Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 6 de abril de 2010

Dark City - capitulo 16 - Aroma de oscuridad IV


Algo en mí no funcionaba. Debía estar feliz porque Yutaka había encontrado el amor verdadero. Un amor real. Un hombre que daba todo por restablecer el honor de su pareja. Era un joven que parecía olvidar sus modales en cuanto veía llorar a su pareja. Alguien que realmente se merecía el corazón de Uta. Si bien, yo sólo deseaba correr lejos de esa realidad que me mostraban.

No era partícipe ya de su vida, ni era quien hacía que sonriera con sólo una palabra. No era nadie ya. O quizás era el hombre que le dañaba, aquel que no supo amarlo ni darle un abrazo cargado de sentimientos. Era un verdugo, no el príncipe encantador que siempre le hice creer. Él ya lo sabía y me odiaba.

Mientras me dirigía donde mi hijo tan sólo meditaba lo ocurrido. Llegué cansado de tanto pensar. Llamé al timbre y me abrió Olivier. El aspecto de ese muchacho me recordaba a Clarissa, pero no se lo dije a mi hijo ni antes ni ahora. Siempre parecía perfecto aunque tan sólo llevara una camisa blanca. Llevaba sus cabellos recogidos, tal vez para que el pequeño no tirara de ellos.

-Gracias por venir.-dijo con una sonrisa leve.

-¿Y mi hijo?-pregunté entrando en el apartamento.

-Papá ya dentro de nada nos vamos.-comentó mientras salía a medio afeitar y con la camisa abierta. Noté los arañazos de su pecho y vientre, por ello de inmediato miré a Olivier. Sonreí de forma canalla al percatarme que su fragilidad no era tanta en la cama.

-Kumi está en la cuna.-así le decía de forma dulce.-Acaba de comer y está limpito. No creo que de muchos problemas.-se acercó a mí para acariciar a Jun que dormía en mis brazos.-Y yo que quería verte despierto para darte un regalo.

-Consentís todos demasiado al niño, después os quejáis que sea tan posesivo y maniático.-comenté y él simplemente rió.

-Son sólo regalos, su comportamiento me recuerda a Hizaki así que supongo que son los genes.-se giró hacia el pasillo al escuchar los pasos de mi hijo.

-Bien, nos vamos.-dijo colocándose un sombrero y la chaqueta.-Vendremos en unas horas, queremos pasear y tomar un café sin que Takumi demuestre sus buenos pulmones.-entonces se percató de mi labio.-¿Qué te pasó?

-Es cierto.-comentó Olivier.-¿Qué le ocurrió en el labio?

-He descubierto lo bien que pega tu amigo Max.-respondí.-Pero bueno, algún día tenía que comprobar de qué pasta estaba hecho.-ellos tan sólo fruncieron el ceño prácticamente a la vez.-No he hecho nada esta vez, tan sólo pedía disculpas y me golpearon duro.

-Te lo mereces papá.-dijo tomando la mano de Olivier, entrelazando sus dedos con los de él.-Y lo sabes.

-Sí, sí.-dije tras un suspiro.-Me merezco los peores castigos del mundo.-me encogí de hombros y les acompañé a la puerta.

Me quedé a solas con dos pequeños y mis pensamientos. No paré de darle vueltas a todo. Así que terminé llamando a la única persona que conocía tan bien a Yutaka como a mí. Esa persona que siempre se presentaba como reflexiva y en medio de todo, y de todos. Llamé a Hidehiko para que se personara en el apartamento de mi hijo. No tardó demasiado porque se encontraba con su mujer tomando un café a pocas calles. Si bien, vino solo. Bien sabía que lo que teníamos que hablar era algo privado.

Dejé a Jun en la cama de Hizaki y Olivier. Se aferró rápido a la manta que eché sobre él, al igual que a su conejo. Vigilé unos minutos a mi nieto, como habían dicho dormía plácidamente. Quería tener bajo control todo, sobretodo porque quería estar tranquilo conversando con mi viejo amigo.

Sonó el timbre y fui hacia la puerta. Me lo encontré apoyado en el marco de esta con el mismo aspecto de siempre, un aspecto serio y de asesino profesional. Entró dentro del apartamento sin decir una sola palabra. Me miró ya en el centro del salón y yo cerré la puerta. Él siempre me observaba con calma, como si no tuviera sangre en las venas.

-¿Qué le hiciste ahora?-interrogó.

-¿Por qué dices eso?-pregunté mirándolo fijamente.

-Por el golpe que tienes y la sangre reseca.-dijo señalando el lado de mi labio donde me habían dado el golpe.

-Nada.-respondí.

-¿Por qué será que no te creo?-suspiró tomando asiento en un taburete de la barra americana que daba a la cocina.

-No hice nada.-dije algo molesto porque no me creyera.

-Tú nunca haces nada y sin embargo terminas destrozando las esperanzas de Yutaka.-dijo con calma.-Tranquilo no voy a ser yo quien te juzgue.-comentó.-No soy un santo, bien lo sabes, pero sabes que cualquier cosa que haces hacia él termina mal.-encendió un cigarrillo con total y dio una calada. Su aspecto de gangster le daba un aire místico y criminal. Era como ver a Buda convertirse en Scarface.-¿Por qué tienes el golpe? ¿Quién te lo hizo? ¿Y qué pretendías? Son tres de mis preguntas esta vez.-dijo contándolas con sus dedos frente a mi rostro, puesto que me había desplazado hasta estar a su lado.

-Max, la pareja de Yutaka, me dio el golpe. Abrazaba a Yutaka pidiéndole perdón, sólo eso.-era mi respuesta y era la verdad, simplemente esperaba que me creyera.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt