Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 24 de enero de 2013

Un imperioso deseo


Sé que muchos conocéis la reticencias de Anne Rice ante el fanfic, sin embargo a veces deseo escribir sobre estos increíbles personajes. Esto está basado en una historia conjunta desarrollada por rol con mi actual Louis. Llevo un rol como Lestat en una página y se nos ocurrió esta idea. Reconozco que fue Louis quien inició todo con su deseo de ser "mamá" y yo simplemente seguí su locura. He decidido plasmarla en un texto porque creo que es divertida, tierna, y quizás algo traumática. 

Dedicado a mi Louis de rol.
A todos aquellos que me han seguido y me están siguiendo.
A esos buenos amigos que tengo y que cada vez crecen más.


Un imperioso deseo






Hacía más de cinco semanas que Louis estaba mostrándose especialmente sensible ante cualquier artículo sobre educación infantil, nuestras fórmulas para procrear, y adopciones homosexuales en los distintos continentes y las leyes que las acogían. Observaba en silencio como se movía minuciosamente de un lado a otro con revistas, libros, papeles impresos y también algunos recortes del periódico de la tarde. Sus ojos verdes leían con afán cualquier posibilidad que pudiésemos tener, una pareja de hombres, para tener un niño a nuestro cargo.

-¿Ahora vuelves a tener el reloj biológico despierto? No seas absurdo Louis, somos vampiros y no podemos reproducirnos por los cauces habituales – dije tras horas de mutismo.

-Lestat, he pensado en la adopción pero necesito que sea nuestro – susurró con las mejillas algo sonrojadas -. Mon cour, ¿has pensado en un pequeño con nuestros genes gestado por una mujer de alquiler? Se pueden cambiar genéticamente el óvulo y el esperma. Sé que es algo caro, pero sin duda sería el mejor regalo que podrías ofrecerme.

-Si lo deseas puedo hablar con Rowan, ella podría estar de acuerdo y su familia posee el hospital Mayfair -respondí sin mover ni un músculo hacia él, y por supuesto con total naturalidad.

-¿Ella?-preguntó con la voz tomada por la sorpresa y el desagrado, aunque lo suavizó con una leve sonrisa -. Claro amor, una de tus amantes será lo indicado.

Aquellas esferas tenían un color distinto, como si hubiesen palidecido en breves segundos. Una lágrima parecía avisar que sería derramada sobre su blanquecina piel de mármol. Se abrazó a sí mismo quedando a unos pasos de mí con el rostro congestionado por el dolor. Su camisa blanca estaba entreabierta mostrando como su pecho subía y bajaba alterándose, aunque intentaba en vano sosegarse y olvidar el nombre de la bruja que me había cautivado años atrás.

-No, mejor no – dije con una leve sonrisa -. Adoptemos, puedo conseguir cualquier criatura para ti.

-¡No!-gritó abriendo los brazos acercándose a mí para tomarme por los míos -. Lestat, mon cour, necesito que sea nuestro. Quiero que sea de los dos, necesito que sea un bebé engendrado por nuestros genes.

-Puedo darle el Don Oscuro cuando crezca y así sea de ambos -. Al tiempo que yo decía aquello él negaba-. Debe ser de ambos desde el principio, eso quieres.

-Eso es imposible...

Ni siquiera me dejó terminar la frase cuando se marchó de la habitación dejando tras de sí un sonoro portazo. Las vigas reprodujeron el eco, así como la pared y el suelo de madera, llegando hasta el cristal de la ventana que respondió con un ligero zumbido. Las cortinas se agitaron por el aire que agitó Louis y algunas hojas se cayeron del escritorio.

Me incorporé del sillón estilo Louis XV que poseíamos en la biblioteca y me aproximé a la chimenea. El fuego se había apagado debido a la intensa corriente de aire que él dejó tras sus acelerados pasos. Bajé los párpados apoyando mis brazos en el borde de la chimenea. Mi mente evocó los días cuando Claudia era realmente una niña, más allá de su figura bajita y sus mejillas sonrosadas.

-Louis, eso es imposible porque si muere sufrirás y ya te perdí una vez – dije llenando el silencio de la habitación.

Quedé allí mirando el fuego, sintiéndolo también, mientras las ascuas se avivaban mientras hundía el atizador entre estas. Recordé como quedó carbonizado su cuerpo y el dolor que sentí, así como el miedo de ofrecerle la vida cuando él no lo deseara. Cometí un pecado al crear a Claudia, pero no me arrepentía cuando recordaba aquellas décadas acariciando sus bucles dorados y presentándola como mi hija ante todos.

-No eres el único que la amaba- mascullé dejando que un par de lágrimas sanguinolentas surcaran mi rostro.

Aquella noche Louis no regresó y no fui a buscarlo, necesitaba poner en orden sus pensamientos y prioridades. Si todo salía mal podía acabar lamentándose. Querer un hijo en estos momentos era algo absurdo, ambos ya habíamos sufrido la pérdida de una hija y pretender llenar su vacía con un nuevo retoño no era más que una absurda necesidad que no podíamos cubrir.

Noches más tarde se presentó en mi habitación, cuando aún jugueteaba con Mojo arrojando una pelota recostado en la cama. Mis cabellos estaban revueltos y esparcidos por las mullidas almohadas recubiertas de satén en tono burdeos, mi cuerpo estaba desnudo bajo un par de sábanas, del mismo tono y tela junto a un edredón de plumas bastante cálido, y las cortinas del dosel estaban mal recogidas en las cuatro columnas de maderas acabadas en flor de lis.

-Lestat, necesito saber si vas a querer un hijo conmigo sí o no – estaba completamente empapado y algunos mechones caían sobre su rostro perlado de una seriedad extraña incluso para él. Las ropas parecían varias tallas más grandes de lo habitual y llevaba una gabardina gris, muy vieja y muy sucia, que jamás le había visto y juraba que alguna vez perteneció a David.

Me incorporé en la cama sintiendo como Mojo se subía a mi lado lamiendo mi rostro incrédulo. Parpadeé unos segundos para poder responder mientras un relámpago se hacía notar en la habitación. Todo se iluminó de una luz azulina y a lo lejos se escuchó como la tormenta se iniciaba aún más intensa que la llovizna suave de hasta hacía unas horas.

-Lestat, necesito una respuesta inmediata – dijo frunciendo el ceño con sus ojos de vivos tonos verdes entrecerrados intentando imaginar mi respuesta, de todas las posibles que podía darle, escrutando mi reacción llena de asombro.

-Claro, si es lo que deseas puedo darte un hijo – pensaba en la adopción, aunque no sabía como ocultar qué éramos sin que el pequeño fuese tomado por loco.

-Tuyo y mío, sólo tuyo y mío – susurró tragando saliva -. ¡Ven aquí! -me ordenó sin previo aviso -. ¡Te dije que vengas Lestat!

Me levanté pesadamente de la cama y dejé que mis pies tocaran el suelo de madera. La habitación se sentía cálida gracias a la calefacción centralizada, si bien prefería el buen fuego alimentado por la leña. Mojo se marchó de la habitación dejándonos a solas como si supiera, por instinto animal, que iba a suceder algo extraordinario y únicamente nosotros debíamos ser testigos.

-Si deseas puedo hablar con alguna mujer, cualquiera estaría dispuesta a ofrecerse por un buen puñado de dólares – él negó a mis palabras y yo fruncí el ceño – No pienso crear a un bebé vampírico, Louis. Estoy loco pero no llego a esos extremos.

-No – murmuró abrazándome mientras temblaba – He pedido ayuda a David y sus conocimientos de brujería, así como a varios brujos de su círculo más directo -. No comprendía porque tuvo que recurrir a él, era una cosa de ambos.

-No comprendo porque hablas de él, ¿qué tiene que ver él con tener un hijo?- pregunté apartándolo y sosteniéndolo por sus brazos, los cuales parecían más finos.

-Quita mi ropa, no soy capaz de ver mi cuerpo ahora – balbuceó -. Lestat, cuando quites mi ropa lo comprenderás.

Me intrigaba que estuviese tan exigente y trémulo, cosa que no sucedía muy seguido y podía jurar que hacía siglos que no veía ese ímpetu en él. Desabroché su gabardina deslizándola hacia el suelo. Unos pequeños bultos asomaron bajo su camisa, la cual al ser desprendida me hicieron quedar aún más atónito.

Louis tenía unos hombros más estrechos y las clavículas mucho más marcadas, de su torso liso y firme habían surgido unos pechos de mediano tamaño y pezones sonrosados, mientras que su cadera se había acentuado y su vientre era aún más plano. Poseía la figura de una mujer. Rápidamente mis manos apartaron los mechones húmedos de su rostro y comprobé que su cara también estaba cambiando. Lentamente sus facciones dejaban de ser angulosas, y muy masculinas, para dejar otras suaves, delicadas, y femeninas. Sus pómulos estaban mucho más marcados y su mandíbula era algo más picuda. Si bien, lo único que no cambiaba eran sus labios, nariz, y ojos. Aunque los últimos, sus hermosos ojos verdes, parecían más poblados de pestañas.

-David dijo que podía hacer este milagro por unas horas, ayudado por grandes hechiceros que dominan artes muy oscuras. Ha sido una ayuda de un viejo amigo que quiere resarcirse por el daño que nos hizo su imprudencia de antaño. Al menos, él se siente imprudente – su voz estaba cambiando también, tenía el mismo tono pero mucho más delicado y seductor.

No dije nada y preferí que mis acciones fueran las que hablaran por mí. Mis manos fueron a su cinturón y nada más soltarlo cayeron sus pantalones. Bajo su ropa interior había un sexo de hembra con una pequeña mata de pelo negra. Sus muslos eran algo cálidos por lo que pude comprobar, pues nada más tenerlos libre de cualquier trozo de tela, los tenté. Del mismo modo que tenté sus muslos lo hice con sus labios inferiores y su monte de venus.

-¿Me darás un hijo?- su voz se escuchó rota por el miedo y el sufrimiento -. Habla Lestat, por favor.

Coloqué mis manos en su rostro deslizando mis dedos por sus suaves facciones de mujer, toqué sus labios gruesos y apoyé el pulgar de la mano derecha en el mentón, para luego dirigirlo por el cuello hasta donde hacía unas horas estaba su bocado de Adán.

-Lestat...

En movimientos sobrehumanos despejé todo su cuerpo de cualquier trozo de tela, o cualquier material, permitiendo que viese sus pies más pequeños y finos, sus rodillas perfectas, las piernas largas de muslos algo gruesos y cálidos, su monte de venus y aquellos pezones duros que se movían junto a sus pechos a causa de la respiración agitada de Louis. No necesitábamos respirar, lo hacíamos por pura inercia y él, aún después de beber mi sangre, seguía siendo el más humano de todos.

-¿Tanto deseas un hijo que recurres a la magia? ¿Qué has vendido a cambio de esto?-pregunté receloso.

-Nada, David ha sido quien ha pagado una alta suma de dinero por darme este regalo para compartirlo contigo – respondió con los ojos cubiertos por lágrimas de sangre.

-Mon dieu! No llores Louis, no llores – ver llorar a Louis ahora era más insoportable.

-¿Me darás ese hijo?- preguntó abrazándome para ocultar su rostro contra mi torso.

-Oui.

Arrojé de improvisto su cuerpo al suelo entre las ropas húmedas y una alfombra de seda traída especialmente de un telar turco, que aún conservaba la tradición de hacerlas a mano y me pareció muy llamativa con sus dibujos y la forma de su trenzado. Allí en medio de la penumbra abrí sus piernas mientras besaba su rostro con algunos besos tiernos y llenos de deseo.

-¿Eres virgen?- al preguntar aquello su rubor se incrementó y sus ojos se echaron hacia uno de los rincones de la habitación -. ¡Oh! ¡Oh! -exclamé bajándome apurado hasta sus piernas y al abrir sus labios para introducir en estos mi dedo corazón.

Noté su himen esperando ser rasgado y sonreí de forma pervertida. No podía creer mi suerte, no sólo se había convertido en una fémina sino que era virgen. Las vírgenes siempre me habían tentado y me hacían sentirme afortunado de ser hombre para ver el placentero momento en el cual empezaban a tener placer y dejaban a un lado el dolor.

Abrí mejor su vagina inclinándome sobre su cuerpo pasando mi lengua por mis labios. Necesitaba saborear los fluidos de Louis, ya empezaba a sentirla mojada sólo con el examen que le había hecho. Sus ojos se habían quedado fijos en mi figura, más concretamente en mi miembro que comenzaba a estar erecto y dispuesto para ella.

Mi lengua se posó sobre su clítoris y mis ojos se cerraron perdiéndome en aquel placer. Los gemidos de Louis no tardaron en aparecer cada vez más altos y agudos. Sus finas y suaves manos se acomodaron sobre mi cabeza y entre mis cabellos, notando así como sus dedos se enredaban entre mis mechones y tiraba de ellos. La punta de mi lengua jugueteaba rápidamente sobre el clitoris, después dejaba lenguetazos lentos entre sus labios y dentro de su orificio vaginal, para acabar succionándolo. Mis manos estaban sobre sus caderas y contra sus muslos porque sentía como cerraba sus piernas dejándome entre ellas.

De improviso para ella, porque era un ella lo que tenía a mi merced, hundí mi dedo corazón e índice para ensanchar su cavidad. Mis ojos se abrieron entonces viendo su rostro cubierto por una platina de placer. Sus pupilas centelleaban mostrándose completamente fascinada por mis caricias. Soltó un grito entre dolor y placer antes de morder sus labios de forma sensual.

-Necesito que sucumbas a mis pecados – murmuré incorporándome sin dejar de estimularla con mis dedos -. Te amo, por mucho que te hiera de forma constante y cruel. Lo importante es que te quiero – besé su frente y coloqué mi glande dentro de ella.

Se había incorporado levemente y por ello la recosté sobre las ropas húmedas. Sus cabellos estaban ahora perlados por sudor sanguinolento y lágrimas de placer, además del agua que había caído sobre ella, dándole un aspecto erótico. Dejé sus manos sobre mis hombros tras dejar sendos besos en sus dedos.

-Yo también – logró balbucear entre sollozos antes de soltar un hondo grito al sentir como la invadía.

Una vez dentro sentí la presión de los músculos de su vagina contrayéndose, la humedad, y la calidez de sus nuevos órganos sexuales. Jadeé entrecerrando los ojos mientras ella me besaba el rostro. Me abrazó tirando de mí sobre ella, de una forma tierna e indescriptible que sólo podía hacer Louis, y mis caderas comenzaron a moverse justo al notar que sus muslos me rodeaban del mismo modo que sus brazos. Tuve un estremecimiento mientras cerraba los ojos hundiendo mi rostro en su cuello.

Mis labios recorrían su piel suave y sensible justo antes de pasar mis colmillos por esta, deslizándolos en un camino de extrañas caricias hasta sus clavículas y de allí a sus pezones. Lamí ambos pechos antes de terminar apretando uno de estos entre mis labios, mis colmillos perforaron su el contorno de uno de sus pezones y comencé a beber de ella. Sus gemidos se hicieron más elevados del mismo modo que mis estocadas. Tan sólo bebí unas gotas manchando mis dientes y dejando un sabor metálico, y delicioso, en mis labios.

-¡Lestat! Plus, mon cour! Plus! Plus!-gritó arañando mi espalda desde la cruz hasta mis omóplatos, allí dejó enganchadas sus garras tirando de la piel y de los músculos.

No sabía si aquello era un sueño, o la más descabellada realidad, pero aún así lo gozaba sintiendo los poros de mi piel expulsar el sudor sanguinolento debido al esfuerzo. Ambos estábamos sudados y manchábamos la cara alfombra, así como sus viejas ropas, sin importar nada. Mi nombre se alzaba en desgarrados gemidos mientras que ella me pegaba a su cuerpo cálido, tan encendido como el mío, gracias seguramente a toda la sangre que había bebido en su regreso hasta mí.

Llegó a un orgasmo delicioso apretándome en su estrecha vagina y yo no dudé en secundar aquella locura. Mis ojos no se cerraron y pude ver como ella arqueaba su espalda hacia atrás, me retenía entre sus brazos, y apretaba sus muslos con deseo de sentirme muy dentro. Mi esperma llenó su cálido conducto y la hizo temblequear mientras caía algo agotada y, muy posiblemente, mareada.

-¿Cuánto tiempo estarás así? - me aventuré a preguntar sin salir aún de ella, disfrutando de ese momento. Tenía la voz ronca y jadeosa cuando necesité saber si ese milagro se prolongaría en el tiempo o no.

-Si no quedo en estado ésta noche volveré a ser hombre, de no ser así quedaré al menos de este modo durante la gestación y algunos meses en los cuales le ofrezca el pecho a nuestro hijo -quiso incorporarse, pero a penas podía.

Sonreí saliendo de ella para girarla bajo mi cuerpo besando su espalda, acariciando sus costados, contemplándola algo agotada y hundiendo mis dedos en su orificio. Volvía a ser tan estrecha y tan virgen como momentos atrás. Reí bajo besando la cruz de su espalda y sus hombros porque no creía la suerte que tenía.

Esa misma noche consumamos el acto en dos ocasiones más, todas ellas encima de la maltrecha alfombra. Después, con sumo cuidado, llevé su cuerpo hasta mi lecho revuelto. Las prostitutas podían esperar unos días, incluso mis aventuras corriendo tras apetecibles humanos, y por supuesto las casi eternas conversaciones con algunos de mis compañeros. Lo único que me importaba era estar a su lado.

La mañana apareció pronto y nuestros cuerpos se quedaron arrojados sobre la cama, arropados por las mantas y ocultos tras la tela del dosel. Eran cortinas pesadas a pesar de la tela con la cual fueron hechas. Al despertar en las primeras horas nocturnas la vi junto a mí, con sus pechos algo más grandes y un cuerpo completamente femenino. Había ocurrido, por mucho que me pareciese una locura sucedió. Louis se convirtió en Louise durante meses y tuvo que aprender a comportarse como una mujer, aunque no requirió demasiado esfuerzo. Su dramatismo aumentó, sus celos eran intratables, y las escenas por mis aventuras eran terribles, sin embargo cuando parió a Leilo todo mereció la pena.

-¿Qué es?- preguntó Armand que ayudó a asistir al parto junto a Marius.

Quinn estaba desplomado en el suelo y Mona lo agitaba cual maraca. En un lado de la habitación Daniel construía una pequeña casa similar a la mansión y David mantenía una charla intensa consigo mismo. Yo sin embargo tenía aquella criatura en mis brazos cubierta de sangre y completamente humana. Louis estaba desplomado en la cama sudoroso y cansado deseando ver a su hijo.

-Un chico, como os dije – sonreí de forma canalla - ¡Ya tengo ganas que tengas dieciocho años y vayamos a burdeles juntos! -grité alzándolo para que lo viera Marius que me miró de forma aviesa.

-¡Lestat no vas a ir a ningún burdel y menos con nuestro pequeño!-gritó Louis con las escasas fuerzas que tenía.

Puedo jurar que ésta aventura es tan cierta como las restantes; sin embargo, la mantuvimos oculta porque puede llegar a ser extremadamente escalofriante para algunos... bueno ¿quién nos iba a creer?  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt