros un peso demasiado grande. Temía tanto que
le pasase algo a él también, que me odiase de una forma terrible y
que no fuese capaz de asumir todo eso que me marché. Huí. Me esfumé
como quien dice porque no comprendía la mezcolanza de sentimientos
que oprimía mi pecho.
Nunca lo he odiado o despreciado.
Siempre he esperado que viniese a mí, pues del mismo modo aguardaba
a que se fuera. Sé que hay miedo en su corazón con respecto a todo
lo que vivimos y no vivimos, con lo que vimos y no vimos, y también
con este nuevo presente que se abre lleno de posibilidades. Soy un
ser nuevo, él también lo es. El mundo está cambiando y nosotros
cambiamos con el mundo continuamente, pero a la vez seguimos siendo
los mismos. Yo soy el cabrón, el canalla, el imbécil, el obstinado,
aquel que nunca sigue las reglas y se apasiona por todo. Él es el
sensato, el juez, el que intenta ser ecuánime pero termina dejándose
llevar por las necesidades más humanas y el mayor castigo para mi
alma, así como el único bálsamo para mis heridas.
Comprender a Louis no es fácil desde
fuera, pero yo he podido verlo desde dentro. Tantos años a su lado,
así como lo añoré tantos años, me han hecho que lo comprenda poco
a poco desvelando cada misterio; y aún así otros nuevos surgen como
surge la semilla tras ser cuidada por el granjero.
Se podría decir que quiero estar a su
lado cuando llegue el amanecer, aferrado a su cuerpo casi inmóvil, y
despertar por las noches arrullado por el latido de su corazón.
Ansío volver a compartir lecho bajo mi hermoso ataúd, en mi refugio
en mi viejo castigo reconstruido piedra a piedra, porque no puedo
imaginarme la vida sin él. Jamás lo he podido hacer y tampoco
quiero o me lo permito. El sentimiento de dolor es tan agudo que mi
corazón se detiene, mis pulmones dejan de funcionar y entro en
pánico.
Durante estos años he tenido que
escuchar más de una vez los vanos intentos de Memnoch de atraerme,
de sugestionarme, de influirme y por supuesto de hundirme en su reino
perverso, falso, doloroso y cruel. También tengo que soportar las
conversaciones de Amel y sus visiones, pero a él lo amo aunque temo
que tenga celos de Louis. Sin embargo, siento que él ama a Louis de
algún modo. Yo creo que nos ama a todos y nos detesta a la vez.
En estos momentos lo tengo a mi lado,
recostado sobre mis piernas mientras escribo estas anotaciones,
leyendo un libro de Dickens y sonriendo como un niño mientras
recuerda cada párrafo mil veces leído. Él nunca ha leído mis
pensamientos acumulados en cada uno de mis diarios, del mismo modo
que yo no lo hago con el suyo; pero asumo que ha leído todas mis
aventuras aunque ha sido partícipe de la gran mayoría. Sé que él
sabe que lo amo, que lo adoro, que está por encima de todos e
incluso siento que a veces su seguridad está por encima de la mía.
Amo como huele, pues esa fragancia se
la he regalado yo. Adoro como está vestido ya que él sabe que la
ropa más clásica es la que mejor le sienta, además ha elegido un
traje que yo mismo le he comprado. Pero tiene los pies desnudos y
puedo observar como mueve sus dedos mientras lee debido al
entusiasmo, al nerviosismo, al deseo y a mil motivos más. Es un
hombre de agallas porque me soporta, porque me ama y porque ha
aprendido a pervivir en un mundo que ya no es el nuestro sino el de
todos.
En definitiva, ya sé porqué lo
necesito. Lo necesito porque lo amo y porque él siempre está ahí,
sea físicamente o no. Él inunda mis sentimientos y mis sentidos,
así como mis emociones y mis recuerdos.
Lestat de Lioncourt
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