Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 28 de febrero de 2013

Lo inesperado - Parte 3


-Parte 3-

La bestia


El rostro de mi amigo era el de un hombre derruido y sus ojos se fijaban prácticamente en los detalles de las betas del suelo. Sabía que estaba a punto de llorar, pero yo no estaba para pedir perdón ahora a mi hermanito, sino para salir corriendo tras Louis.

-Louis...-mi voz se quebró mientras iba tras él. Aquello provocó que realmente me diera cuenta que todo lo había regado por unos minutos de placer-. Louis, vamos a ser padres... Louis...-lo tomé del brazo e hizo que se girara hacia mí-. Louis... me engañó... me volví loco... Louis quiero que te quedes a mi lado y te detengas de una buena vez.

Habíamos quedado en el porche escuchando de fondo la conversación de Mona y Quinn. Él parecía perdido y descorazonado, al contrario que Louis no parecía querer mostrar su dolor y su rabia de forma tan airada.

-Quinn por favor, Quinn... -susurró yendo tras él bajando las escaleras-. Puedo explicarlo- masculló tomándole del brazo.

Ambos se aproximaron a nosotros, quedando a pocos pasos, muy cerca del jardín y del hall donde había ocurrido todo.

-No te disculpes Mona... -asintió besando su frente soltándose de ésta-. Permiso debo ir a ver algunos asuntos... -dio la media vuelta bajando rápidamente hacia el camino del jardín, el cual ya estaba lleno de nieve otra vez, para correr hacia algún lugar de la ciudad.

-No Lestat, te dije que si volvías a hacer lo mismo esto se acabaría. Nuevamente preferiste creerle a otros antes de creer en mí-al fin respondió con sus ojos fríos y su lengua llena de veneno para golpearme-. Y pelearé la custodia de nuestro hijo si es necesario... -se soltó de mi agarre dejándome allí plantado. Había dicho que pelearía por nuestro hijo, el cual iba a ser nuestro milagro en un vientre de alquier- Adieu... -se dio media vuelta alejándose y bajando al jardín, a unos pasos atrás de Quinn.

-Quinn... no... -comenzó a quebrarse su voz surcando su rostro unas copiosas lágrimas rojas-. No.. por favor, Quinn -intentó seguirlo, pero al ver que la ignoró ésta se derrumbó al pie de las escaleras.

Ella quedó allí, pero yo no iba a derrumbarme. Yo no era tan frágil como Mona.

-Louis... Louis... -golpeé con el puño izquierdo contra la pared, provocando que ésta se hundiera.

Rápidamente fui tras él para agarrarlo con firmeza. Deseaba arrastrarlo hasta nuestro dormitorio, pues así era siempre. Haría que Louis entendiese de una buena vez donde estaba su lugar y porque no debería hacer ese tipo de dramatismos. Sólo fue una chupada, ¡ni que le hubiese jurado amor eterno!

-¡Suéltame! -forcejeó y golpeó mis brazos con tal de liberarse- ¡No quiero saber nada de ti, suéltame maldito idiota!

-¡Louis quédate callado y mejor aprende a aceptar mis propuestas antes que pasen a puras amenazas!-grité tirando con mayor violencia.

Pronto pasamos por el lado de Mona, la cual no había podido moverse debido al dolor que sentía. Sin embargo, nosotros entramos de nuevo en la mansión. Louis era arrastrado mientras forcejaba sin importarme sus lágrimas, el horror que se formaba en su rostro o el dolor de su pecho. Quería conducirlo hasta las escaleras principales, recorrer el pasillo de las alcobas que reservábamos para los huéspedes hasta llegar a la galería donde estaban las nuestras.

En tan sólo unas zancadas a velocidad sobrehumana llegamos al dormitorio. Casi eché la puerta a bajo, mi mano derecha presionaba con fuerza fiera el brazo de Louis que me miraba lleno de terror. Podía leer bien en sus ojos un odio y pavor que nunca antes había visto. Sin embargo, no me sentí culpable de nada, pues era culpa suya de no aceptar mi propuesta ni mis disculpas. Así que no tuve reparos en arrojarlo a la cama una vez dentro de la alcoba.

-Ahora verás quien es mi puta-dije bajando el cierre de mi pantalón mientras sostenía a Louis agarrándolo del cuello, presionando con fuerza sobrehumana mientras le miraba a los ojos completamente frenético.

-Suéltame-dijo de forma entrecortada con la voz ahogada por el fuerte agarre de mi mano contra su garganta. Aquello hizo que el demonio que yacía dormido se avivara.

-Vas a ver... imbécil-mi voz estaba tomada por la furia. Pronto me deshacía de la ropa de Louis añadiendo arañazos, golpes y alguna maldición en francés. Él sollozaba sin saber bien como detenerme, y aunque ahora me parece una monstruosidad en ese momento sólo me parecía una nueva lección para mi amante.

-Si... me tocas te juro... que voy a odiarte... -por más que luchaba mi fuerza rebasaba la suya y lo dominaba por completo.

-Espero que lo disfrutes, zorra... porque a mí nadie me deja y menos después de comerme mi orgullo- murmuré girándolo contra el colchón para adentrarse en él en una rápida y profunda, además de lacerante, estocada. Él rápidamente profirió un grito desgarrador por el dolor y humillación que sentía. Mi mano derecha levantaba su cadera presionando con fuerza desmedida sus huesos que parecían a punto de quebrarse; la izquierda estaba sobre sus cabellos tirando de ellos con rudeza. No había amor en esa habitación, sólo rabia.

-¡Te odio! ¡Te odio!-gritó con sus ojos bañados en lágrimas-. ¡Te odio!-repitió mientras yo seguía penetrándolo sin importarme nada. En ese momento no era Lestat, era más bien un monstruo que no tenía escrúpulos ni sentimientos.

-No me odias- dije inclinándome hacia él para que mi frío aliento golpeara su oreja derecha-. Me deseas, pero eres incapaz de aceptarlo en éstos momentos- añadí en su oído mientras comenzaba a moverme rápido y duro, buscando el marcarlo y sobre todo provocar que de lloros pasasen a gemidos-. Gime para mí como puta, quiero que incluso Michael allá donde demonios esté te escuche... y sepa que tú Louis de Pointe du Lac eres mi puta en exclusividad- dije en un gruñido antes de clavar mis dientes en su cuello, una de las zonas más sensible que poseía.

Louis agarró con fuerza las sábanas y mordió las mismas para ahogar tanto su voz como sus posibles gemidos. No deseaba darme el gusto de escucharlo gemir, pues en nada estaba disfrutando el acto. Lejos de sentir placer sentía asco de ser violado.


-Vamos Louis, deja de portarte como una mujercita inútil-dije golpeando sus nalgas con la boca manchada por la sangre de mi amante-. Como quieras, si deseas ser un cadáver al cual penetrar que así sea- susurré aún molesto, mientras lo agarraba de su leve cintura masculina para comenzar a moverme desenfrenadamente.

Podía percibir, aunque fuese imposible leer su mente, que aquellas palabras sólo lo hirieron y pisotearon más su orgullo. Sin embargo, aún así no pronunció palabra o sonido alguno. Me incliné pasando mi lengua por su columna vertebral mientras el ritmo se detenía. Deseaba el sabor de la piel de Louis y sentir su sufrimiento.

Realmente no creía una sola palabra sobre su relación con Michael, podía asegurar que tenía unos cuernos bastante notables, y eso sólo se incrementó cuando pensé que podría ocupar David mi lugar. Si bien, pronto regresé a un ritmo rudo hasta que quedé dentro por completo, permitiendo así que mi cálido semen llenara a Louis. Cuando me vine lo hice con una sonrisa deliciosa sin tener en cuenta que él no lo había disfrutado. No me importaba porque había dejado mi marca.

-¿Ves Louis? Eres mi puta-susurré saliendo de él mientras deslizaba mis manos por sus costados-. Sé que has disfrutado aunque me hayas negado el escucharte gemir... eres desagradable cuando te lo propones.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt