Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 9 de julio de 2010

Dark City - Capitulo 17 - Ironías del destino LIV


Era la conversación más cordial que habíamos tenido hasta ese momento. Jamás pensé que llegáramos a estar de acuerdo en algo, o al menos tener claro que teníamos que estar apoyándonos por el bien de Yutaka. Creo que ese era el motivo, el único motivo que teníamos ambos para ser cordiales y soportarnos.

No regresé de inmediato a casa, no podía. Sabía que si decía la verdad Phoenix podía sospechar algo que realmente no era. Decidí que debía ir a encontrarme con el mar. Hacía años que no iba, por cuestiones de trabajo y enfermedad. Quería ir al rompeolas, ver las olas salpicando y el sol brillando deslumbrante en un día típicamente veraniego.

Al llegar a los aparcamientos cercanos al paseo marítimo quedé maravillado. Desde hacía unos tres o cuatro años, tal vez alguno más, se estaba luchando por el derribo de hoteles e instalaciones demasiado cercanas al mar. Y allí estaba, una playa más despejada y hermosa. La zona más rocosa siempre estaba desierta, y a ella me marché. Allí no había nadie, pero a menos de seiscientos metros comenzaban las sombrillas y toallas. Yo quería paz, quería ver el mar con una ansiedad que no tenía desde mi juventud.

Y allí me encontré frente a la brisa de aquel paraíso. Las olas golpeaban las rocas sobre las cuales estaba. Mis ojos se clavaron en el horizonte, allá a lo lejos donde un barco cruzaba aquella frontera tan mística del más allá. El faro que se encontraba a mis espaldas parecía saludar como un enorme gigante a las gaviotas que planeaban sobre una pequeña porción de rocas. Realmente si tengo que describir lo que mis ojos alcanzaban ver estaría horas narrándolo.

La brisa agitaba mis cabellos y sonreí por inercia. Los días de playa siempre se esperaban con ansias en la juventud. Hundirte en el mar, sentirte libre en el líquido elemento y tirarte en la arena observando el cielo azul. Esos días vinieron a mi mente. Vinieron en blanco y negro, como si fuera una película antigua, y las carcajadas se hacía eco como si estuviera en una gruta.

-Esos días no volverán.-dije antes de quitarme la camiseta y bajar hacia tierra firme.-Esos días ni ninguno que haya vivido, pero venir aquí es como sentirlo de nuevo.-sonreí notando la arena cálida en mis pies, puesto que me había quitado los zapatos. Caminé hacia la orilla sintiendo el frescor del agua y sonreí aún más que antes.-¿Y para qué quieres que vuelvan? No, no seas idiota. Ahora empieza lo bueno, aunque hayan cosas en tu vida que detestes y quieras borrar. Es la edad perfecta para apreciar y disfrutar la vida.

Realmente así lo creo. A partir de los cuarenta nos damos cuenta de nuestros fracasos, reflexionamos sobre nuestras acciones y tomamos en cuenta la experiencia para actuar. Siempre lo he pensado así. Pero el reencuentro con los recuerdos me hacen sentirme tranquilo. Buscar el mar o alguna fotografía es necesario, por eso estaba allí humedeciendo mis pies mientras notaba como el sol calentaba mi piel.

Pasados unos minutos me marché. Me coloqué bien la ropa y el casco para marcharme hacia casa. Ya estaba dispuesto a volver junto a Phoenix, dar mis explicaciones si las necesitaba y tumbarme en el suelo rememorando el paisaje de aquel lugar.

Cuando llegué él estaba allí sentado con Jun en brazos, se había dormido sobre sus piernas y él lo acomodaba mejor sobre su cuerpo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, así que no dudé en ir hacia él para acariciar sus mejillas y secarlas.

-Me tenías preocupado.-murmuró hipando.

-Han hecho daño a Yutaka y Max se metió en una pelea para ayudarlo, quería saber cómo estaban y darles mi apoyo de forma personal. También quería ver por mis propios ojos comos e encontraba Kamijo.-dije mirándole a los ojos.-No llores gatito, si lloras te pondrás con los ojos hinchados.

-Debiste decir que pasaba, pensé que te ocurría algo malo.-alzó su mano acariciando mi rostro.-Hueles a mar.

-Fui a la playa un momento, quería desahogarme de alguna forma o más bien relajarme. Realmente no sé porqué fui allí, pero me sentí bien al poco de estar contemplando las olas.-susurré antes de besar dulcemente sus labios.-Y ya estoy aquí, junto a ti y al pequeño.

-A veces pienso que aún no te comprendo, que no puedo comprender porqué haces algunas cosas y me da miedo. Tengo miedo que ocurra algo y que yo no pueda ayudarte.-susurró antes de devolverme el beso.

-Pheonix todos tenemos nuestros misterios.-dije antes de tomar al pequeño.-Déjamelo, haré que descanse mejor en su parque.

Él sólo asintió. Yo, como dije, dejé al pequeño en su pequeño parque para que descansara de forma segura. Regresé a su lado abrazándolo. Por unos minutos me puse en la piel de Max, más allá que la víctima fuera Yutaka. Realmente no supe si reaccionaría igual que él ante la sola idea que alguien pusiera un dedo encima a Phoenix, pero terminé imaginándome volando los sesos al autor de dicho acto.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt