Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 15 de mayo de 2010

Dark City - Capítulo 17 - Ironías del destino VII


Me quedé junto a él en riguroso silencio. Sabía que cualquier cosa que dijera era en vano. Conocía bien sus deseos de aparentar ser un hombre común, pero sus manos estaban manchadas de sangre. Eran las manos que acunarían a su hijo, eran las manos de un futuro padre. Él quería creer en la redención porque él deseaba su propia salvación.

-Atsushi ¿seré un buen padre?-preguntó con las manos entrelazadas frente a su rostro, como si estuviera en oración.-¿Seré un buen hombre algún día?

-Kamijo eres un buen hombre, a pesar de tus debilidades y tu otro lado.-susurré.

-Atsushi he matado a padres de familia.-respondió aún intentando serenarse.

-Y casi todos en tu propia defensa, ¿no es así? Al menos déjame creer que es así Kamijo.-eso era un ruego, un deseo, que me rompía el cráneo. No quería creer que él era como la escoria que tanto odiaba y maldecía.

La charla no prosiguió demasiado. Alguien entró en la habitación, alguien que yo deseaba conocer hacía mucho tiempo. Deseaba verla cara a cara, frente a mí, y la tuve a menos de dos metros. Esa mujer perfecta con una sonrisa dulce.

-Kamijo.-dijo colocándose bien el cabello.-Siento entrar sin llamar, creí que estarías solo aquí.

-Emma.-susurró intentando secarse rápidamente las lágrimas que aún se deslizaban lentamente por sus mejillas.

-Kamijo.-murmuró preocupada tomándolo entre sus brazos para luego fijar sus ojos en mí.-¿Qué demonios sucede?

-Yo sólo intentaba consolarlo.-respondí.

-¿Qué sucede Kamijo?-interrogó acariciando sus cabellos, tratándolo de forma amorosa como lo haría una madre o una mujer. Una mujer que te espera en casa embarazada y con una sonrisa mientras teje la ropa de tu hijo, la misma expresión que tenía Clarissa cuando estaba embarazada y me observaba.-Mi príncipe ¿por qué lloras?

-Es un sensible, habla de ciertos temas y termina como magdalena.-me encogí de hombros y sonreí de lado.-Anda dile que llorabas porque vas a ser padre, seguro que está nervioso y eso es todo.

-Sí, eso es todo.-susurró abrazándola, rodeándola firmemente con sus brazos, para luego besar su frente con dulzura.-¿Qué haces aquí?

-Vine a ver el coloquio, no podía perderme algo así. Además no es bueno que esté todo el día encerrada.-dijo recargándose sobre su pecho, acariciándolo con una de sus manos, mientras le miraba a los ojos y sonreía.-Me pasé por aquí para recordarte la cita que tenemos mañana. Tengo que ir al ginecólogo y tengo que ir contigo. Kamijo no quiero ir sola.

-Sí, claro.-susurró acariciando su rostro, tomándola de sus perfectas facciones para besar nuevamente su frente.-No me lo perderé, estaré en tu casa a las nueve en punto.

-¿Nos presentas?-dijo ella girando su rostro hacia mí.-No conozco a este amigo tuyo.

-Tuvimos un cruce de palabras una vez, pro teléfono.-respondí.

-¡Cierto! ¡Es Atsushi! Al fin conozco al antiguo político y descarado músico.-comentó con una sonrisa.

-Tú eres Emmanuelle.-respondí y ella asintió leve con la cabeza.-Es un placer conocerla.-dije tomando su mano para besarla y ella rió bajo.-Es una lástima que tenga que marcharme con Phoenix, pero ya le diré a Jasmine que vas para casa Kamijo. Ya sabes como se pone tu esposo cuando llegas tarde y no avisas.-lo hice como favor a Jasmine, supe porqué sus celos y comprendí que yo en su lugar la hubiera golpeado hace tiempo. Lo trataba como a un esposo, no como a un amigo.

-Sí, claro.-respondió él apartándola un poco, pero ella volvió a pegarse agarrándose a su brazo.

-Hasta la próxima Atsushi.-dijo ella antes que yo abriera la puerta y me marchara.


Iba en busca de Phoenix, necesitaba contarle mi impresión de Emma y era urgente. Estaba dándome mala espina todo aquello, además de escalofríos que erizaban el vello de mi nuca. Me sentía en una novela rosa barata, de esas que leen las mujeres que son la otra y las leen para aprender a seducir al hombre que aman y no tienen. Estaba por darme cabezazos contra la pared. Esa mujer iba a dañar a Jasmine, tarde o temprano, y el muy idiota de Kamijo se dejaba coquetear por ella, aunque yo en su situación hubiera caído ya entre sus piernas.

Encontré a mi pareja rodeado de sus amigos, siendo adulado hasta el extremo. Yo simplemente lo agarré del brazo y tiré de él para meternos en una de las habitaciones libres. Era uno de esos armarios inmensos de vestuario. Él se quedó confuso al ver esa reacción tan extraña.

-Emma va detrás de él, él se queda como idiota frente a ella. No se la está tirando, pero poco falta. Te juro que me han dado ganas de patearlo por ser tan ciego.-Phoenix no entendía demasiado, tan sólo me tomó del rostro intentando aclararse con lo que había dicho.-Emma, la amiga de Kamijo, lo trata como si fuera su esposo. Tiene las mismas miradas y sonrisas que tenía Clarissa estando embarazada, las mismas que tenía hacia mí.

-Eso no es nuevo amor.-susurró acariciando mi rostro, acomodando mis cabellos, y luego mi corbata.

-Kamijo está como ido cuando se presenta, débil. Parece hechizado por ella hasta el extremo de asentir a todo lo que le dice. Por dios, parece un perro faldero.-se apartó de mí cuando dije aquello y fue hacia la puerta. Yo de inmediato le tomé del brazo y le hice girarse.-Escucha si vas a montarle el número él se sentirá mal, te juro que por ahora no está sucumbiendo. Lo sé, porque su mirada es dulce y no de ganas de abrirla de piernas en cualquier habitación del edificio.-se apartó y me miró furioso.

-¡¿Hay que esperar a que lo haga?! Te recuerdo que Jasmine es nuestro amigo.-me estaba reprochando como si fuera yo el culpable.

-Sólo lo pondrás a Kamijo molesto y no tenemos pruebas de nada, además él no es de ese tipo de hombres.

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Lestat de Lioncourt