Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 2 de marzo de 2013

Lo inesperado - Parte 4


Parte 4
Frío

Cuando liberé a Louis me quedé observándolo fascinado. Era mío aunque se negara, no podía dejar de disfrutar de ese momento tan preciado. Si bien, cuando se vio libre, reunió todas las fuerzas junto al odio posible en su puño y me propinó tal golpe que me rompió la nariz y parte de mi boca.

-Disfruta eso maldito hijo de puta -sus ojos irradiaban total desprecio mientras me empujaba lejos de él. Rápidamente se apresuró a ponerse algo de ropa, pero no la suficiente -. ¡Púdrete en el infierno imbécil! -salió de ahí convertido casi en el mismísimo demonio, pateando y rompiendo todo lo que había a su paso.


Quedé sentado en el piso tras caer de la cama por el impacto. Mi nariz se reconstruyó junto a mi labio superior, pero no así mi ego. Corrí tras mi amante deteniéndolo antes que acabara con las valiosas esculturas que había aportado Marius, caros jarrones que había adquirido hacía algunos años y los cuadros que tanto apreciaba. -¡Louis! ¡No puedes estar hablando en serio!-grité agarrándolo por los brazos mientras le miraba con los ojos cubiertos de lágrimas. No sólo mi orgullo se había roto, también mi estúpida esperanza. Ya nada sería igual, eso presentía y eso estaba viendo. Louis no reaccionaba como esperaba y eso me asustaba -. No puedes dejarme porque yo te quiero, Louis...

-Te dejo con tu puta -señaló a Mona llorando en el centro del hall, a penas se había movido unos metros-. Sé que ella y Rowan sabrán consolarte y darte mejores cosas que yo. Me llevo a Byron y cuando nazca el bebé también me lo llevo -se limpió con rudeza las lágrimas que aún corrían por sus mejillas- Mataste todo de mí...

Mona continuaba llorando inconsolable cubriendo su rostro con ambas manos, ocultándose entre su mata de cabellos pelirrojos. Si ella lloraba era su problema, no el mío. Louis se estaba marchando y nada me importaba más que impedirle que se fuera.

-Mientes Louis... ¡estás mintiendo!-grité antes de tomarlo del rostro para que me mirara. Sabía que no podía mentirme mirándome a los ojos, pues siempre fueron su perdición igual que mis mentiras-. ¡Louis! ¡No me puedes dejar! ¡No puedes vivir sin mí!... No me puedes quitar ese hijo y tampoco me puedes quitar tu cariño -miré a Mona llorando en un rápido vistazo y luego lo miré a él-. Ella jamás tomará tu lugar, pues es imposible... además le pertenece a Quinn

-Debieron pensarlo dos veces... -se soltó de mi agarre y bajó precipitadamente las escaleras de la vivienda, para luego salir por la puerta dando un horrible portazo.

-Louis... -caí de rodillas con las manos apoyadas sobre el inicio de la escalera. Estaba atónito ante lo que había ocurrido. No podía creer que se hubiese salido todo de control-. Maldito idiota... realmente estaba dispuesto a casarme con él si olvidaba todo...

-Jefe... -se acercó a mí llorando mientras subía lentamente por las escaleras. Estaba mostrando una fragilidad nunca antes vista en ella y sin poder articular palabra alguna, pese al dolor, rompió a llorar- Quinn se fue... -fue lo único que pudo decir rompiendo una vez más en llanto.

Louis sin embargo andaba en círculos por el jardín, solo llevaba el pantalón y unos zapatos que no eran lo mejor para andar en medio de una nevada. Apenas había cruzado la verja cuando cayó de rodillas osbre la gruesa capa de nieve que cubría el piso, había tropezado y aún se encontraba casi desnudo. Si bien, poco le importó. Era más el dolor de su pecho y corazón que el frío que cubría su cuerpo. Lleno de ira golpeó la nieve repetidas veces hasta abrirse los nudillos manchando de ojo la pulcra capa nevada que yacía frente a él. En ese momento volvió a gritar y yo lo escuché.

-¡Te odio!

-¡Al diablo Quinn!-exclamó furioso mientras dejaba que su rostro se cubriera de lágrimas-. ¡He perdido a Louis por tu culpa! ¡Y me da igual si lloras porque eso te mereces por zorra!-ni siquiera pudo creer que dijo aquello, pero era tal el estado en el cual se encontraba que la verdad brotaba en su boca.

Mona abrió los ojos sorprendida por mi respuesta y terminó rompiendo a llorar una vez más. Ella aplastó de ese modo su dolor en cada sollozo y en cada lamento que emitía. Se veía destrozada, pero a mí sus lágrimas no me interesaban. Era cierto que la quería, si bien Louis estaba ahí fuera alejándose de mí y él era mucho más importante que una niña que no supo controlar sus caprichos.

Me incorporé apartándola de mi camino mientras me colocaba como bien podía las ropas. Tenía que buscar a Louis antes que cometiera alguna atrocidad, como ponerme los cuernos o inmolarse al sol.
Cuando di dos pasos por el jardín noté que la nevada del día anterior había empeorado, aún caían copos impactando contra la nieve que ya se encontraba en el suelo, amontonándose aún mayor cantidad.

Las huellas de Louis no eran fáciles de seguir, estaban acompañadas de sangre proveniente de sus ojos y también de sus nudillos. Así que lo alcanzó en menos de un segundos, mientras se deshacía de su camisa para cubrir el torso desnudo de su amante.

El se había incorporado en esos momentos, casi derrumbándose de nuevo como un castillo de naipes, para seguir su camino aunque tenía todo el cuerpo entumido debido a las bajas temperaturas. Si bien, en cuanto sintió mi camisa sobre él se volteó.

-¿Qué quieres? -habló con voz y mirada fría- Déjame, no quiero estar más aquí.

-Te quiero a ti-respondí acariciando su rostro mientras sentía como el frío se clavaba en mi cuerpo como mil dagas-. Louis... ésto es una locura ¿por qué no vuelves a casa? ¿eh?

-No, no volveré... ahora si te daré razones para decir que te pongo los cuernos -una sonrisa cruel apareció en su rostro demostrándome esa otra cara que sólo tenía para mí. Para otros siempre era gentil, aunque estuviese terriblemente molesto, pero conmigo rompía esa platina elegante y me lanzaba cuchillos afilados como aquella mueca-. Me iré con David -en él no vi duda alguna, sino una seriedad tan fría que me electrocutó.

Dicho aquello apartó mis manos de él y terminó de incorporarse. Sus pasos eran como los de un niño que aprende a caminar, aún sentía su interior dañado por mis bruscas arremetidas y sus pantalones estaban algo manchados con su sangre. Había dañado lo que más quería, por encima de mí mismo, aunque jamás le concedía el averiguar si era cierto o no.

-Louis... -balbuceé cayendo de rodillas nuevamente, pero ésta vez sobre la nieve. Nada de lo que hacía parecía suficiente. Así que simplemente comencé a tararear “Je l'aime à mourrir” que alguna vez susurré pegado a su cuerpo. En nuestra cama siempre había caricias más allá del deseo y podía ver en su mirada que se sentía satisfecho.

Louis se alejaba mientras mi voz se quebraba y comenzaba a golpear la nieve. Sentí cierto pánico que se volvió aún más terrible cuando comprobé que mis lágrimas ya manchaban mis mejillas. Si bien, detuvo su andar habiéndose alejado tan sólo unos metros, escucharle cantar esa canción terminó por romperlo y lo sabía bien. No hacía falta que nadie me dijera sus pensamientos, pues los gestos que él me regaló en medio de aquel jardín nevado hablaban a gritos. Apretó con fuerza sus puños y se mordió el labio ahogando sus sollozos. Su cuerpo convulsionaba por el frío, se negaba a moverse y se odiaba profundamente por estar dudando.

-Como quieras... no voy a rogar más-dije dándome por vencido para regresar a la mansión, mientras se intentaba sacudir la nieve que se había agolpado en mis cabellos y hombros. Estaba sintiendo el mismo frío que aquella mañana junto a los ocho lobos.

Por unos segundos pude verlos danzar sobre el césped cubierto por una densa capa de nieve, casi galopando como un caballo desbocado, y mostrando sus dientes atroces a punto de clavarse hasta mis ateridos huesos. Eso hizo que me pusiera por completo en pie y echara a caminar con mayor rapidez. No quería recordar esa locura y menos seguir viendo como Louis se quedaba ahí dudando. Si quería pensar allí que fuese él y no yo.

Sin embargo, Louis se dio media vuelta y corrió hacia mí dándome un rápido alcance. En segundos sentí como me agarró por el brazo para detenerme-. ¡Eres un maldito idiota! ¡Eso es lo que eres!-gritó rompiendo a llorar amargamente.

-No más que tú, Louis-mis ojos estaban fijos en él sintiendo su mano agarrando mi brazo-. ¿No te ibas? ¿No ibas a dejarme sin lo que realmente me importa para darme una buena lección? Anda, corre desnudo por el jardín hasta que llegues lo más lejos posible... porque según tú no te merezco ni me merezco ser realmente feliz.

Mis palabras provocaron que bajara su rostro momentáneamente y soltara su agarre. Por un momento había pensado perdonarle y olvidar todo, pero al ver la negativa le decepcionó.

-D'accord... entonces ésto es nuestro adiós definitivo - dejó caer la camisa que había puesto sobre él y volvió sobre sus pasos, yendo a recoger las escasas prendas que agarró antes de huir.

-¡Realmente es idiota!-dije tras un alto gruñido yendo tras él agarrándolo de las muñecas. Le miré desafiante y lo observé como quien observa a un intruso en su territorio -. ¿Sabes? Realmente iba a casarme contigo si te olvidabas de todo eso, incluso aceptaría que hicieses la ceremonia a tu gusto, pero tienes que complicarlo todo y mira ahora -retrocedí y lo abofeteé furioso-. ¡Te largas dejándome hundido en la mierda! ¿A caso no sabes que todo lo que sueltas por esa boca sobre que te irás con otro sólo me provoca mayores deseos de confirmar que así me amas? Si me amaras tanto como dices jamás me amenazarías de esa forma, pues aunque pueda parecer efectivo en un principio acaba siendo tedioso y horrible. Yo soy infiel por naturaleza, pero tú eres terrible Louis... eres infiel para causar daño a quien supuestamente amas. Después das lecciones de moral a los demás, pero a mí no me engañas... si realmente me amaras verías que lo hice en un acto desesperado, me sentí engañado, decepcionado y encima tentado. Fue un impulso, jamás haría algo así a sabiendas que te haría daño... pero tú sí-tras decir aquello me marché hacia la mansión enojado y seguro que Louis haría todo lo que había dicho, pero eso ya no me importaba aunque sí dolía.

Había notado como mis palabras se clavaron en su, ya de por si lastimado, corazón y sintió como si le destrozaran las entrañas con agujas. Bajó una vez más su rostro, pues muy a pesar de sus amenazas jamás las cumpliría aunque eso yo no lo tenía tan seguro.

-Que poco me conoces... -murmuró dolido sin esperar a ser escuchado, se abrazó a si mismo y se marchó caminando sin rumbo fijo.

Me giré antes de entrar en la mansión y vi como seguía caminando alejándose de mí, del hogar que ahora poseían y de todo lo que habían comenzado a amar ambos. -¡Si te vas no regreses Louis! ¡Quizás me haya casado con alguien que no sea tan irresponsable como tú!

-¿Y para qué quieres que me quede? Me ha quedado muy claro que para ti soy el peor de los dos-se giró mirándome como un cordero a punto de entrar en un terrible matadero, allí donde lo sacrificarían al fin-. Dices que te hiero ¿pero y tú, crees que no haces lo mismo?

Me aproximé a él tomándolo por el rostro mientras secaba sus lágrimas. Sus ojos me desmoronaban, pero intentaba mantenerme fuerte.

-Nadie ha dicho lo contrario, pero al menos no me creo la única víctima.

-Pero lo soy, me convierto en la víctima cada vez que salgo a hacer algo y alguien viene a inventarte que me he ido con otro. Tú le crees sin chistar y si es una mujer enseguida te enrollas con ella ¿A caso crees que soy de palo cuando te veo en otros brazos pasandola de lo más feliz? tú te haces la víctima cuando apenas te digo que me iré con otro solo por puro coraje mío. ¿Cuántas veces no te he dicho ya que no puedo hacer eso? Y aún así veo que son insuficientes porque prefieres creer más en otros y sin duda vas por ahí de pica flor.

Fruncí el ceño escuchando todo aquello y únicamente respondí besando sus labios de forma demandante. Noté como intentó alejarme, pero al final dejó de hacerse del rogar y accedió al beso, no solo permitiendo la unión de sus labios sino también abriendo su boca para albergar dentro mi lengua y jugar con ella. Rodeé su cuerpo contra el mío sintiendo como el deseo volvía de forma más desmedida, si bien me contuve y me alejé tomándolo de una de sus manos para meterlo dentro.

-Lestat... -le detuvo un momento-. Aún no me siento preparado para hacerlo, aún me siento violado.

-Como digas, pero al menos métete dentro... ya no puedo soportar más el frío ni los recuerdos - respondí mirándolo fijamente esperando que accediera de una buena vez. No podíamos quedarnos eternamente fuera, pues el frío ya nos debilitaba y pronto amanecería.

-Oui... -sonrió después de tanto dolor y amargura y apresuró el paso.

Se adentraron en la vivienda mientras sacudía de sus rizos la nieve. No había rastro de Mona y lo agradeció. Sus pies tocaron la alfombra y se sintieron aliviados. Tenía los dedos congelados y sus labios tenían un ligero toque azul, del mismo modo que Louis. El frío lo sentían del mismo modo que a los humanos, aunque no los matara. Él me siguió dando un suspiro con cansancio y recargó la cabeza en mi hombro.

-Llévame, no quiero caminar -susurró caprichoso.

Tomé a Louis entre mis brazos intentando pensar de forma coherente. Una vez entre sus brazos acomodó su cabeza sobre la curvatura de mi cuello no sin antes besar mis mejilla. Por acto reflejo cerró momentáneamente sus ojos, había sido una noche terrible y quería olvidar todo lo más pronto posible. Sólo esperaba que Louis hubiese olvidado la propuesta de matrimonio y no deseara que la cumpliera. Pues la pregunta ya había sido lanzada y aunque tuvo una respuesta, la cual fue negativa, nada ni nadie podía decir que cambiara de opinión. Mientras subía por las escaleras fruncí el ceño y agité mis cabellos intentando despejar mis ideas.

Al llegar al dormitorio recosté a Louis sobre nuestro lecho conyugal, lo miré pausadamente y me sentí el ser más horrible. No era la primera vez que discutíamos de ese modo, tampoco sería la última y lo sabía muy bien, si bien parecía que esa vez lo había dañado aún más que antes.

Me alejé de la cama dejando su cuerpo bien colocado, arropado, y tiritando. Mis pasos fueron cortos y elegantes justo antes de arrojarme al suelo frente a la chimenea. Con mi poder mental encendí el fuego y me quedé recostado frente a las llamas. Allí me quedé observando como éstas crepitaban y sentía al fin mis dedos en mejores condiciones.

-Descansa, Louis.

Cuando me alejé de él no tardó en pronunciar mi nombre. Si bien, no añadió palabra alguna de cariño. Aquello era una muestra que había excedido mis límites como en aquellos primeros meses, los cuales fueron crueles para Louis aunque maravillosos para mí. Me había enamorado de un hombre que rechazaba su homosexualidad, el cual se negaba a cada caricia y cuando lo desnudaba rompiendo sus ropas lloraba desesperado. Más de una vez aulló palabras de dolor, sin embargo acabó jadeando disfrutando de mis palabras sucias y toda la palabrería cubierta de dulces poemas.

-Lestat...

-Oui?-mascullé pesadamente sin dejar de mirar el fuego, sintiendo que de nuevo la había fastidiado pero no pediría disculpas. Ni siquiera esa vez se disculparía.

- Ven por favor... -dijo en un susurro- Tengo frío...

-¿Sólo me llamas porque tienes frío?-pregunté con la voz seca mientras seguía mirando las llamas danzar-. Hoy he hecho cosas horribles y sin embargo he terminado saliéndome con la mía ¿es eso correcto?

-No yo sólo... -podía imaginar su mirada baja y sus deseos de romper en un nuevo llanto, pero eso no me detuvo a ser así de áspero- olvídalo-. Los ánimos de tenerme su lado para recibir mi calor se desvanecieron con la frialdad de mis palabras. -Oui, siempre... -respondió a duras penas.

-¿Y el día que no lo haga? ¿Qué ocurrirá Louis? ¿Qué pasará ese día?-interrogué mientras me aproximaba a él caminando pesadamente-. El día que no vuelvas, el día que te hartes realmente de mí, que destroce todo lo que sientes provocando que me detestes y no quieras volver a verme ¿qué sucederá? ¿Me quedaré esperando en la puerta a tu regreso? ¿Seré un nuevo Hachiko?

Hachiko era un perro de origen japonés que permaneció toda su vida esperando que regresara su amo, el cual había muerto y jamás bajaría del andén. Conocía bien la historia mucho antes que fuese demasiado conocida. Un hombre asiático me narró el suceso mientras bebía una jarra de cerveza y yo visitaba Japón con el único deseo de alejarme de todo unos días.

-No lo sé... sólo sé que estaría lejos de ti y de todos. Tal vez aislado del mundo, hundido en el sueño profundo tal como lo hiciste tú, porque si de algo estoy seguro es que por mucho que te odie y alardee irme con otro, antes me inmolaría... No sé si me esperarías, aunque puede que sí.

-¿Esperarte?- fruncí el ceño mientras lo miraba-. Louis, tarde o temprano te buscaría... porque por mucho que te crucifique y te acuse de idiota... te quiero- dije entre murmullos.

-Pero... dijiste que no lo harías, que preferirías casarte con otra... -de nuevo sonrió amargo eso le había dolido demasiado y aunque no fuera cierto. La forma en que lo dije fue lo que lo hirió y yo lo sabía.

-¿Desde cuando te crees todo lo que te digo? ¿A caso no me conoces? me gusta decir cosas para provocarte- ya me había sentado en la cama.

-Sonabas tan seguro en tus palabras... -suspiró- pensé que no vendrías -me dijo al verme sentado en la orilla- Mon... cher... tengo frío porque te necesito aquí a mi lado.

Suspiré pesadamente girándome hacia él para terminar recostado a su lado. Mi cuerpo cayó pesado sobre la cama y le estreché entre sus brazos.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt