Sé que muchos conocéis la reticencias de Anne Rice ante el fanfic, sin embargo a veces deseo escribir sobre estos increíbles personajes. Esto está basado en una historia conjunta desarrollada por rol con mi actual Louis. Llevo un rol como Lestat en una página y se nos ocurrió esta idea. Reconozco que fue Louis quien inició todo con su deseo de ser "mamá" y yo simplemente seguí su locura. He decidido plasmarla en un texto porque creo que es divertida, tierna, y quizás algo traumática.
Dedicado a mi Louis de rol.
A todos aquellos que me han seguido y me están siguiendo.
A esos buenos amigos que tengo y que cada vez crecen más.
Un imperioso deseo
Hacía más de cinco semanas que Louis
estaba mostrándose especialmente sensible ante cualquier artículo
sobre educación infantil, nuestras fórmulas para procrear, y
adopciones homosexuales en los distintos continentes y las leyes que
las acogían. Observaba en silencio como se movía minuciosamente de
un lado a otro con revistas, libros, papeles impresos y también
algunos recortes del periódico de la tarde. Sus ojos verdes leían
con afán cualquier posibilidad que pudiésemos tener, una pareja de
hombres, para tener un niño a nuestro cargo.
-¿Ahora vuelves a tener el reloj
biológico despierto? No seas absurdo Louis, somos vampiros y no
podemos reproducirnos por los cauces habituales – dije tras horas
de mutismo.
-Lestat, he pensado en la adopción
pero necesito que sea nuestro – susurró con las mejillas algo
sonrojadas -. Mon cour, ¿has pensado en un pequeño con nuestros
genes gestado por una mujer de alquiler? Se pueden cambiar
genéticamente el óvulo y el esperma. Sé que es algo caro, pero sin
duda sería el mejor regalo que podrías ofrecerme.
-Si lo deseas puedo hablar con Rowan,
ella podría estar de acuerdo y su familia posee el hospital Mayfair
-respondí sin mover ni un músculo hacia él, y por supuesto con
total naturalidad.
-¿Ella?-preguntó con la voz tomada
por la sorpresa y el desagrado, aunque lo suavizó con una leve
sonrisa -. Claro amor, una de tus amantes será lo indicado.
Aquellas esferas tenían un color
distinto, como si hubiesen palidecido en breves segundos. Una lágrima
parecía avisar que sería derramada sobre su blanquecina piel de
mármol. Se abrazó a sí mismo quedando a unos pasos de mí con el
rostro congestionado por el dolor. Su camisa blanca estaba
entreabierta mostrando como su pecho subía y bajaba alterándose,
aunque intentaba en vano sosegarse y olvidar el nombre de la bruja
que me había cautivado años atrás.
-No, mejor no – dije con una leve
sonrisa -. Adoptemos, puedo conseguir cualquier criatura para ti.
-¡No!-gritó abriendo los brazos
acercándose a mí para tomarme por los míos -. Lestat, mon cour,
necesito que sea nuestro. Quiero que sea de los dos, necesito que sea
un bebé engendrado por nuestros genes.
-Puedo darle el Don Oscuro cuando
crezca y así sea de ambos -. Al tiempo que yo decía aquello él
negaba-. Debe ser de ambos desde el principio, eso quieres.
-Eso es imposible...
Ni siquiera me dejó terminar la frase
cuando se marchó de la habitación dejando tras de sí un sonoro
portazo. Las vigas reprodujeron el eco, así como la pared y el suelo
de madera, llegando hasta el cristal de la ventana que respondió con
un ligero zumbido. Las cortinas se agitaron por el aire que agitó
Louis y algunas hojas se cayeron del escritorio.
Me incorporé del sillón estilo Louis
XV que poseíamos en la biblioteca y me aproximé a la chimenea. El
fuego se había apagado debido a la intensa corriente de aire que él
dejó tras sus acelerados pasos. Bajé los párpados apoyando mis
brazos en el borde de la chimenea. Mi mente evocó los días cuando
Claudia era realmente una niña, más allá de su figura bajita y sus
mejillas sonrosadas.
-Louis, eso es imposible porque si
muere sufrirás y ya te perdí una vez – dije llenando el silencio
de la habitación.
Quedé allí mirando el fuego,
sintiéndolo también, mientras las ascuas se avivaban mientras
hundía el atizador entre estas. Recordé como quedó carbonizado su
cuerpo y el dolor que sentí, así como el miedo de ofrecerle la vida
cuando él no lo deseara. Cometí un pecado al crear a Claudia, pero
no me arrepentía cuando recordaba aquellas décadas acariciando sus
bucles dorados y presentándola como mi hija ante todos.
-No eres el único que la amaba-
mascullé dejando que un par de lágrimas sanguinolentas surcaran mi
rostro.
Aquella noche Louis no regresó y no
fui a buscarlo, necesitaba poner en orden sus pensamientos y
prioridades. Si todo salía mal podía acabar lamentándose. Querer
un hijo en estos momentos era algo absurdo, ambos ya habíamos
sufrido la pérdida de una hija y pretender llenar su vacía con un
nuevo retoño no era más que una absurda necesidad que no podíamos
cubrir.
Noches más tarde se presentó en mi
habitación, cuando aún jugueteaba con Mojo arrojando una pelota
recostado en la cama. Mis cabellos estaban revueltos y esparcidos por
las mullidas almohadas recubiertas de satén en tono burdeos, mi
cuerpo estaba desnudo bajo un par de sábanas, del mismo tono y tela
junto a un edredón de plumas bastante cálido, y las cortinas del
dosel estaban mal recogidas en las cuatro columnas de maderas
acabadas en flor de lis.
-Lestat, necesito saber si vas a querer
un hijo conmigo sí o no – estaba completamente empapado y algunos
mechones caían sobre su rostro perlado de una seriedad extraña
incluso para él. Las ropas parecían varias tallas más grandes de
lo habitual y llevaba una gabardina gris, muy vieja y muy sucia, que
jamás le había visto y juraba que alguna vez perteneció a David.
Me incorporé en la cama sintiendo como
Mojo se subía a mi lado lamiendo mi rostro incrédulo. Parpadeé
unos segundos para poder responder mientras un relámpago se hacía
notar en la habitación. Todo se iluminó de una luz azulina y a lo
lejos se escuchó como la tormenta se iniciaba aún más intensa que
la llovizna suave de hasta hacía unas horas.
-Lestat, necesito una respuesta
inmediata – dijo frunciendo el ceño con sus ojos de vivos tonos
verdes entrecerrados intentando imaginar mi respuesta, de todas las
posibles que podía darle, escrutando mi reacción llena de asombro.
-Claro, si es lo que deseas puedo darte
un hijo – pensaba en la adopción, aunque no sabía como ocultar
qué éramos sin que el pequeño fuese tomado por loco.
-Tuyo y mío, sólo tuyo y mío –
susurró tragando saliva -. ¡Ven aquí! -me ordenó sin previo aviso
-. ¡Te dije que vengas Lestat!
Me levanté pesadamente de la cama y
dejé que mis pies tocaran el suelo de madera. La habitación se
sentía cálida gracias a la calefacción centralizada, si bien
prefería el buen fuego alimentado por la leña. Mojo se marchó de
la habitación dejándonos a solas como si supiera, por instinto
animal, que iba a suceder algo extraordinario y únicamente nosotros
debíamos ser testigos.
-Si deseas puedo hablar con alguna
mujer, cualquiera estaría dispuesta a ofrecerse por un buen puñado
de dólares – él negó a mis palabras y yo fruncí el ceño – No
pienso crear a un bebé vampírico, Louis. Estoy loco pero no llego a
esos extremos.
-No – murmuró abrazándome mientras
temblaba – He pedido ayuda a David y sus conocimientos de brujería,
así como a varios brujos de su círculo más directo -. No
comprendía porque tuvo que recurrir a él, era una cosa de ambos.
-No comprendo porque hablas de él,
¿qué tiene que ver él con tener un hijo?- pregunté apartándolo y
sosteniéndolo por sus brazos, los cuales parecían más finos.
-Quita mi ropa, no soy capaz de ver mi
cuerpo ahora – balbuceó -. Lestat, cuando quites mi ropa lo
comprenderás.
Me intrigaba que estuviese tan exigente
y trémulo, cosa que no sucedía muy seguido y podía jurar que hacía
siglos que no veía ese ímpetu en él. Desabroché su gabardina
deslizándola hacia el suelo. Unos pequeños bultos asomaron bajo su
camisa, la cual al ser desprendida me hicieron quedar aún más
atónito.
Louis tenía unos hombros más
estrechos y las clavículas mucho más marcadas, de su torso liso y
firme habían surgido unos pechos de mediano tamaño y pezones
sonrosados, mientras que su cadera se había acentuado y su vientre
era aún más plano. Poseía la figura de una mujer. Rápidamente mis
manos apartaron los mechones húmedos de su rostro y comprobé que su
cara también estaba cambiando. Lentamente sus facciones dejaban de
ser angulosas, y muy masculinas, para dejar otras suaves, delicadas,
y femeninas. Sus pómulos estaban mucho más marcados y su mandíbula
era algo más picuda. Si bien, lo único que no cambiaba eran sus
labios, nariz, y ojos. Aunque los últimos, sus hermosos ojos verdes,
parecían más poblados de pestañas.
-David dijo que podía hacer este
milagro por unas horas, ayudado por grandes hechiceros que dominan
artes muy oscuras. Ha sido una ayuda de un viejo amigo que quiere
resarcirse por el daño que nos hizo su imprudencia de antaño. Al
menos, él se siente imprudente – su voz estaba cambiando también,
tenía el mismo tono pero mucho más delicado y seductor.
No dije nada y preferí que mis
acciones fueran las que hablaran por mí. Mis manos fueron a su
cinturón y nada más soltarlo cayeron sus pantalones. Bajo su ropa
interior había un sexo de hembra con una pequeña mata de pelo
negra. Sus muslos eran algo cálidos por lo que pude comprobar, pues
nada más tenerlos libre de cualquier trozo de tela, los tenté. Del
mismo modo que tenté sus muslos lo hice con sus labios inferiores y
su monte de venus.
-¿Me darás un hijo?- su voz se
escuchó rota por el miedo y el sufrimiento -. Habla Lestat, por
favor.
Coloqué mis manos en su rostro
deslizando mis dedos por sus suaves facciones de mujer, toqué sus
labios gruesos y apoyé el pulgar de la mano derecha en el mentón,
para luego dirigirlo por el cuello hasta donde hacía unas horas
estaba su bocado de Adán.
-Lestat...
En movimientos sobrehumanos despejé
todo su cuerpo de cualquier trozo de tela, o cualquier material,
permitiendo que viese sus pies más pequeños y finos, sus rodillas
perfectas, las piernas largas de muslos algo gruesos y cálidos, su
monte de venus y aquellos pezones duros que se movían junto a sus
pechos a causa de la respiración agitada de Louis. No necesitábamos
respirar, lo hacíamos por pura inercia y él, aún después de beber
mi sangre, seguía siendo el más humano de todos.
-¿Tanto deseas un hijo que recurres a
la magia? ¿Qué has vendido a cambio de esto?-pregunté receloso.
-Nada, David ha sido quien ha pagado
una alta suma de dinero por darme este regalo para compartirlo
contigo – respondió con los ojos cubiertos por lágrimas de
sangre.
-Mon dieu! No llores Louis, no llores –
ver llorar a Louis ahora era más insoportable.
-¿Me darás ese hijo?- preguntó
abrazándome para ocultar su rostro contra mi torso.
-Oui.
Arrojé de improvisto su cuerpo al
suelo entre las ropas húmedas y una alfombra de seda traída
especialmente de un telar turco, que aún conservaba la tradición de
hacerlas a mano y me pareció muy llamativa con sus dibujos y la
forma de su trenzado. Allí en medio de la penumbra abrí sus piernas
mientras besaba su rostro con algunos besos tiernos y llenos de
deseo.
-¿Eres virgen?- al preguntar aquello
su rubor se incrementó y sus ojos se echaron hacia uno de los
rincones de la habitación -. ¡Oh! ¡Oh! -exclamé bajándome
apurado hasta sus piernas y al abrir sus labios para introducir en
estos mi dedo corazón.
Noté su himen esperando ser rasgado y
sonreí de forma pervertida. No podía creer mi suerte, no sólo se
había convertido en una fémina sino que era virgen. Las vírgenes
siempre me habían tentado y me hacían sentirme afortunado de ser
hombre para ver el placentero momento en el cual empezaban a tener
placer y dejaban a un lado el dolor.
Abrí mejor su vagina inclinándome
sobre su cuerpo pasando mi lengua por mis labios. Necesitaba saborear
los fluidos de Louis, ya empezaba a sentirla mojada sólo con el
examen que le había hecho. Sus ojos se habían quedado fijos en mi
figura, más concretamente en mi miembro que comenzaba a estar erecto
y dispuesto para ella.
Mi lengua se posó sobre su clítoris y
mis ojos se cerraron perdiéndome en aquel placer. Los gemidos de
Louis no tardaron en aparecer cada vez más altos y agudos. Sus finas
y suaves manos se acomodaron sobre mi cabeza y entre mis cabellos,
notando así como sus dedos se enredaban entre mis mechones y tiraba
de ellos. La punta de mi lengua jugueteaba rápidamente sobre el
clitoris, después dejaba lenguetazos lentos entre sus labios y
dentro de su orificio vaginal, para acabar succionándolo. Mis manos
estaban sobre sus caderas y contra sus muslos porque sentía como
cerraba sus piernas dejándome entre ellas.
De improviso para ella, porque era un
ella lo que tenía a mi merced, hundí mi dedo corazón e índice
para ensanchar su cavidad. Mis ojos se abrieron entonces viendo su
rostro cubierto por una platina de placer. Sus pupilas centelleaban
mostrándose completamente fascinada por mis caricias. Soltó un
grito entre dolor y placer antes de morder sus labios de forma
sensual.
-Necesito que sucumbas a mis pecados –
murmuré incorporándome sin dejar de estimularla con mis dedos -. Te
amo, por mucho que te hiera de forma constante y cruel. Lo importante
es que te quiero – besé su frente y coloqué mi glande dentro de
ella.
Se había incorporado levemente y por
ello la recosté sobre las ropas húmedas. Sus cabellos estaban ahora
perlados por sudor sanguinolento y lágrimas de placer, además del
agua que había caído sobre ella, dándole un aspecto erótico. Dejé
sus manos sobre mis hombros tras dejar sendos besos en sus dedos.
-Yo también – logró balbucear entre
sollozos antes de soltar un hondo grito al sentir como la invadía.
Una vez dentro sentí la presión de
los músculos de su vagina contrayéndose, la humedad, y la calidez
de sus nuevos órganos sexuales. Jadeé entrecerrando los ojos
mientras ella me besaba el rostro. Me abrazó tirando de mí sobre
ella, de una forma tierna e indescriptible que sólo podía hacer
Louis, y mis caderas comenzaron a moverse justo al notar que sus
muslos me rodeaban del mismo modo que sus brazos. Tuve un
estremecimiento mientras cerraba los ojos hundiendo mi rostro en su
cuello.
Mis labios recorrían su piel suave y
sensible justo antes de pasar mis colmillos por esta, deslizándolos
en un camino de extrañas caricias hasta sus clavículas y de allí a
sus pezones. Lamí ambos pechos antes de terminar apretando uno de
estos entre mis labios, mis colmillos perforaron su el contorno de
uno de sus pezones y comencé a beber de ella. Sus gemidos se
hicieron más elevados del mismo modo que mis estocadas. Tan sólo
bebí unas gotas manchando mis dientes y dejando un sabor metálico,
y delicioso, en mis labios.
-¡Lestat! Plus, mon cour! Plus!
Plus!-gritó arañando mi espalda desde la cruz hasta mis omóplatos,
allí dejó enganchadas sus garras tirando de la piel y de los
músculos.
No sabía si aquello era un sueño, o
la más descabellada realidad, pero aún así lo gozaba sintiendo los
poros de mi piel expulsar el sudor sanguinolento debido al esfuerzo.
Ambos estábamos sudados y manchábamos la cara alfombra, así como
sus viejas ropas, sin importar nada. Mi nombre se alzaba en
desgarrados gemidos mientras que ella me pegaba a su cuerpo cálido,
tan encendido como el mío, gracias seguramente a toda la sangre que
había bebido en su regreso hasta mí.
Llegó a un orgasmo delicioso
apretándome en su estrecha vagina y yo no dudé en secundar aquella
locura. Mis ojos no se cerraron y pude ver como ella arqueaba su
espalda hacia atrás, me retenía entre sus brazos, y apretaba sus
muslos con deseo de sentirme muy dentro. Mi esperma llenó su cálido
conducto y la hizo temblequear mientras caía algo agotada y, muy
posiblemente, mareada.
-¿Cuánto tiempo estarás así? - me
aventuré a preguntar sin salir aún de ella, disfrutando de ese
momento. Tenía la voz ronca y jadeosa cuando necesité saber si ese
milagro se prolongaría en el tiempo o no.
-Si no quedo en estado ésta noche
volveré a ser hombre, de no ser así quedaré al menos de este modo
durante la gestación y algunos meses en los cuales le ofrezca el
pecho a nuestro hijo -quiso incorporarse, pero a penas podía.
Sonreí saliendo de ella para girarla
bajo mi cuerpo besando su espalda, acariciando sus costados,
contemplándola algo agotada y hundiendo mis dedos en su orificio.
Volvía a ser tan estrecha y tan virgen como momentos atrás. Reí
bajo besando la cruz de su espalda y sus hombros porque no creía la
suerte que tenía.
Esa misma noche consumamos el acto en
dos ocasiones más, todas ellas encima de la maltrecha alfombra.
Después, con sumo cuidado, llevé su cuerpo hasta mi lecho revuelto.
Las prostitutas podían esperar unos días, incluso mis aventuras
corriendo tras apetecibles humanos, y por supuesto las casi eternas
conversaciones con algunos de mis compañeros. Lo único que me
importaba era estar a su lado.
La mañana apareció pronto y nuestros
cuerpos se quedaron arrojados sobre la cama, arropados por las mantas
y ocultos tras la tela del dosel. Eran cortinas pesadas a pesar de la
tela con la cual fueron hechas. Al despertar en las primeras horas
nocturnas la vi junto a mí, con sus pechos algo más grandes y un
cuerpo completamente femenino. Había ocurrido, por mucho que me
pareciese una locura sucedió. Louis se convirtió en Louise durante
meses y tuvo que aprender a comportarse como una mujer, aunque no
requirió demasiado esfuerzo. Su dramatismo aumentó, sus celos eran
intratables, y las escenas por mis aventuras eran terribles, sin
embargo cuando parió a Leilo todo mereció la pena.
-¿Qué es?- preguntó Armand que ayudó
a asistir al parto junto a Marius.
Quinn estaba desplomado en el suelo y
Mona lo agitaba cual maraca. En un lado de la habitación Daniel
construía una pequeña casa similar a la mansión y David mantenía
una charla intensa consigo mismo. Yo sin embargo tenía aquella
criatura en mis brazos cubierta de sangre y completamente humana.
Louis estaba desplomado en la cama sudoroso y cansado deseando ver a
su hijo.
-Un chico, como os dije – sonreí de
forma canalla - ¡Ya tengo ganas que tengas dieciocho años y vayamos
a burdeles juntos! -grité alzándolo para que lo viera Marius que me
miró de forma aviesa.
-¡Lestat no vas a ir a ningún burdel
y menos con nuestro pequeño!-gritó Louis con las escasas fuerzas
que tenía.
Puedo jurar que ésta aventura es tan
cierta como las restantes; sin embargo, la mantuvimos oculta porque
puede llegar a ser extremadamente escalofriante para algunos... bueno
¿quién nos iba a creer?
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