Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 21 de abril de 2010

Dark City - Capitulo 16 - Aroma de oscuridad XIX

Otro scan que ya usé, pero bueno venía bien para hoy... Nuevamente mis dos alter en mi novela vuelven a verse las caras. Otra vez tenemos enfrentamiento Max-Atsushi o Atsushi-Max




Sabía que había defraudado a Yutaka, Phoenix y a mi amigo Toll. Sabía que había defraudado a mis hijos. Sabía que me defraudaba a mí mismo. Pero jamás supuse que podía hacerlo con él.

-Vayamos a un lugar privado.-comenté mirándolo fijamente a los ojos, aún estaba incrédulo.

-Un momento, hay alguien que quiere estar presente y me ha jurado que no te golpeará de nuevo.-cuando dijo lo del golpe supe exactamente a quién se refería.-¡Max!-alzó la voz y él apareció entrando en el estudio.

-Joder.-murmuré apretando los puños.

Aquel niñato apareció como de la nada. Sus cabellos revueltos caían sobre su frente, pero sus ojos se podían ver brillar con cierto coraje y antipatía. Vestía con pantalón ancho, camiseta amplia y chupa de cuero.

-Juro no dejarte otra marca.-dijo con seriedad.-Si no me das motivos.-añadió clavando sus ojos claros en los míos.-Aunque hoy no tienes al crío para hacerte la victima y no devolverla, tampoco está mi hija.

-¿Quieres saber lo que es tener una costilla rota?-pregunté echándome hacia delante.

Hidehiko sólo suspiró y me agarró de la camiseta echándome hacia atrás. Encendió con una mano su cigarrillo en una pose de matón sin contemplaciones. Dio una calada al cigarro y nos miró a ambos.

-Dejad de haceros el machito, no me gusta sentirme como en un corral lleno de gallos.-me soltó y echó a caminar.-Si os vais a matar entre vosotros no contéis conmigo como testigo.

-Yo no haré nada, me sabe mal pegar a la tercera edad.-sonrió de lado y se giró para ir hacia la puerta.-Os espero fuera, claro si no se raja el abuelo.

-¡Lo mato!-grité deseando echarle el guante y patearlo allí frente a todos.

-Si le pones un sólo dedo encima Yutaka no te perdonará jamás y Anii te descuartizará.-murmuró mi amigo conteniéndome.-Dame tu palabra de caballero, si aún te queda, de que no vas a golpearle ni harás nada que yo no acepte.

-La de caballero la perdí hace mucho, creo que jamás la tuve teniendo en cuenta todo lo que he hecho.-murmuré echando a caminar.-Te doy mi palabra de amigo.

-Confío en ti, eres mucho más que puños. Hace mucho que dejaste esa pasión por las peleas callejeras y por golpearte con cualquiera que te mirara mal. Si ese muchacho quiere guerra que la tenga con él, no contigo.-sus palabras como siempre eran acertadas. Un hombre templado que sabía calibrar el cómo y el cuándo. Dio una calada a su cigarro y me rebasó para ir tras Maxwell.

Interiormente sabía que Max era un hombre hecho a si mismo. Había logrado sobrevivir a un cuerpo equivocado, a burlas desde la infancia, mofas en la juventud, decepciones y mil guerras con todo aquel que osara llamarlo mujer. Era un hombre, un verdadero guerrero. Sabía bien que su actitud agresiva conmigo era porque temía que me llevara a Yutaka de su lado, a la persona que había encontrado como refugio. Por unos instantes me vi a mí mismo abrazado a Yutaka, en plena pubertad, jurándome que haría lo mejor para él antes que lo mejor para mí. Lo mejor para Yutaka era Max, pero no podía tragarlo. Era algo irracional, una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento. El único que estaría ahí para que la bomba no explotara era como siempre Hidehiko.

Salí fuera dejando a mis músicos con sus ensayos, salí y los vi a ambos frente a frente sin decirse nada en absoluto. Aquel chico de no más de metro sesenta y cinco parecía mayor en estatura, como si su valor de estar allí y escuchar todo le hiciera parecer un gigante. Hidehiko seguía fumando, dando caladas lentas para saborear bien el cigarrillo.

-Vayamos a la cafetería.-comenté y mi amigo negó.

-Mejor un lugar más privado.-murmuró.-¿Qué tal mi casa? Es territorio neutro. Hoy mi mujer ha tenido que salir para una reunión importante, no podía quedarse a mi lado y yo la verdad es que llevo el negocio en la distancia.-sonrió de lado.-Así conoces de una vez donde vivo Atsu.

-Por mí está bien, yo sólo quiero escuchar lo que tiene que decir este y largarme a realizar mis fotografías para la revista.-comentó Max sin mirarme, evitando encontrar su mirada con la mía.

-Por mí también está bien.-dije metiendo mis manos en los bolsillos, me sentía incómodo.

-Vayamos en mi coche.-dijo Hidehiko caminando hacia los aparcamientos, arrojando la colilla al suelo para luego machacarla con sus zapatos italianos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt