Ustedes son las flores y yo soy el niño
que camina sobre, los empinados y desgastados, peldaños de la
escalera al paraíso. Allá, en el jardín más hermoso y salvaje,
están las personas que he amado en ésta larga vida. El sol no
alcanza jamás, aunque de hacerlo no doraría nuestras sensibles
pieles sino que acariciaría nuestras almas, y la luna llena parece
un enorme estambre que un gato abandonó. Cerca de mí están
ustedes, vestidos con gasas y perfumados cual rosas, petunias,
crisantemos, margaritas, amapolas salvajes y llamativos dientes de
león.
Son el Jardín Salvaje que agita mis
venas y me conduce al desenfreno. Brindo con ustedes con una sonrisa
en mis labios y una copa de cóctel repleta de sangre. Besaré sus
frentes y manos, abrazaré sus cuerpos contra los míos para sentir
sus cálidas almas, para luego bailar hasta sentir que mis zapatos
molestan.
Tocaré para ustedes un instrumento
imaginario mientras me acompañan con sus aplausos, recitaré y caeré
al suelo aplastado por sus caricias. Porque ustedes son mis flores,
mis delicadas enredaderas, y también los ojos brillantes de los
animales salvajes de un mundo nuevo.
Vengan conmigo, caminen a mi lado y
dejen que les seduzca con el placer de la aventura.
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