Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de agosto de 2011

En nuestro edén.

El siguiente texto está cargado de erotismo, si no quieren leerlo son libres de cerrar el buscador... gracias.

No es homosexual, es completamente heterosexual.




¿Cómo aceptar los milagros cuando suceden? ¿A caso no existe el milagro del destino? ¿Y el destino lo provocamos nosotros o simplemente él tropieza con nosotros?

La conocí en medio de un frondoso bosque en alguna región de Francia. Había estado vagando durante días, intentaba encontrarme a mí mismo. El hombre que una vez fui había quedado perdido en la naturaleza del hoy. Mi esencia se derramaba en tumultuosas pesadillas que me arrastraban en su teatro de sombras chinescas.

Sentía que el mundo ya no tenía sentido, o más bien que jamás lo tuvo, y que mis más de mil años me pesaban como mi antigua armadura. Un guerrero perdido en sus propio destino, un guerrero que ya no servía a nadie y que sólo se dejaba mecer por los recuerdos más amargos. Provocaba a mi mente pequeños estímulos de pensamientos racionales, pues a veces encontraba el significado de algo que desconocía y como un niño lo veía como magia. Si bien, eso no era suficiente.

Aquella noche estaba sediento, pero no de sangre sino de contacto. Noches atrás había conversado en una cafetería de Londres con una joven. Eso me hizo comprender que tal vez el sentido de la vida era el caminar junto a otros, pero siempre fui un solitario. Así que ignoraba si esa era la respuesta a todo y de ese modo me interné en el bosque. La noche se volvía más intensa, las luces de las estrellas brillaban realmente. En las ciudades ya no se pueden ver estrellas, pero en lugares como aquel aún se tenía la fortuna de soñar con tocarlas.

Me tumbé en un claro de aquel bosque, quería ver esas luciérnagas atrapadas por siempre en el firmamento dibujando constelaciones. Sonreía leve al sentirme uno con la naturaleza, mi naturaleza. Comencé a entonar viejas canciones hasta que escuché que alguien se acercaba, por unos momentos pensé que era un ángel.

Una hermosa mujer de cabellos dorados y ojos azules como el cielo en primavera. Una diosa de los bosques, una ninfa de la naturaleza, que merodeaba aquel lugar con aspecto triste. No dudé en invitarla a tomar lugar a mi lado. Ella era una de los nuestros, una hija de las tinieblas, y yo simplemente deseaba compañía y no importaba de qué tipo. Si bien, ella parecía ser perfecta para conversar aquella noche.

Un impulso, un delicioso impulso, me hizo invitarla a caminar. Próximo a nosotros había un lago, no muy profundo pero sí refrescante. Caminar junto a ella era como si lo hiciera junto a un ángel, me sentía como un chiquillo ante una aparición esperada durante décadas. Me arriesgué a preguntarle sobre su vida en aquel paseo, ella me contó el dolor que sentía y el sufrimiento que había poseído desde que era niña. Estaba atada a la inmortalidad y a la vez se sentía libre gracias a ella, pero el pasado seguía siendo terrible y sus recuerdos la ahogaban.

Me dejé llevar por el deseo nada más llegar a los pastos cercanos al lago. Besé sus labios sin pudor alguno, algo a cual ya no estaba acostumbrado. Sentía aún sus labios sobre los míos y me maldije por ser tan poco caballeroso, pero dentro de mí la deseaba. Había estado alejado del contacto con otros para evitar encuentros de ese tipo. Si bien, tenía deseos de experimentar de nuevo esa sensación de besos y caricias.

Paré el beso preocupado, pero ella estaba sonrojada como una niña. Sus mejillas parecían dos tentadoras manzanas del jardín de lo prohibido. Una mujer que poseía una belleza completamente distinta a las diosas asiáticas con las cuales podía compararla, puesto que a pesar de sus rubios cabellos su piel era nívea y su poder aplastante.

-Besa mis labios otra vez.-murmuró en un ruego aferrándose a mi camisa ya polvorienta por tantas noches de camino.

-Entonces, permítame.- murmuré antes de tomar sus manos para dejarlas sobre mi torso, mis brazos rodearon su cintura para nuevamente disfrutar de sus labios y de su lengua.

Una de mis manos fue al borde de su vestido, levantándolo, para poder acariciar sus piernas y sentir la suavidad de su fría piel. Mis labios se pegaban a los suyos, los saboreaba, e imprimía un carácter pasional a cada uno de estos... dejándome llevar por el deseo.

Me correspondía necesitada. Parecíamos dos viejos amantes, no dos desconocidos que conectaban en pleno bosque para encontrarse y comportarse como niños salvajes. Terminé recostado sobre ella, acariciando una de sus piernas, mientras subía más su falda, sin dejar de besarla.

Acabé por deslizar mis manos tras su espalda, sintiendo la hierva rozar mis dedos y su cuerpo caer sobre estas. Ella parecía aceptar cada caricia y desear que continuaran, yo quería palpar su cuerpo en todo su esplendor. Así que bajé la cremallera de su vestido y terminé por apartarlo, dejándolo a un lado, para hacer lo mismo con su ropa interior.

Despojé cualquier atadura que impidiera el poder contemplarla, así como hice dejándola ante mí. Mis manos no se quedaron quietas al igual que mis ojos. La acariciaba intentando quedarme con cada curva, con cada trozo de su piel, para terminar colando mi mano entre sus piernas. Cuando toqué su clítoris la besé. Mi dedo en su interior lo estimulaba lentamente.

Mi boca sellaba la suya con besos cargados de impulsos de placer, necesitado y entregado. Mientras nos ahogábamos en besos, mi otra mano acariciaba aún su cuerpo, y la otra no cesaba en excitarla... haciéndole despertar el placer entre sus piernas.

Tenerla así tan expuesta fue delirante y delicioso. Pronto sentí la humedad de su sexo, así como abría sus piernas ofreciéndome el abrazo de estas. Pero antes debía despojarme de toda la ropa, aunque ella ya había hecho lo suyo con la camisa, prácticamente arrancándola mientras gemía y tiraba de mí.

Me desprendí de mi ropa apartándome de ella, para quedar finalmente desnudo. No tardé ni un segundo en estar entre sus piernas, como si fuera su dueño. Estas me rodearon en un abrazo asfixiante y delicioso. Besé sus pechos y lamí el camino que había entre estos.

-Demasiado rápido para sólo entrar en ti-dije en su oído para morder su cuello.-Permíteme ofrecerte el placer más intenso, o al menos intentarlo

Bajé mordiendo su piel, besándola y acariciándola, hasta quedar entre sus piernas. No lo dudé y terminé besando su monte de venus, para acabar lamiendo su sexo e introduciendo dos de mis dedos de una buena vez.. La haría mía, pero antes jugaría con ella y con el placer que me podía brindar verla en ese estado.

Toda ella se abría como una maravillosa flor, se abría para mí con un delicioso aroma a placer y deseo. Sus piernas estaban arqueadas, su mano apretado mi cabeza y en mí se formó una erección sólo con oírla. Su voz se escuchaba tentadora, proclamadora de lujuria y necesidad.

Bajé una de mis manos a mi miembro para estimularme, quería estar preparado para entrar en ella. Si bien, no dejaba de estimularla mientras introducía un tercer dedo. Quería dilatarla, hacerla sentir mía a cada movimiento de ellos en su interior.

-Ya es el momento-dije alzando mi rostro de entre sus piernas, mordiendo ntonces su vientre y lamiendo su cuerpo hasta sus pechos.

Abrí bien sus piernas, para luego acomodarlas a ambos lados de mi cuerpo. En un impulso entré enterrándome en ella. Gruñí sintiéndome poseedor de aquel delicado cuerpo. Se veía como una jovencita a la cual le arrancaba su virginidad, eso parecía, y no una mujer que había sido madre en tantas ocasiones.

-Ahora sólo disfruta.-susurré en su oído en un jadeo, para comenzar a moverme lento, pero el ritmo iría aumentando poco a poco. Sólo quería acostumbrarme a esa cálida y húmeda estrechez. La haría mía, la marcaría con el placer intenso de cada embestida.

Notaba su placer, parecía ser libre o liberarse en cada movimiento que le regalaba. Ella se aferraba a mí con tal intensidad que parecía querer fundirse conmigo, ser uno sobre aquel pasto fresco por culpa del lago. La brisa acariciaba nuestro cuerpo, nos hacía olvidar del calor que ambos comenzábamos a sentir por culpa del esfuerzo.

-Gabrielle.-murmuré entre besos y mordidas de sus labios, arremetiendo con mayor fuerza y ritmo. Quería que no dudara pasadas unas horas que esto había ocurrido, quería dejar una impronta imborrable en su cuerpo, en su alma y sobretodo en sus sentidos.

Deseaba, como vulgarmente se dice, dejarla sin poderse mover de la cama. Sólo pensaba en provocar gemidos al recordarme, en que su sexo me echara de menos y terminara tocándose. Necesitaba que me buscara, que rogara que se lo hiciera nuevamente y deseara arrancarme la ropa. Una esclava de la lujuria y a la vez una mujer libre para disfrutarla.

El placer del sexo era algo sublime, algo que no merecía regalarse como si nada a cualquier ser que se paseara frente a mí. Por ello, siempre esperaba a la persona adecuada con la que otorgarle este momento... parte de mi vida y de mis recuerdos.

Ella se entregaba a mí, podía notar que se regalaba como un hermoso premio a mi soledad. No sabía si saldría alto o bajo el precio de poseerla, pero no me marcharía de su lado al menos en unas noches. Parecía que me podría entregar más de todo lo que me ofrecía en ese momento, y por supuesto yo deseaba tenerlo. El sexo desenfrenado sin explicación alguna, tan sólo dos bocas unidas mientras las caderas chocan. Quería que la danza provocado por nuestros lívidos fuera intensa, cadenciosa y tan demencial que nos abrieran las puertas del infierno como reyes de este.

No quería pensar en nada, pero lo hacía. Pensaba en lo deliciosa que se vería entregada a mí, abierta de piernas rogándome el tomarla. Sí, la quería para mí.

Me movía dentro de ella regalándole el placer que deseaba y yo también lo quería sentir. Besé sus mejillas y su cuello mientras aumentaba el ritmo, quería que todo le diera vueltas como a mí. Ese lago parecía girar entorno a nuestras cabezas. Estaba a punto de llegar al momento crucial, al climax.

-Gabrielle.-pronuncié de nuevo su nombre entre jadeos y gruñidos moviéndome con desesperación.

Noté su orgasmo como si la misma tierra vibrara bajo mi cuerpo. Los músculos de sus muslos se tensaron, así como los de su vagina que profanaba tan placenteramente. Sus uñas rasgaban mi torso, también mi espalda, como si fuera un gato salvaje. Di una estocada certera a su punto de placer y me dejé ir.

Me quedé acomodado entre sus brazos y sus piernas, sintiéndome apresado. Aún gruñía por el placer que había sentido. Fue como un latigazo, o quizás como un relámpago, cruzando todo mi cuerpo. El delicioso hormigueo que pude notar en mi bajo vientre me hizo gemir mientras aún me movía, lo hacía suave como las olas al llegar finalmente a la orilla.

-Sublime.-murmuré entre jadeos antes de besarla apoderándome de su boca, para después lamer sus lágrimas y ocultar mi rostro en su cuello, besándolo lentamente, así como hice con sus pechos antes de lamerlos y seguir hasta su vientre.

-Me has hecho llorar de placer.-dijo incrédula aún con sus uñas clavadas en mis brazos, fueron los más rasguñados por su instinto de aferrarse a algo para no caer... aunque no había precipicio alguno.

Acabé saliendo de ella recostándome a su lado mientras la contemplaba, además de palparla lentamente. Sonreí antes de apretar uno de sus pechos y pegarla a mí, abrazándola y besándola. La había marcado como mía, podía notarlo. Sin embargo, no estaba satisfecho. Yo podía ofrecerle más que un impúdico sexo en medio de la nada.

Besé sus labios con lujuria, entregándole la pasión que ella me ofrecía. Su lengua luchaba con la mía, caricias eróticas entre sus labios al igual que las que mis manos le ofrecía. Una de mis manos fueron a sus costados entre la hierba y ella, acariciando su cintura, la otra jugaba sobre sus muslos hasta sus pechos.

Sus piernas temblaban aún arqueadas, de entre estas surgía mi esencia. Sonreí antes de introducir dos de is dedos en ella, recogiendo parte de aquellos fluidos para contemplarlos. Sin duda era la prueba de aquel instante demencial.

-Deliciosos labios Gabrielle.-dije cerca de su pecaminosa boca, mordiéndola y sintiendo la necesidad de estrecharla más contra mí.-Vayamos al lago, allí si lo deseas podemos proseguir-murmuré antes de inclinar mi cabeza entre sus pechos, lamiéndolos como si fuera un dulce manjar.

Me incorporé tomándola de la mano para ayudarla a levantarse, y así poder llegar al agua. No estaba lejos, tan sólo a unos pocos pasos. Nuestros cuerpos termianron refrescándose y aceptando el frío del agua, en contraste con la noche que parecía no dejar de ser calurosa.

-Será más refrescante.-murmuré tomándola entre mis brazos, sintiendo mi cuerpo rozar el suyo mientras el agua nos abrazaba.

Dejé que se aproximara más a mí, así como que me rodeara. Era una mujer libre, como la naturaleza, y se enredaba a mí como la maleza de una enredadera entorno al tronco de un árbol.

-Así podemos sentir mejor la naturaleza y a ambos.-susurré antes de besar sus labios de forma lenta, degustándolos de nuevo como si fuera parte de ese fruto que no estaba destinado a mí, sino a otros.

Acaricié lentamente su cuerpo y sus cabellos. Me quedé clavado en sus ojos, como si tuvieran un magnetismo extraño. Mis labios son tardaron en fundirse con los suyos, saboreándolos de forma lenta y apetecible. Quería destruir las cadenas que parecían aún permanecer en su alma, las que su pasado aún la ataban impidiendo que fuera completamente libre.

-Libérate.-susurré.

Comencé a besarla de forma desesperada, mis manos se pegaron a sus caderas pero fueron deslizándose. Uno de mis brazos la pegaba a mí, mientras sus deliciosos pechos acariciaban mi torso, mi mano libre entraba entre sus piernas acariciando su clítoris.

-Libérate para que te haga mía esta noche.-lancé a su mente ese pensamiento, mientras no dejaba de apoderarme de su boca.

Ella se apartó de mí hundiéndose entre las aguas, quedando de rodillas en el fondo del lago. Su boca rodeó firmemente mi miembro y me hizo gemir. Ese tipo de actos imprevisibles me fascinaban.

Había vivido más de mil años pero jamás me habían hecho algo así. Podría jurar que era la primera vez que encontraba tanta pasión en una mujer. Una de mis manos quedó sobre su cabeza, mano que no tardó en enredarse entre sus cabellos mientras de mi boca comenzó a surgir gruñidos placenteros.

-Oh...-jadeé echando hacia atrás la cabeza para terminar sacándola del agua.

Hice que se girara, la tomé por los pechos y los apreté pellizcando sus pezones. Hice que inclinar su cuerpo para entrar en ella. Una posición algo incómoda para ella, pero deliciosamente perfecta para hacerla sentir mi miembro por completo.

-Sólo disfruta.-susurré antes de empezar a moverme acelerado desde la primera estocada, haciéndola sentir mía.-No pienses en nada, sólo goza.-dije apretando más sus pechos, atrapándola más hacia mí.

Deseaba escuchar sus gemidos, escucharla libre por completo de cualquier tipo de pudor. Quería que gritara como una cualquiera, de forma impúdica, pero a la vez que se sintiera una diosa. Yo mismo la canonizaría entre gemidos y embestidas, la subiría a los cielos entre azotes de mis manos en sus nalgas.

Sus gemidos eran gritos y su boca se abría. Notaba como se movían sus pechos botando sobre el agua que los hacía flotar. Mis manos iban de sus pezones a sus caderas, de sus caderas viajaban al resto del cuerpo.

Me elevé unos centímetros mientras me movía en ella, para guiarla hasta la orilla. Allí la arrojé a la húmeda tierra cercana al lago, entrando con un ritmo candente y profundo. Mis manos estaban aferradas a sus pechos, los estrujaba con desesperación notando sus deliciosos pezones. Su rostro estaba velado por el placer, estaba con su cabeza girada para que viera como disfrutaba.

Una de mis manos fueron a sus hombros, para después dejarla sobre la cruz de su espalda atrayéndola hacia mi. Mis movimientos aumentaban, así como mis gruñidos y resoplidos entre jadeos. Me incliné moviéndome en ella, hasta que me quedé parado para morder su oreja. La hice sentirme por completo en ella, como si acabara de empezar aquella locura.

-Olvídate incluso de tu nombre.-murmuré antes de salir elevando más su cadera y acariciar su interior con tres de mis dedos, estaba dilatada y muy húmeda. El placer la había corrompido, así como el deseo de tenerme.-Olvídate de todo.-movía mis dedos y al sacarlos lamí su vagina introduciendo mi lengua en su interior.

Quería postergar el venirme, igual que quería hacerla enloquecer y que sintiera el placer en oleadas. La quería doblegar por completo al sexo, a la naturaleza y al placer que todo esto generaba en mí. Así que mi lengua recorría lentamente su sexo buscando en ella la impaciencia y el placer.

Morí una de sus nalgas y lamí sus dos entradas, acariciándolas ambas, haciéndola sentir libre de cualquier atadura y a la vez anclada al sexo. Cuando entré en ella me movía lento, sólo por torturar más su deseo.

Sus gemidos no dejaban de salir, no le daba tiempo siquiera a poder terminar uno cuando empezaba el otro. Tomó una de mis manos guiándome hasta su clítoris. Se veía ebria de placer, completamente turbada y deseosa de mí. Pero aún tenía cordura suficiente para pedir por ella lo que deseaba. Yo quería que ni siquiera supiera donde estaba, que su mente se llenara de placer y nada más.

Opté por emplear uno de mis poderes, lanzar a su mente imágenes bastante descriptivas sobre todo lo que podía ofrecerle. Las posturas con las cuales la haría mía, el placer que sentiría y sus gemidos rebotando con cada imagen.

Salí de ella quedándome de pie, para caminar hasta quedar frente de su rostro. La alcé acariciando sus pechos, mostrándome imponente mientras los pellizcaba. Permití que se arrodillara e introduje mi miembro en su boca. Mis manos se aferraron a su cabello entrando y saliendo de entre sus labios. Sabía que se desesperaría por quererme en ella, pero antes debía hacerla rogar entre gemidos. Quería que llegara al límite de placer y se olvidara incluso de como encontrarlo.

-¿Puedes verlo? ¿Puedes sentirlo? Es la liberación del sexo-dije introduciéndome por completo en su boca, quedándome allí unos segundos. Acariciaba sus mejillas, sus cabellos y sus pechos, hasta que salí de ella y la arrojé a la arena para penetrarla con fuerza, cayendo sobre su cuerpo convulso.-¿Lo deseas?-decía entrando por completo para volver a salir, dándole de esta forma mayor necesidad.-¿Lo quieres? ¿Quieres el placer? ¿La liberación?-murmuré antes de apartarme de ella.

Me senté a su lado introduciendo mis dedos en su vagina, colándolos mientras estimulaba su clítoris. Quería que ella fuera una mujer, no por haber parido sino por haber sentido placer.

-Llámame maestro, porque eso voy a ser esta noche y las siguientes

Sin duda ella era mía. Se ofrecía a mí de la forma que yo deseaba. Pocas veces había mostrado el sexo como debía ser, con el placer máximo entre ambos cuerpos, con la locura que eso provocaba y por consiguiente la desesperación que entregaba por seguir con los grilletes que encadenan a la lujuria.

-Te liberaré entonces-dije tomándola entre mis brazos, pegándola a mi cuerpo mientras acariciaba cada centímetro de su piel.-Podría jurar que jamás sentiste un orgasmo real, mi pobre criatura-susurré sentándola sobre mí, provocándole su propia penetración al caer su cuerpo sobre mi miembro.-Ahora, sólo complace tus instintos-murmuré cerca de sus labios mientras mis manos seducían a sus caderas, las comenzaba a mover como si se balancearan.-Así... sigue mi voz

Lancé una melodía junto a mi voz a su cabeza, como si la hechizara en un fantástico sueño despierta. Haría que moviera sus caderas a la vez que la música. Y así lo hacía. Sus movimientos eran eróticos y delicados como si fuera una bailarina.

Sus gritos de placer hacían que me complaciera. Mi miembro plapitaba dentro de ella, los músculos de esta se contraían mostrándose de nuevo que se vendría llegando al climax. Mis manos acariciaban sus senos, sus caderas, y su vientre.

La atrapaba entre dementes cánticos mostrados con imágenes de un sueño erótico, tan tórrido como lo que vivíamos. Haría que la locura desconectara su cerebro y no lograra diferenciar realidad de ficción, que simplemente su húmeda vagina exprimiera mi miembro y me hiciera venirme y llenarla de mí.

Tiré su cuerpo al suelo, sin tener la más mínima decencia y pudor. Tomé sus manos mientras estiraba las mías agarrando mi cinturón. No estábamos lejos de nuestras ropas, por lo tanto era fácil de llegar allí. Até sus muñecas y agarré la correa alejando sus brazos de mí y de ella.

Cuando noté que ya iba a llegar a su orgasmo saqué mi miembro y lo dejé rozando su clítoris. Quería torturarla, evitar que el placer llegara tan fácil. Mi boca se pegaron su sus deliciosos pezones, los cuales succionaba palpando sus caderas.

-No.-murmuré en su oído-No hay liberación sin tortura-dije colando uno de mis dedos en su interior.-Son demasiados años para liberarte tan rápido-me metí en su mente turbándola aún más, regalándole placer con cada palabra, la canción se repetía una y otra vez, entre jadeos e imágenes que la hacían soñar despierta.-Dame placer Gabrielle, provoca que quiera venirme en ti... sin palabras... muévete como serpiente, retuerce tu cuerpo y prepárate

Tiré de la correa y de su cintura dejándola sobre mí, girándola para sentir su espalda pegada a mi torso. Sabía controlar el orgasmo de una mujer, podía cortarlo o prolongarlo. Yo tenía un dominio también excesivo de mi miembro, de como llaman lascivamente corridas... y no lo haría hasta que ella estuviera ciega por la pasión y como un animal buscara el aroma de mi simiente en ella, de mi piel en la suya, de mi sudor mezclado con el suyo.

Ya le había prohibido movimientos con mi correa, pronto lo haría paralizando sus pensamientos con aquellas imágenes. Cuando todo pasara, cuando llegara al orgasmo real, al gran momento, despertaría de nuevo y sería otra mujer, tal vez más lasciva, pero también más firme en sus convicciones y en sus deseos.

-Dime qué quieres sin palabras Gabrielle-murmuré mordiendo su cuello y su oreja.-Dímelo-acariciaba sus labios inferiores, los abría y cerraba, introducía mis dedos en su vagina y atrapaba como dos de mis dedos su clítoris estimulándolo.-Dime, Gabrielle qué quieres

Había logrado alguna vez que tuvieran varios orgasmos seguidos, quería saber si ella era capaz de llegar hasta ese punto. Si podía abrirse por completo y morir en mis brazos.

Palpé la entrada de sus nalgas con mis dedos mientras la estimulaba. Sonreí besando su cuello, doblegándola aún más a mis deseos. Coloqué una de mis manos en su pecho, la que acariciaba su clítoris, y la otra jugaba entre sus nalgas. Enviaba más imágenes a su mente, la torturaba con aquel sueño cargado de placer. Mostraba las nuevas técnicas sexuales, también las más clásicas que ahora se veían revolucionarias en occidente.

-Me pregunto si alguna vez te han deseado por completo-dos de mis dedos ahondaron entre sus nalgas y poco a poco estimulaba sus sentidos, todo lo que ella era realmente.-Cuando termine la noche sólo serás esclava a tus deseos, a tus necesidades, jamás a otra cosa que no sea lo que deseas... no más miedos Gabrielle.-murmuré en su oído antes de hacer entrar mi miembro entre sus nalgas.

Una de mis manos tiraba de la correa para que no se liberara, la otra estimulaba con deseo su clítoris, mi mente la revolucionaba aún más y mi miembro se ahondaba con un ritmo frenético en su trasero. La haría mía con todas las formas y con todos los medios.

-Quiero sentir lo que deseas Gabrielle, quiero verte temblar como un animal desesperado.

Dejé de estimularla para azotar sus nalgas, apretarlas entre mis dedos y finalmente regresar a su vagina. Introduje dos de mis dedos en ella, mientras con otro de ellos jugaban con su clítoris.

Sus gruñidos y la estrechez de sus nalgas eran prodigiosos, prodigios que me hacían desearla. La había estado haciendo mía poco a poco, ya lo era. Sólo tenía que sacar más su lado salvaje y aplacarlo a la vez. Llegué a salir de sus nalgas para acariciar su entrada, así como su vagina.

-Te estoy domando mientras que te libero-susurré en su oído.-Si ahora te suelto todo mi esfuerzo no servirá de nada, tendrás rápido lo que quieres y no pienso permitirlo-lamí su cuello y el lóbulo de su oreja mientras tiraba de su correa.-Ábrete bien, acéptame en ti, es el trayecto final

Entré de nuevo en su trasero y agarré sus nalgas dándole un ritmo acelerado, un ritmo que únicamente un vampiro podía otorgar. No era sobrehumano, pero sí era más elevado y continuo que el de cualquier mortal. Al parar nuevamente la giré y la besé acomodándome entre sus piernas, entrando en su vagina sin ningún miramiento para comenzar a moverme. Pero no se hallaba sólo mi miembro en ella sino dos de mis dedos, estaba tan dilatada que quería que volviera a sentirse ajustada, como si fuera una funda, para mí.

-Vas a llegar al orgasmo esta vez, no pienso quitártelo-dije tomándola del rostro con mi mano libre, para luego sonreír.

Quedaría agotada, lo sabía, y mansa ante cualquier caricia. Pero a la vez habría quitado temores y cualquier miedo a disfrutar como lo que era, una mujer. Su marido no lo había hecho por muchos hijos que la hiciera engendrar, lo podía leer en su mente.

-Llega mi hermosa ninfa, llega para mí.

Llegué junto a ella, me derramé en su interior y salí dejándola exhausta bajo mi cuerpo. Desaté sus manos y la abracé notando su respiración agitada. Sabía que jamás podría olvidar aquello y que me necesitaba más allá del sexo. Acepté su compañía como ella aceptó la mía.

En estos momentos la contemplo a oscuras en una habitación de hotel barato. El día está punto de llegar, ella hace varios minutos que duerme aferrada a mi cuerpo. Llevamos varios días juntos, todos parecen distintos al anterior y a la vez iguales. El sexo nos unió, pero también creo que el destino y nuestra amarga soledad. Sé que estoy empezando a amarla, eso me aterra... pero a la vez me causa cierta felicidad.

4 comentarios:

Lin Sekiei dijo...

owo Cuánta perversión junta!(≧ω≦) Sí que conseguiste hacerlo más erótico! (y eso que ya era difícil de por sí XD) Pero pese a todo no deja de tener ese toque poético, lo que lo convierte en una combinación perfecta
Genial la manera de describir cada escena!
Atsushi = ♥♥♥

Athenea dijo...

Cargado de sentimiento, pasión y fogosidad. La forma en que el protagonista consigue hacer que Gabrielle se libere es ardiente, erótica, salvaje...

El final, cuando él comienza a enamorarse de ella, me encanta.

ladesiempre dijo...

Me encanta el giro que de romántico a dominante que da el protagonista… Quien fuera Gabrielle … por un momento me he transportado, fantástico. Gracias por regalarnos estos momentos. :)

ladesiempre dijo...

Me encanta el giro que de romántico a dominante que da el protagonista… Quien fuera Gabrielle … por un momento me he transportado, fantástico. Gracias por regalarnos estos momentos. :)

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt