Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 28 de marzo de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte XXVIII)

Como no. Para nombres siempre suelo basarme en personas que conozco y asiáticos conozco pocos personalmente. He tomado el aspecto físico de Kamijo y su nombre, además de uno de los componentes de su agrupación (Versailles)... el dichoso Jasmine You, para aquellos que no lo conozcan veran una foto suya en la siguiente publicación





-Empecemos con el sushi.-dije y ellos asintieron.-Entre todos es más fácil.-argumenté sacando los ingredientes.

-Yo voy a buscar a Jun.-comentó mientras me guiñaba un ojo de forma coqueta saliendo de la cocina. Su hermano lo siguió conversando con él en un tono bajo, pero supuse que este se iba las horas en las que tendría reunión.

-Esa cosa que visteis pegado a mi pareja es mi cuñado.-comenté y Tol se recargó en la encimera.

-Sí, algo recuerdo de que tuvieron un segundo chico.-se rascó un instante la cabeza.-Sí que pasa el tiempo.-mustió y Uta jugueteaba con dos gambas.

-Para algunos, sólo para algunos.-susurró Hidehiko señalando a Uta.

En ese instante me sentía como en aquellos años. Seguimos con nuestras vidas pero cuando nos uníamos era como regresar a la época juvenil. Conversamos durante algunos minutos sobre la vida que habíamos llevado. Hidehiko tenía una tienda de muebles y objetos antiguos junto a otras librerías especializadas en literatura japonesa. Siempre le vi callado, sumido en sus asuntos y amaba el pasado glorioso de nuestra nación. Supuse que terminaría con algún negocio relacionado con la historia y el arte. Toll tenía una galería de arte y también colaboraba en una emisora de radio para grupos nóveles. Uta poseía un restaurante y parte del negocio de su hermano, además daba clases de guitarra en un conservatorio. Imai se dedicó a la bolsa como broker y se hizo con una tienda de ropa masculina, de ahí que no gastara un yen en su ropa. Yo era el más despegado a los sueños que pude tener, no seguí mis instintos creativos, culinarios y mucho menos seguí próximo a la música. Porque aunque ya eran adultos se seguían reuniendo para tocar, simplemente tocar y tomar unas cervezas en memoria de lo que fuimos.

-Aquí viene la cosa mas linda de esta casa seguida de mi Astaroth-entró en la cocina con el bebé vestido con el pijama que le había comprado. Parecía un pequeño gatito con aquella cola y orejas adheridas a la tela que era como si fuera pelo de verdad. Estaba algo adormilado y todos acudimos como hipnotizados hacia el pequeño. Imai incluso siguió a Phoenix. En unos segundos lo habíamos rodeado y apartado el aire a mi pareja, el bebé lo queríamos cargar todos y sobretodo Uta.

-Yo le compré un conejo rosa.-dijo Uta intentando apartarlos.

-Como no, conejo rosa.-bufó Toll.-En la bolsa que traje hay un regalo de mi parte.-era un sonajero en forma de gato.

-Yo traje algo más interesante.-dijo Imai acariciando las mejillas de Jun.-Un libro de cuentos de esos que se pulsa y hace ruido.-me miró y sonrió.-Se ve que sale a tu hermano, tú eras muy feo.

-Desgraciado.-gruñí y él se carcajeó de aquello. Amaba verme saltar ante sus comentarios.

-Te conozco desde niño, puedo acusarte de niño troll... porque lo eras.-mis ojos tuvieron un destello de crueldad y empezó a reír aún más.

-Yo...-Hidehiko sacó un conjunto de ropa de una bolsa.-Esto.-era un peto de color negro con una camisa azul. En el peto había un pato amarillo en la pechera y unas alitas en el trasero.

-Está bien, lo vais a asfixiar.-comentó con una sonrisa intentando alejarse levemente de los chicos. A pesar de ser personas agradables tenían ese aire de matón que no se podía quitar, incluso Uta podía tener ese aroma desafiante si se quedaba en silencio varios minutos.-Ten.-dejó al pequeño en brazos de Toll y lo miré un instante, estaba pálido y fui hacia él abrazándolo por la espalda.

-¿Estás bien?-pregunté oliendo sus cabellos, amaba su aroma, para luego besar su cuello y esperar que fuera solo imaginaciones mías.

-Sí.-dijo con una sonrisa doliente.

No podía mentirme, se encontraba mal. Los chicos no notaron nada extraño, no lo conocían. Imai salió fuera de la cocina y se sentó en el gran salón apoyándose bien en el sofá. Phoenix se marchó también, me susurró que quería dormir unas horas porque se encontraba cansado. Sin embargo no dio dos pasos en el salón que cayó prácticamente en los brazos del diestro Imai. Lo vio desvanecerse y se movió con rapidez para tomarlo entre sus brazos.

-Te tengo.-susurró cuando vi como lo agarraba.-Atsushi llévalo arriba, parece agotado.-la quimioterapia lo ahogaba en un vaso de ácido, un vaso que hacía que cada trago muriera un poco para sobrevivir a algo que quizás no tenía fin.

Cargué con él por las escaleras para recostarlo en la cama. Me pedía, más bien me suplicaba, que me fuera con los chicos. En ese momento vino Uta con el sentimiento de que algo no iba bien, como así era. Decidió quedarse junto a Phoenix mientras yo seguía cocinando con el resto. Los dejé a solas y lo que pude saber ha sido poco. Hablaron sobre mí, sobre el pasado, sobre que mi antiguo amante aún me amaba pero que era feliz al verme sonreír junto a mi pareja. Eso me reconfortó unos segundos, no tanto como a Imai que tuvo que salir a corretear con el perro para olvidar un poco. Necesitaba poner la mente en blanco y quizás el perro le haría meditar lejos del fantasma de su mujer.

Cuando bajaron ya todo estaba preparado. Comenzamos a comer y mi pareja ya se había incorporado al grupo, salvo que seguía algo pálido. Devorábamos la comida con ansias, pero aún así la degustábamos y comentábamos partes de nuestras vidas. Al contar lo que pasó a Toll y a Hidehiko nadie lo creyó. Era un político de derecha y con unos ideales que no me pertenecían, al final con un amante masculino y el hijo de mi hermano fallecido. Podía ser la típica historia para una novela, pero era real y no mera ficción. Si fuera ficción hubiera cambiado el rumbo de mi vida tras el primer borrador. Imai me miró con los nervios crispados al escuchar de mis labios las veces que me negué a mi mismo y Uta únicamente murmuraba por lo bajo que Clarissa era una zorra. La reunión parecía un aquelarre a lo que una vez fui por desgracia.

Surgió por casualidad el deseo de todos de poder cantar de nuevo, hacer que alguna canción nuestra llegara a la radio solo por pura locura o cabezonería. No habíamos tenido mucha suerte cuando jóvenes, pero quizás ahora sí lo tendríamos y todo tendría que verse. Podíamos usar mejores medios, experiencia vital y sobretodo un sueño por cumplir. Imai era el más decidido de todos y yo me dejé llevar por unos minutos, pero no sabía si podríamos hacerlo o simplemente dejar que la poma de jabón nos estallara en la cara.

En ese instante de diversión tras la comida, de reencuentro, y de café apareció en la puerta un joven con su acompañante. El muchacho era atractivo, aparentemente muy afeminado y sin ser tan aparentemente. Lo conocía porque tenía una boutique en el barrio obrero donde las mujeres más estiradas de la sociedad compraba junto a jovenzuelos que no tenían donde caerse muertos. Precios para todos los estratos sociales, todo tipo de vestuario, perfumes y complementos. Mi exmujer casi termina agarrándolo del cabello y montando una escena al llamarla vieja estirada, lo que es realmente. Su acompañante era un joven rubio de un metro setenta y siete aproximadamente, pues era escasamente más bajo que yo y su aspecto era afrancesado a pesar de sus ojos rasgados. Uno se hacía llamar Jasmine, el otro era Kamijo y lo conocí casi a primera vista. Ese joven era un gran pianista y tenía una voz con bastante personalidad, pero se retiró del espectáculo hacía ya unos años. Ambos hacían una pareja dispar y jovial.

-Vengo a secuestrarte.-le dijo a Phoenix que ya había recobrado un poco el color.

-¿Qué?-dijo sorprendido observando las bolsas que llevaba Kamijo y que dejó a un lado en el salón.

-Sí, sesión de fotos cherie. Verás es que han venido unos hermosos kimonos y las modelos que tengo en mi tienda son muy exuberantes y he pensado que tú, mi hermoso y armonioso, amigo me ayudarías.-le guiñó y miró al resto de mis invitados.-Buenas caballeros, un gusto…me llamo Jasmine y este caballero es Kamijo. Hemos venido a pedir un favor.-pellizcó la mejilla de Phoenix y yo lo tomé por la cintura.

-¿Osas ponerle kimonos femeninos a mi pareja?-cuestioné y todos pusieron atención a mis palabras.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt