Parte 5
Inmerecido amor
Desperté a la noche siguiente
recostado aún junto a Louis. Me había sentido miserable en las
últimas horas, incluso culpable cuando sabía que la tentación
siempre provocaba que cediera. Acabé por incorporarme quedando con
la espalda recostada en el cabezal y los ojos fijos en la nada, pero
me giré hacia la mesilla intentando hallar una de las novelas de
Louis. Aunque no me gustaba el mismo tipo de literatura podía leerlo
para distraerme. Si bien, hallé algo más excitante y al tomar la
foto sentí deseos de adentrarme en ella, escucharla gemir y dejarla
agotada para que conociese a un hombre menos remilgado que mi
hermanito.
La imagen era una fotografía suya
desnuda por completo recostada en un lecho de satén tan rojo como
sus cabellos. Tenía una pose mucho más allá de lo sensual, pues
sus piernas estaban abiertas mostrando su deliciosa entrada. Su monte
de venus estaba poblado por un vello algo corto del mismo color que
su pelo, sus manos estaban sobre sus pechos apretándolos con
suavidad, y sus ojos tenían cierto descaro que me hizo sentir una
leve erección.
“Jefe espero reconsideres mis
propuestas acerca de eso...
sabes que te deseo y tú a mí.
Con cariño y siempre tuya así como
dispuesta.
Mona Mayfair”
Era la nota que estaba escrita tras la
fotografía y sellada con un beso de ese carmín que solía tener en
sus labios. Eso provocó que acabara acariciando mi entrepierna.
No debía, pero sinceramente aquello
era excitante. Miré a mi lado y vi a Louis aún descansando, por lo
que tomé la imagen y fui al baño encerrándome. Allí mismo comencé
a masturbarme deseando que fuese la boca de Mona la que estuviese
abierta para recibir mi semen.
-Maldita zorra... me provoca... pero si
vuelvo a tocarla quizás pierdo más que gano-murmuré entre jadeos
mirando la imagen con una leve sonrisa. Estaba más que seguro que
podía satisfacer ese calor que brotaba entre sus piernas.
Llegué al final con los ojos cerrados
pensando en los labios de Mona, algo extraño porque jamás lo hacía
si no era pensando en Louis. Si bien, el no conseguir lo que quería
me provocaba ciertas fantasías. Seguramente si hubiese acabado lo
que empezó no estaría con ese deseo ardiendo en mi entrepierna.
Me limpié con cuidado y guardé la
fotografía en la cartera que aún llevaba en los pantalones. Ni
siquiera me había cambiado de ropa para descansar. Tal y como bajé
a buscarlo me había quedado. El pantalón estaba sucio y algo
deslucido, por ello acabé desnudándome y tomando una ducha.
El agua no aclaró mis ideas, sólo las
revolvió más aún. Mona aparecía en cada uno de mis pensamientos y
deseé que jamás se hubiese cruzado en mi vida. Al salir vi a Louis
sumergido en una extraña fascinación hacia una guitarra.
-¿Ahora quieres aprender a tocar? No
creo que sea tu estilo, Louis.
Pegó un respingo al escuchar mi voz,
pues pensó que estaría en cualquier otro lado menos en la
habitación. Tomó el instrumento en sus manos haciendo una lenta
negación a la pregunta lanzada y se dirigió hacia él mí. Con
cuidado me la entregó como si fuese algo excesivamente frágil.- ¿No
recuerdas lo que dije ayer? -preguntó con una apenas perceptible
sonrisa.
Miré la guitarra que poseía un negro
muy atractivo, era una Gibson que tenía tatuado a un lado mi nombre
imitando mi firma. Me sentí sucio y mi conciencia parecía gritar,
pero era una Gibson y terminé aceptándola con cierta fascinación.
-Louis, sabes bien que amo el
rock...-susurré acariciando con delicadeza aquella maravilla. Con
rapidez la había colgado de mi figura- pero ya no toco en una
banda... aún así tocaré para ti cuando quieras.
-No importa que ya no toques, ni
tampoco pido que lo hagas para mí-retrocedió un paso mirando tan
sólo la guitarra- puedes guardarla como colección -se permitió
sonreír cuando nuestras miradas chocaron una vez más-. Iba por un
nuevo piano, pero la vi y pensé que era perfecta para ti -un leve
rubor tiñó sus mejillas provocando que un tono pastel diera vida a
su rostro de mármol- aunque me ha quedado horrible la firma.
-No, ha quedado bien-susurré antes de
dejarla en la cama, para no abandonarla en el suelo. Estiré mis
brazos hacia Louis y tomé del rostro mirándola con cierta tristeza.
Era demasiado atento, demasiado agradable, demasiado... -¿Por qué
me amas Louis? Muchas veces te lo he preguntado pero siempre das
rodeos.
-Porque... -agachó un poco la cabeza
para poder pensar su respuesta y escoger bien sus palabras- Eres el
único que me ha amado... a tu manera pero lo haz hecho. Escuchaste
mis ruegos deseando morir y me tendiste la mano cuando más
necesitaba de alguien en ese peor momento. Si bien, siempre te lo
reproché pero muy en el fondo estaba agradecido... Lestat no sé
como, no sé cuando pero me enamoré de ti y aún cuando me trates
como la peor de las putas te seguiré amando, es algo que no
encuentro palabras para explicar... simplemente te amo.
Era el peor de los idiotas, pero sin
duda sus palabras sonaron demasiado sinceras. Tan sólo me quedé
allí escuchando mientras observaba su cuerpo desnudo, el cual estuvo
expuesto en la nieve como si nada y que fue tratado como despojo por
mis propias manos. Un cuerpo que sin duda siempre había soportado
mis golpes y caricias recibiendo ambas como si fuesen un milagro.
Prefería que le tocara, aunque fuese de forma ruda, con tal que
estuviese a su lado y no lejos de él.
-Louis, deseo sexo... deseo hacerlo
ésta vez sin presiones- pedí aquello para borrar las cicatrices de
la noche anterior, pues deseaba que cuando cerrase los ojos no viera
en mí un villano.
-Esta bien -sonrió, pero en su mirada
aún se reflejaba la tristeza y el dolor. Sin embargo, se volvió
hacia la cama y se acomodó invitándome a ir con él-. Ven y hazme
tuyo.
Tomé la guitarra dejándola en su
funda, pues era un buen regalo que no quería destrozar. Era una
auténtica maravilla, igual que el cuerpo de Louis recostado en la
cama esperando que hiciese con él lo que quisiese. Me aproximé con
calma acariciando sus muslos, los cuales a penas tenía vello, para
ahondar dos dedos en su trasero sin dejar de observarlo. Quería ver
como gemía y quitarme la imagen de Mona de la cabeza.
-Vamos Louis, quiero ver a mi puta
favorita gemir mi nombre- movía los dedos de una forma que siempre
le hizo jadear sin remedio, por muy molesto que estuviese, y esperé
que abriese sus labios y me diera ese placer.
Gimió mordiéndose el labio inferior y
se abrió aún más, apretando los dedos de sus pies.
- Lestat... -soltó mi nombre con voz
ronca mientras su pecho subía y bajaba conteniendo unos fuertes
gemidos-. No es suficiente...-miró un con ligero atisbo de deseo,
aunque no quisiera, aquellos dedos intrusos estaban causando espasmos
de placer.
Sonreí observándolo mientras hundía
con mayor deseo los dedos. Quería ver a Louis completamente rendido
a mis pies antes de llevarlo al suelo, arrodillarlo y penetrar su
boca. Quería una chupada como la que no tuve la noche anterior,
saborear la sensación de la humedad que me regalaba la lengua de
Louis reptando por todo mi sexo.
-Louis, quiero verte tan caliente como
la mejor de las putas. Deseo que me demuestres cuanto me necesitas.
Vamos Louis, quiero verte muy zorra ésta noche. Necesito escuchar
tus lloros por placer, sentir que tiemblas, o sino no te daré ésto
que tanto deseas- tomé su mano derecha con la izquierda y la dejé
sobre mi entrepierna-. ¿No quieres saborear lo que tengo para ti?
¿No quieres sentir mi semen correr por tus muslos? Vamos Louis, sé
que puedes gemir más fuerte y con mayor deseo - aparté los dedos
para abrir bien sus piernas y acomodarme entre ellas colando mi
lengua. Quería que gimiera como nunca, pues quería sacar a Mona de
mi cabeza. Cuando me alejé lo miré convulso y sonreí-. Sé que
puedo hacer que te corras con sólo mi lengua y mis dedos ¿a caso no
lo recuerdas? ¿Cuántas veces te has venido en las calles de Nueva
Orleans sólo con unos besos y unos simples roces de mi pierna contra
su miembro? Louis... eres mi puta y lo sabes... dame lo que
quiero-dije hundiendo tres dedos en él sintiendo como al fin cedía
de la forma que quería. Incluso sería algo bestia esa noche, si
tenía que introducirle toda mi mano lo haría. Yo amaba a Louis, no
a Mona, y quería dejarlo claro aquella noche no sólo para mi amante
sino también para mí.
-¡Mon Dieu!-gruñó cuando los tres
dedos invadieron sus entrañas- Eres un insaciable, un perverso y un
pervertido, un idiota -comenzó a insultarme solo por el simple hecho
de excitarme más- No seas tan cabrón y dame lo que quiero -apretó
sus nalgas y con ese acto apretó mis dedos- ¡Mueve tus dedos!
-exigió perdiendo ya la cordura- ¡fóllame con ellos maldita sea!
-jadeaba y se movía inquieto en cada movimiento-¡Ah! oui, así...
¡así!
Reí excitado al escuchar sus palabras
y notar sus acciones. Louis se veía tan desesperado que con tres
dedos no era lo suficientemente feliz. Con cuidado metí todo el puño
moviendo el brazo con cierto ritmo. Quería que gritara por el placer
y se corriera manchando su vientre, y salpicándome si no había
otra.
-Vamos putita, quiero ver como
gritas... porque luego vas a tener la boca muy llena para hacerlo-sin
embargo, no gimió sino que gritó de dolor.
-¡Sácalo! -imploró con pequeñas
lágrimas sanguinolientas empapando sus pestañas mientras se
retorcía y tensaba su cuerpo- ¡Lestat!
Aparté su puño y besé su frente.
Rápidamente le miré con una sonrisa pervertida. Él me agradeció
con la mirada que hubiese parado aquello. Se sintió aliviado y
relajó su cuerpo.
-¿A caso no quieres sentir placer más
allá de lo normal? Sólo debes acostumbrarte Louis... pero si lo
deseas puedo darte ésta rica paleta-murmuré desabrochando el
pantalón para mostrarle el miembro- Ven Louis, te quiero de rodillas
en el suelo para tener tu premio entre tus labios.
-Eres una bestia Lestat, eso ha sido
demasiado -protestó mirándole con cierto enfado.
Si bien, y aún así, continuaría con
aquella enfermiza forma de entregarse al sexo que le proponía. Bajó
de la cama y se arrodilló en el piso para tomar de inmediato mi
sexo. Quería mamarlo como si fuese un caramelo, su lengua reptaba y
mordisqueaba, para luego proceder a darle unas buenas chupadas. Él
se sentía sucio cuando se comportaba de ese modo, lo cual era
excitante para ambos.
Eché la cabeza hacia atrás con ambas
manos sobre su espesa melena negra. Mis dedos se hundían en las
hebras oscuras mientras movía suavemente la pelvis. Quería sentir
mi glande golpear el final de su garganta, justo en la campanilla,
pero primero deseaba que él disfrutara sintiéndose excitado por su
sabor.
-Así putita, así... sé buena
conmigo- sin desearlo y sin pretenderlo me imaginé a Mona
arrodillada frente a mí saboreando mi miembro con esas ganas que
mostró la noche anterior.
Ella era tan zorra, tan lasciva, tan
sumisa esperando que llenara sus labios rojos pintados por un carmín
que la hacía parecer algo más adulta, pese a que su cuerpo estaba
parado en dieciocho primaveras.
-Mon dieu- abrí los ojos mirando a mi
dulce Louis queriendo ser complaciente, pero mi fantasía era mucho
mejor.
Mis ojos violetas quedaron cerrados,
mis labios abiertos gimiendo mientras ayudaba a la cabeza de mi
amante a chupar como quería. No sentí asco de mí en ese momento,
aunque puedo asegurar que ahora que lo narro me siento un fraude y un
estúpido. Caí en los juegos de una bruja que haría mi vida
miserable.
-Así, tan golfa... tan puta... así...
-con cierto instinto salvaje me clavé en su boca abriéndome paso
por su garganta, para dejar los labios de Louis en el borde de la
base del miembro.
Mis manos estaban agarrando fuertemente
su rostro y el vello rubio rozaba la nariz de Louis ofreciéndome su
respiración. A pesar de los siglos Louis seguía respirando como si
le hiciese falta, igual que yo lo hacía aún... buscando un aire que
no precisábamos. Cuando cruzamos por un instante nuestras miradas
noté que él se había percatado. Él no era estúpido, aunque así
le recriminara en más de una ocasión la inocencia que a veces
padecía. Aguantó estoicamente todo lo que hacía, pero mordió mi
glande provocando que arrugara mi nariz y decidiera llevar un ritmo
distinto.
-Mon dieu... -balbuceó sacando todo
hasta el glande para volver a hundirme en su boca-. Así... así...
Repetí aquello por más de cinco
ocasiones y a la sexta acabé corriéndome. Lo hice imaginando los
ojos de Mona, su lengua, sus pechos turgentes esperando ser chupados
y los fluidos de su vagina deseando tener mi miembro aprisionado
entre sus muslos. Aquello fue una visión cercana al paraíso, pero
al abrir los ojos me encontré con Louis y extrañamente me sentí
algo decepcionado. Si bien, hice como si nada apartándome para
tirarlo a la cama mordiendo su cuello. Estaba intentando olvidar mis
ensoñaciones.
Louis se dejaba hacer a sabiendas que
no pensaba en nosotros, sino en ella, y con cuidado abrió sus
piernas cuando mis atenciones se volvieron más violentas. Mis besos
en su cuello se convirtieron en profundas mordidas, las mismas que
tuvieron sus pezones mientras imaginaba los deliciosos y juveniles
senos de la Mayfair. No me negó el poseer su cuerpo, aunque notaba
que únicamente su cuerpo reaccionaba al placer por mero impulso.
Aquello fue extraño, pero aún así me vacié de nuevo besando su
frente y sus mejillas como de costumbre.
-. Lo siento mon cour- murmuré
acariciando su cuerpo suavemente-. Perdóname- no pedía perdón por
lo de anoche, sino por lo que acababa de suceder-. Je t'aime - musité
incorporándome para mirarlo con una leve sonrisa-. Créeme Louis, te
amo a ti... lamento lo ocurrido, ¿me crees verdad?
-Oui mon cour- respondió intentando
alejarme-. Tengo que ir a la tienda de muebles, he encargado algo
para nuestro hijo -me dijo aquello mirándome a los ojos esperando
que sintiera remordimientos.
-Yo iré a buscar algo de sangre, hoy
tengo apetito-reí alejándome de él para meterme de nuevo en la
ducha. En esa ocasión fue rápida para tan sólo alejar el aroma del
sexo, al salir Louis entró sin siquiera cruzar una mirada o palabra
conmigo. Él lo sabía. Había sido infiel incluso estando en nuestra
cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario