Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 25 de septiembre de 2011

Tears for you - Capítulo 5 - Reuniones de negocios (Parte IV)


Digamos que se puede congelar el tiempo en una fotografía y traernos a la vida personas que tristemente ya no estan. Kami, ex-batería de Malice Mizer, murió hace más de diez años. Para mí fue bastante triste conocer la banda y saber que hacía un par de años había muerto. Lamenté no poder tener más material suyo, no ver más entrevistas ni conocer nuevos proyectos, con esa o con cualquier banda. Su muerte fue en medio de un sueño, por eso en medio de un sueño de fantasía que es una novela... lo he resucitado para ser la imagen de Sho Yuuji.

Iré dejando aquí imágenes de los demás personajes para que puedan ir dándoles forma física, aunque todo es muy dado a imaginarse... no tiene porque ser así... puede que lo imaginen de una forma distinta.







Teníamos poco tiempo, una hora escasa, para estar en casa de Kamijo e iniciar la larga reunión. No podía detenerme a consolar con palabras vacías, lo mejor era mostrarle que estaba bien y que cualquier cosa que pudo escuchar, o ver, era parte de una pesadilla conjunta. Para hacerlo todo más real comencé a cantar en el coche canciones estúpidas y a jugar con dos bolígrafos como si fueran baquetas. Sin embargo, él no estaba convencido y le notaba tenso, preocupado y muy nervioso.

Faltaba poco para llegar y Kurou paró el vehículo en medio de una calle, no había demasiado tráfico por aquella zona residencial y a pesar de ello me sentí angustiado por los claxon de los otros coches. Detestaba el sonido del tráfico intenso, sobretodo por esos malditos pitidos. Para mí no existía sonido más desagradable en la vida moderna que un conductor apurado y sin modales.

Se quedó mirándome fijamente en medio de aquel infierno, y yo sólo pestañeé sin comprender. Sus ojos estaban fijos en mí y eso me puso levemente nervioso. Sentía que quería decirme algo, pero parecía que no encontraba las palabras adecuadas. Simplemente puse una mano sobre una de las suyas, aún colocadas sobre el volante, después sonreí y me mantuve a la espera.

-No sé como ayudarte.-dijo finalmente.-Yo quiero ayudarte y hacerte feliz, pero parece que no lo consigo.

-No es culpa tuya.-respondí antes de besar su mejilla.-Son cosas de mi pasado, sabes parte de él pero no todo.-me quedé en silencio unos breves segundos, él seguía mirándome de aquella forma tan intensa y yo empezaba a ponerme nervioso.-Por favor, no pidas que lo cuente.

Quedó poco convencido, sabía que intentaría investigar por su cuenta el porqué de mis lágrimas. Sin embargo, el ignoraba por completo que lo hacía por su bien. No quería hacerle daño, sabía que podía sentirse frustrado si sabía toda la verdad. Ocultaba parte de mi vida enterrándola bien lejos del maravilloso mundo que él me brindaba, al menos me sentía en un jardín en eterna primavera cuando estaba entre sus brazos. Si contaba mi pasado se volvería un desastre, me sentiría extraño a su lado y querría huir como siempre.

Cuando finalmente llegamos a los aparcamientos cercanos al hogar de mi hermano, el cual estaba frente a su magnífico y misterioso teatro, noté como Kurou me tomaba de la cintura. Jamás tenía ese tipo de gestos en público, supuse que tenía miedo por todo lo que ocurriría y todo lo que habíamos hablado minutos atrás. Por cosas como esas me había enamorado de él.

La vivienda de mi hermano era un enorme edificio victoriano. Había reformado varios edificios en la zona, decía que eran casas que tenían su propia alma, un espíritu mágico lleno de arte y esplendor que no dejaba indiferente. La enorme mansión poseía aquellos viejos llamadores con cara de león y unas argollas pesadas que estaban atrapadas por sus fieros colmillos. La puerta era de madera maciza y de aspecto imponente, no sólo por los llamadores. El edificio no era de ladrillo, sino de piedra, y poseía varios balcones inundados con flores que solían germinar todo el año, dependiendo de la época poseía unas u otras.

-Este lugar me hace sentir pequeño.-susurró pulsando el timbre.

-Sólo compórtate.-respondí con cierta rudeza, sin embargo terminé besando su mejilla antes que abrieran la puerta.

La puerta cedió con un leve crujido, tras ella apareció una mujer del servicio. Sus cabellos canos estaban bien recogidos en una aseada coleta. Sus ojos grises, como su cabellos, eran enormes y con un brillo especial. A pesar de las arrugas de su rostro se veía preciosa. Una de esas bellezas que a pese al tiempo trascurrido sobre ellas siempre tienen magia. Su sonrisa dulce me hizo sentirme como en casa. Kamijo siempre tuvo buen gusto contratando al servicio doméstico, salvo por aquella engreída.

-El señor Yuuji los está esperando.-su voz era cálida, como al de una madre, y eso hizo que sonriera de forma involuntaria.-Pasen y esperen en el salón con los demás.

-Muchas gracias.-dije tomando de la mano a Kurou para tirar de él.

Al entrar las impresionantes obras de arte de Kamijo aparecieron decorando los altos muros. Aquel hall era como una sala de museo. Había algunas esculturas griegas a ambos lados de la sala, un cuadro inmenso de una virgen cuyo nombre desconozco y tan realista que me impactó.

Caminamos sobre aquel cuidado suelo de madera hasta el salón. Allí se encontraba Mario Fiorelli, su mano derecha Brandon Bianchi, mi adorable Spider dormido sobre su hermano Sho, los chicos Nânjo y los Sakurai conversando con Uchida. Al fondo, tocando el piano de Kamijo, estaba Christian Gibbs que parecía estar envuelto en una sutil nube de melancolía.

Mario Fiorelli era uno de los hombres más importantes en la mafia italiana. Su poder era inmenso, sobretodo ahora que su padre Carlo Fiorelli había sido asesinado por Dorian Lambert. Carlo era un hombre de aspecto frío, pero siempre podías escuchar sus risotadas mientras contaba uno de sus habituales chistes. Mario no era italiano, sólo en parte, sus profundos ojos graciales recordaban a su madre, procedente de Finlandia, así como su aparente seriedad.

Los largos cabellos negros de Mario parecían indomables, por mucho que él intentara tener un aspecto pulcro con aquel traje tan caro. Hasta hacía unos meses su aspecto era más parecido al de una estrella del rock que a un mafioso. Echaba en falta aquella chupa de cuero, sus botas algo sucias y sus gafas de sol. A su lado estaba Brandon calándonos con sus enormes ojos aguamarina. Tenía una piel algo más tostada que Mario y una melena más impresionante. Él no dejaba que el cambio en los planes de su gran amigo, su único amigo, y la muerte de su padre le afectaran. Seguía vistiendo como un adolescente que quiere amar al rock hasta el día de su muerte.

“En las oscuras mañanas de la noche fúnebre
puede escucharse el lamento de una guitarra.
Allá en lo lejos, el cuervo canta una balada,
y la urraca siente la gloriosa y musical fiebre.
Rock, música para románticos de la fiesta nortuna.
Rock, para alimañas que se ocultan entre brumas.
Los chicos perdidos, Lost Boys...”

Spider, mi dulce Spider, parecía ajeno al dolor que se concentraba en su vida. Hacía unos meses era un adolescente que iba camino a la juventud con una felicidad prácticamente plena, pero todo se truncó por la muerte de su amante. Sus cabellos rosas daban un punto de color a su vida tan oscura. Las manos de Sho se enredaban en sus mechones cuando lo acariciaba con ternura. Su escasa altura y su rostro dulce le daba la apariencia de un niño pequeño, aunque a veces parecía un pequeño demonio al ser tan enérgico.

“Quiero ser Peter Pan,
porque soy un niño perdido.
He olvidado mis canicas,
así como mis dulces en tus bolsillos.
Quiero vivir en un cuento de hadas,
porque así lo he decidido.”

Mi sobrino Sho, tan parecido a mí como diferente. Sus largos cabellos pintados con el color del fuego era lo único que parecía estar vivo en él, sus ojos estaban apagados a pesar que su leve sonrisa se enmarcaba en su rostro. El muchacho que yo conocí se había desvanecido, si bien para mí seguía siendo aquel hermoso ángel que un día deseó ser mariposa y sintió la tortura de salir de la crisálida. Me dije a mí mismo que un día encontraría la felicidad, al igual que yo con Kurou.

“ Poemas nocturnos al borde del delirio,
seducidos por versos en prosa.
Me siento luciérnaga atrapada en un frasco,
mi luz se apaga y mis alas se cansan.
Soy una mariposa que nació en invierno,
que quiso ver las nieves y estas la dejaron ciega.
Todo lo di por sentir tu calor, el calor de tu cuerpo.
Y tú sólo deseabas el calor de mis piernas.
El precio del amor y poemas ahogados en alcohol.”

Hizaki Sakurai y su padre Atsushi no eran tan distintos, sin embargo el aura del mayor era más oscura y densa. La sonrisa de gato del señor Sakurai era como la del gato del País de las Maravillas, sabes bien cuando alguien oculta algo tras una sonrisa tan exagerada. Él ocultaba dolor, tragos amargos a grandes cantidades, y el desprecio que le tenía a sus amantes, salvo en contadas ocasiones. Un hombre que vivía constantemente entre el cielo y el infierno. Para mí, y para muchos, un demonio gato. Ambos vestían un impecable traje negro hecho a medida, con camisas parecidas y el mismo corte de cabello.

“El arte por el arte, nada más.
Que el pianista de aquel cuadro se aparezca,
necesito escuchar mejor las notas que interpreta.
El arte por el arte, es el legado del bohemio.
Vino, rosas y demencia.
Amantes que jamás ocuparan tu ausencia.
Y sí, ya pueden oírse mejor el piano...
¿No escuchas como toca? Es la locura en Do menor.”

Yuki Nânjo discutía con su padre, Hiroshi Nânjo, sobre un tema que no alcanzaba a saber cual era. Ambos, como los Sakurai, se parecían demasiado. Dos amantes del rock, el tabaco, las motos, el sexo y el alcohol en grandes cantidades. Yuki, sin embargo, había dejado de beber pero los demás vicios, sanos o no, seguían con él. Sus ropas de cuero, cadenas, botas desgastadas y anillos contrastaban con el decorado exquisitamente con obras de arte, algunas de las cuales eran pinturas que representaban la vida de Kamijo y sus grandes pasiones. Ellos, como Brandon, daban la nota extraña.

“Caminaremos entre las calles del diablo,
para ascender al cielo del sabor de tus labios.
Caminaremos para que el alma no se pudra,
ventilemos nuestros recuerdos con un poco de vodka.
¿Tienes fuego? Es para encender mis lágrimas”

Soma Uchida, una de las últimas incorporaciones en la familia, había entrado por ser amante de un viejo amigo. Ahora detestaba a esa persona, sin embargo Soma simplemente ignoraba que existió e intentaba hacer su vida lejos de su recuerdo. Un hombre increíble, con una voz y un talento natural para encandilar a cualquiera que se pusiera frente a él. Su sonrisa de niño, sus gestos amables y su gran capacidad para hablar de cualquier tema le hacían ser un orador excepcional. Era presentador en la televisión nacional, la cual tenía sede en la ciudad. Llevaba un programa de música y otro de noticias sobre cine, música y cualquier acto cultural. En esos momentos rogaba a Hizaki que participara en uno de sus tertulias.

“Si yo te dijera todo lo que sé,
si yo lo hiciera, perderías la fe.
Si yo te contara que hablé con él,
que tuve una charla en los infiernos...
y que tú fuiste nuestro tema más tierno...
No me creerías. No, no me creerías y lo sé bien.
Por eso deja que sonría y aparente la inocencia,
esa que siempre evocas cuando hablas de mí.”

Gibbs tocaba una pieza amarga, pero con una fuerza increíble. El cigarro de vainilla parecía que no se despegaba de sus labios. Sus cabellos eran rebeldes, caían sobre su frente, mientras que su barba de varios días le daban un aspecto cercano al estilismo que tanto furor hacía últimamente. Llevaba unos vaqueros simples, una camisa aún más simple y unas pulseras de cuero. Quien había sido agente de policía, para después ser investigador privado, había quedado atrapado en este turbio ambiente convertido en una de las marionetas de Kamijo. Era actor en el teatro que llevaba mi hermano. Un hombre con un talento desconocido, puesto que era capaz de modelarse a sí mismo para dar lo mejor y sin esfuerzo alguno.

“Naciste del humo de mi cigarro,
del sabor a whisky barato,
y de aquella música extraña de mi corazón.
Naciste de un poema que no quise leer,
te hiciste presente y me cargaste de melancolía.
Y ahora no me quieres ni ver...
Ahora que se cumplió la profecía.”

-Buenas tardes.-dije aferrado al brazo de Kurou.

-My darling, no me encuentro bien.-murmuró suspirando pesado.

-¿Ya vas a empezar?-preguntó Sho.-Te he escuchado.-clavo sus enormes ojos café en él y rió bajo.-Kamijo no te va a comer, tampoco te quitará a mi tío. Eres adorable, aunque seas posesivo.

Mi esposo se sonrojó y agachó la mirada, para acto seguido alzar su rostro más serio. Quería aparentar siempre lo que no era, pero las mentiras tienen las patas muy cortas y siempre se acaban conociendo al tropezar rápidamente. Por eso mi esposo no podía mantener su máscara mucho tiempo delante de mi familia, ellos eran personas que me apreciaban y también amigos que iban haciéndose cada vez más cercanos.

-Se ve delicado.-escuché decir al señor Sakurai.-¿Está bien?

-Sí, muy bien.-respondí con una falsa sonrisa de tranquilidad, aunque aún en mi interior bullían esas imágenes tan desagradables.

1 comentario:

Athenea dijo...

Jajaja, Sho ha calado a Kurou. Pobret, no quiere ver a Kamijo... Me ha gustado la forma de enunciar a los personajes, primero los describes, y luego pones un poema que habla sobre su forma de ser. Buena parte. ¡Un beso!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt