Últimamente todo va bien en mi vida. Hago oídos sordos a los idiotas que intentan joderme, prefiero centrarme en mis estudios y en los que realmente me apoyan en esta vida. Me divierto haciendo locuras y esta es una, espero que les gusten y no plagien...porque muchos de estos personajes estan en el foro de Damned Souls y Crónicas.
Abro los ojos en medio de la oscuridad de mi ataúd, palpo el sobrio recubrimiento de color rojo y voy abriéndolo lentamente. Ya llegó la noche, llegó la hora de la cacería más despiadada y cruel. Me presento frente al espejo como un príncipe de cuentos de hadas, arqueo las cejas alzándolas y sonrío enamorándome de mi reflejo como Adonis. Mis cabellos dorados se esparcen sobre mis hombros, en un movimiento rápido los recojo en una coleta, y abotono mejor mi camisa de puro algodón blanco. Mis pantalones vaqueros están algo caídos, ahora es así la moda y debo aparentar ser un maniquí, no una antigualla.
Permitan que me presente. Me llamo Lestat de Lioncourt y esta noche antes de mi cena les leeré una obra de teatro. Imaginen el reparto, olviden los convencionalismos y sonrían. He elaborado una arriesgada trama tomando como referencia Alicia en el País de las Maravillas, una pesadilla tétrica para cualquier chiquillo y que habría que estar enajenado para leer eso a un hijo.
-¡Oye! Yo se la leí al mío.-mi hijo, un hijo real mío. Un chiquillo que tiene mi herencia genética, mi sangre. Es parte de un antiguo legado que dejé en Auvergne, que encontré en este nuevo siglo.
-Gracias, acabas de arruinar mi voz en off.-respondo a mirando a Louis, sí se llama como mi eterno amante. Y digo eterno amante porque realmente no acabamos con nuestra relación, la dejamos congelada únicamente.
-¡Jo! Papá encima que yo dije de hacer el video.-¿cómo demonios puede ser tan condenadamente gay? Es increíble.
-Vale, no dije nada. Ahora añade las imágenes que grabamos ayer.-dije alzando mis cejas con una sonrisa de triunfador de la noche de los Oscar.
-Esto…-agachó la cabeza y comenzó a golpear sus dedos índices entre sí, una imagen típica de un anime o una serie cómica.
-¿Qué?-pregunté abriendo los brazos en un aspaviento.
-Grabé encima.-murmuró entre dientes.
-¡Qué diablos te pasa! ¡Me costó mucho ponerle esa diadema de conejito a Louis!-grité rabioso, la cólera era incontenible.
-¡No lo sé! ¡Me puse cachondo y puse el video para gravarme con Dio!-me respondió igual de alterado, realmente sí tenía parecido a los genes de los Lioncourt.
-Ni yo ni la audiencia precisábamos de tantos detalles, gracias. Ahora sí que no cenaré esta noche.-me avergoncé un poco que todo aquello se emitiera en la única radio de Damned Souls.
-¡Oye! ¿Qué tiene de malo Dio?-preguntó como si fuera un adolescente, aunque…¡qué diablos! Únicamente tiene veintidós años mortales.
-Nada, únicamente que sale contigo y tiene pulgas.-respondí con una sonrisa burlona.
-¡Mi lobo no tiene pulgas!-me gritó en el oído y casi me rompe los tímpanos.
-¡Yo no tengo pulgas!-la puerta de la habitación se abrió con Dio echando el humo del tabaco por la nariz como si fuera un búfalo.
-¡El que faltaba!-dije volviendo a alzar los brazos.
-¡Te he dicho que no fumes, que vas a dañar a mi bebé!-gritó lloriqueando.
-¡Un bebé que no debió de engendrarse! ¡Maldición!-comencé a darme golpes con la pared. Se habían embarazado usando magia la vez anterior, tenía ya un nieto y otro en camino, eso me hacía sentirme viejo.
-Papá, ¿cuándo vas a poner la película dónde soy la estrella?-Claudia, recientemente resucitada por mí, apareció de la nada quedándose frente a todos esperando que se emitiera al aire, tanto en televisión como en sonido por radio, la pequeña película casera que grabamos.
-Nunca, tu hermano borró la película.-murmuré señalando a Louis, el cual mostraba un estado de gestación de casi ocho meses.
-¡Eso es falso!-rechistó corriendo hacia su lobo.
-¡Louis William!-taconeó maldiciéndolo, conocía cada rasgo y cambio de su expresión.
-¡Sólo gravé encima!-empezó a llorar y Dio lo abrazó posesivamente mirándonos a ambos como si nos asesinara.-¡Deberíais darme mimos que estoy sensible!-
-¡No le gritéis!-su lobo no me daba miedo, pero tenía razón así que no dije nada más.
-Yo quería verte vestido de sombrerero loco, a Louis de conejo con el gran reloj y yo como Alicia.-hizo un pequeño puchero, sin embargo se calmó.
-El mejor papel fue el de Nerissa, como la malvada reina.-hizo Louis un gesto de monstruo de cine mudo y rió.
-No, el mejor fue del rey que era Mike.-saltó Claudia sobre el parquet dejando en grácil movimiento sus tirabuzones.
-No, la carta que debía ser asesinado…Quinn.-Dio estaba integrándose en la conversación aquella apuesta sobre el mejor actor.
-¡Que va! ¡La mejor carta era el loco de Niki que acusó a Quinn de pintar las rosas!-Y ahí estaba el maldito violinista apoyado en el marco de la puerta, sonriendo y burlándose mentalmente de mí aunque a mí no llegaba nada.
-¡Queréis dejar de recordarme esa película! ¡Me avergonzáis! ¡Me convertisteis en conejito!-tras él apareció Louis de Pointe du Lac, algo enojado y con los ojos llameantes.
-¡No! ¡Te convertí en conejito Play Boy! ¡Mon Dieu! Cada vez que lo recuerdo me desangro.-casi me ahogué en mis babas imaginándomelo desnudo con aquella diadema con orejas de conejo blanco y el gran reloj ocultando sus partes nobles.
-¡Lestat!-gritó tirándose a mi cuello, intentando ahogarme…aunque ya casi lo estaba en mis fantasías.
-¡Basta! ¡Son las cuatro de la mañana y quiero dormir de una puñetera vez! ¡Mi nieta se ha dormido! ¡Nuestra nieta Lestat!-ese era Armand. Su hijo y un chico que adopté hacía décadas, habían tenido una hija. He de decir que sale al encanto de los Lioncourt y que espero que no salga como Armand en sus aspectos más oscuros.
-¡Tú! ¡Cabrón!-Claudia estuvo a punto horas atrás de matarle a golpes, pero esta vez no pude retenerla y se me escapó para pegarle en la espinilla.
-Señores oyentes les pido disculpas, mi familia es extraña y estúpida.-era la voz de Griffith le habían hecho crecer hasta un muchacho de unos dieciocho años, cosa que era inadmisible para mí.-Corto la comunicación, creo que a nadie le interesa…
-¿Quieres una piruleta?-Quinn apareció entrando por la ventana con el “pulgoso” como así llamaban muchos a su pareja. También tenía un lobo por amante, como mi hijo pequeño.
-¿De cereza? Vale…-
Fin
Abro los ojos en medio de la oscuridad de mi ataúd, palpo el sobrio recubrimiento de color rojo y voy abriéndolo lentamente. Ya llegó la noche, llegó la hora de la cacería más despiadada y cruel. Me presento frente al espejo como un príncipe de cuentos de hadas, arqueo las cejas alzándolas y sonrío enamorándome de mi reflejo como Adonis. Mis cabellos dorados se esparcen sobre mis hombros, en un movimiento rápido los recojo en una coleta, y abotono mejor mi camisa de puro algodón blanco. Mis pantalones vaqueros están algo caídos, ahora es así la moda y debo aparentar ser un maniquí, no una antigualla.
Permitan que me presente. Me llamo Lestat de Lioncourt y esta noche antes de mi cena les leeré una obra de teatro. Imaginen el reparto, olviden los convencionalismos y sonrían. He elaborado una arriesgada trama tomando como referencia Alicia en el País de las Maravillas, una pesadilla tétrica para cualquier chiquillo y que habría que estar enajenado para leer eso a un hijo.
-¡Oye! Yo se la leí al mío.-mi hijo, un hijo real mío. Un chiquillo que tiene mi herencia genética, mi sangre. Es parte de un antiguo legado que dejé en Auvergne, que encontré en este nuevo siglo.
-Gracias, acabas de arruinar mi voz en off.-respondo a mirando a Louis, sí se llama como mi eterno amante. Y digo eterno amante porque realmente no acabamos con nuestra relación, la dejamos congelada únicamente.
-¡Jo! Papá encima que yo dije de hacer el video.-¿cómo demonios puede ser tan condenadamente gay? Es increíble.
-Vale, no dije nada. Ahora añade las imágenes que grabamos ayer.-dije alzando mis cejas con una sonrisa de triunfador de la noche de los Oscar.
-Esto…-agachó la cabeza y comenzó a golpear sus dedos índices entre sí, una imagen típica de un anime o una serie cómica.
-¿Qué?-pregunté abriendo los brazos en un aspaviento.
-Grabé encima.-murmuró entre dientes.
-¡Qué diablos te pasa! ¡Me costó mucho ponerle esa diadema de conejito a Louis!-grité rabioso, la cólera era incontenible.
-¡No lo sé! ¡Me puse cachondo y puse el video para gravarme con Dio!-me respondió igual de alterado, realmente sí tenía parecido a los genes de los Lioncourt.
-Ni yo ni la audiencia precisábamos de tantos detalles, gracias. Ahora sí que no cenaré esta noche.-me avergoncé un poco que todo aquello se emitiera en la única radio de Damned Souls.
-¡Oye! ¿Qué tiene de malo Dio?-preguntó como si fuera un adolescente, aunque…¡qué diablos! Únicamente tiene veintidós años mortales.
-Nada, únicamente que sale contigo y tiene pulgas.-respondí con una sonrisa burlona.
-¡Mi lobo no tiene pulgas!-me gritó en el oído y casi me rompe los tímpanos.
-¡Yo no tengo pulgas!-la puerta de la habitación se abrió con Dio echando el humo del tabaco por la nariz como si fuera un búfalo.
-¡El que faltaba!-dije volviendo a alzar los brazos.
-¡Te he dicho que no fumes, que vas a dañar a mi bebé!-gritó lloriqueando.
-¡Un bebé que no debió de engendrarse! ¡Maldición!-comencé a darme golpes con la pared. Se habían embarazado usando magia la vez anterior, tenía ya un nieto y otro en camino, eso me hacía sentirme viejo.
-Papá, ¿cuándo vas a poner la película dónde soy la estrella?-Claudia, recientemente resucitada por mí, apareció de la nada quedándose frente a todos esperando que se emitiera al aire, tanto en televisión como en sonido por radio, la pequeña película casera que grabamos.
-Nunca, tu hermano borró la película.-murmuré señalando a Louis, el cual mostraba un estado de gestación de casi ocho meses.
-¡Eso es falso!-rechistó corriendo hacia su lobo.
-¡Louis William!-taconeó maldiciéndolo, conocía cada rasgo y cambio de su expresión.
-¡Sólo gravé encima!-empezó a llorar y Dio lo abrazó posesivamente mirándonos a ambos como si nos asesinara.-¡Deberíais darme mimos que estoy sensible!-
-¡No le gritéis!-su lobo no me daba miedo, pero tenía razón así que no dije nada más.
-Yo quería verte vestido de sombrerero loco, a Louis de conejo con el gran reloj y yo como Alicia.-hizo un pequeño puchero, sin embargo se calmó.
-El mejor papel fue el de Nerissa, como la malvada reina.-hizo Louis un gesto de monstruo de cine mudo y rió.
-No, el mejor fue del rey que era Mike.-saltó Claudia sobre el parquet dejando en grácil movimiento sus tirabuzones.
-No, la carta que debía ser asesinado…Quinn.-Dio estaba integrándose en la conversación aquella apuesta sobre el mejor actor.
-¡Que va! ¡La mejor carta era el loco de Niki que acusó a Quinn de pintar las rosas!-Y ahí estaba el maldito violinista apoyado en el marco de la puerta, sonriendo y burlándose mentalmente de mí aunque a mí no llegaba nada.
-¡Queréis dejar de recordarme esa película! ¡Me avergonzáis! ¡Me convertisteis en conejito!-tras él apareció Louis de Pointe du Lac, algo enojado y con los ojos llameantes.
-¡No! ¡Te convertí en conejito Play Boy! ¡Mon Dieu! Cada vez que lo recuerdo me desangro.-casi me ahogué en mis babas imaginándomelo desnudo con aquella diadema con orejas de conejo blanco y el gran reloj ocultando sus partes nobles.
-¡Lestat!-gritó tirándose a mi cuello, intentando ahogarme…aunque ya casi lo estaba en mis fantasías.
-¡Basta! ¡Son las cuatro de la mañana y quiero dormir de una puñetera vez! ¡Mi nieta se ha dormido! ¡Nuestra nieta Lestat!-ese era Armand. Su hijo y un chico que adopté hacía décadas, habían tenido una hija. He de decir que sale al encanto de los Lioncourt y que espero que no salga como Armand en sus aspectos más oscuros.
-¡Tú! ¡Cabrón!-Claudia estuvo a punto horas atrás de matarle a golpes, pero esta vez no pude retenerla y se me escapó para pegarle en la espinilla.
-Señores oyentes les pido disculpas, mi familia es extraña y estúpida.-era la voz de Griffith le habían hecho crecer hasta un muchacho de unos dieciocho años, cosa que era inadmisible para mí.-Corto la comunicación, creo que a nadie le interesa…
-¿Quieres una piruleta?-Quinn apareció entrando por la ventana con el “pulgoso” como así llamaban muchos a su pareja. También tenía un lobo por amante, como mi hijo pequeño.
-¿De cereza? Vale…-
Fin
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